Hace varios meses que no volvía a este restorán, uno de mis preferidos. La razón que hace volver una y otra vez, es su excelencia y sobretodo los cambios de temporada en el menú que me siguen encantando.
Llegamos temprano, para partir con unas heladas aguas minerales que limpiaran nuestras bocas y apagaran un poco el maldito calor de Santiasco.
La partida fue con una atención del chef, unos tomates perla, pinchados con un trocito de sandía, aceite de albahaca y una sutil hojita de lo mismo. Fantástico. eso auguraba lo bueno que venía.
Para picotear mientras llegaban los platos principales, pedimos unos ostiones. Llegó un plato blanco en forma de caracol que traía los ostiones en una sopa de choclo con toques de merkén, polvo de cabritas (increíble e inesperado toque) y aceite de chorizo. Un deleite visual y especialmente de sabores exquisitos.
El vino, por cierto, un Pinot Noir (Porta 2006) ideal por su frescura y sutileza para acompañar unos platos notables. Atún de Isla de Pascua a punto, acompañado de couscous a la lavanda, una perfecta mancha en el plato de tinta de calamar (es exquisita), salsa de miel, algo de soya y merkén y el detalle de la espuma de wasabi. El otro plato, comida Thai, Konso (también de Isla de Pascua) finamente dorado, acompañado de puré de manzanas y cilantro, sobre el pescado, fideos de arroz, además salsa de coco, aire de curry y aceite de pimentón. Que más puedo decir, una presentación increíble, verdaderas obras de arte.
El postre, algo imperdible, Vuelta y vuelta, una compota de frutillas sobre una gelatina de albahaca y crema de coco, presentado en un recipiente insólito (deben verlo) y El Perfume, una panacota de Lychee (lichi, un fruto tropical) con salsa de frambuesa, abajo un brownie de chocolate blanco y encima una espuma de agua de rosas. Pueden creerlo!!!!
Maravilloso, es un sitio que pone la cocina al servicio del placer intenso.