De toques sencillos y bien ubicado en el pletórico barrio de Manuel Montt, se ubica este nuevo restorán peruano, que visité recientemente.
Una casona antigua, de paredes blancas y mínima decoración, muy peruana toda y con un pequeño pero interesante patio, una terraza para los que gustamos esa sensación de estar al aire libre disfrutando algo rico.
Lenta atención, los chicos peruanos se toman su tiempo para aparecer, aunque tras un pequeño diálogo cuestionador, todo comienza a rodar. Mesas con mantel y buenas copas de cata, preludian una sesión interesante. La carta, muestra una gran variedad de platos, algunos claramente inscritos en la fusión peruana (con muchas otras culturas gastronómicas).
Tras superar el impasse inicial, pedimos unos platos llamativos, un arroz chaufa adobado en soya con camarones salteados y unos fettucini con camarones (deliciosa debilidad la nuestra) y salsa huancaina, acompañados de un delicioso carmenere cuvée de Misiones de Rengo, que hizo un contrapunto excelente con estos platos exquisitos.
El restorán promete, debe perfeccionar los ritmos de atención, la cocina está notable. Se suma positivamente al circuito gastronómico peruano de Santiasco.