Hay cerros en las cercanías de Santiasco que merecen su reputación. El Provincia es uno de ellos, pues la fama de comepiernas, es decir, de desangrador y cansador en extremo, es realidad.
Me levante a las 5:30 de la madrugada del sábado, para alcanzar de ajustar mi mochila y ánimo para la travesía. A las 6:30 en punto me pasaron a buscar al punto de encuentro. De ahí hasta el puente Ñilhue fue solo un trámite. había que ganarle al sol en su anuncio y eso implicaba marcha fuerte hasta Alto del Naranjo.
Gran lugar, hay refrescadora sombra y los infaltables buhos que se ocultan en la sombra de un magnífico árbol, a dos horas de caminata.
Ahí nos encontrábamos a 2/5 del camino hacia la cumbre del Provincia. Partimos presurosos, aprovechando un día espléndido con sol y temperatura agradable.
Los doce que continuamos en el desafío, no sabíamos que acercándonos a la cumbre encontraríamos nieve y hielo. Mientras más cerca de la cumbre más difícil se hizo el camino, estaba extremadamente resbaloso y ninguno de los nerds se nos ocurrió llevar crampones. Lo cierto es que evaluando la situación, debimos conformarnos con la cumbre falsa (a 5 minutos de la verdadera, que tal?) para no correr riesgos innecesarios.
A la falsa cumbre llegamos pausadamente todos, con buen tiempo para disfrutar un menú malayo. Aparecieron las galletas de múltiples sabores, le agregué un queso a la finas hierbas con acompañamiento de aceitunas que conseguí un par de semanas atrás en Til Til, le sumé un choricillo artesanal, que se unió perfectamente a los descarozados mezclados con chocolate y turrón de coco, al té con miel y al generoso y espléndido café brasileño de nuestro master David.
La peligrosidad del lugar fue evidente cuando vimos un celular evolucionar sobre la superficie del hielo y proyectarse al infinito en una caída increíble al vacío (lo siento David, deberás conseguir otro). Tan solo 10 minutos después una botella con agua (y jugo isotónico) salió disparada al vacío en menos de 2 segundos. Estábamos en un sitio claramente peligroso!!!.
Trás un buen menú malayo, nos dispusimos a descender, algunas instrucciones para asegurar que no hubiera accidentes y nos largamos. Fue vertiginoso, aunque al menos para mí fue el preludio de tres caídas dolorosas. Cuando las piernas no dan el ancho, con seguridad, te das un costalazo de competición. En resumen, tengo pérdidas de piel en dedos de mi mano izquierda, en la muñeca de mi mano derecha, en mi antebrazo y en mi codo. Nada grave, pero claramente el cerro se reflejó en mí.
Igual, llegar de vuelta es un placentero espasmo, llegué cansado a ultranza, casi a punto del colapso, pero vivo, demasiado vivo!!!
Ascender en la montaña es más que la altura, es más que el esfuerzo, es un encuentro místico con tu propia humanidad.