Elegir un nuevo restaurant para un almuerzo de sábado, a veces resulta complicado. Son muchos los lugares que simplemente no abren los fines de semana y los que lo hacen, ya los he visitado muchas veces. Sin embargo, la fortuna me acompañó y encontré el Olivié, un restaurant ruso que abrió sus puertas hace unos cuatro meses.
Una casona justo al costado de la Mitad del Mundo, el conocido restorán ecuatoriano de Max Berrú (ex-Inti Illimani)en calle Rancagüa, aloja este sitio que sin pretensiones publicitarias, abre la oportunidad de explorar la comida rusa.
El lugar decorado elegantemente, buen espacio y agradables colores y temperatura. Mucha madera y cuadros, además de muy buena música rusa moderna para acompañar.
Desde el comienzo, me atiende un mozo con una fisononmía claramente chilena, pero que hablaba perfecto ruso con los dueños. Atento y muy educado, el mozo me ofreció la carta de comidas y de vinos. Tras mi agua mineral helada y sin gas, rápidamente me tenté con una ensalada de entrada, Buzamina, unas finas láminas de cerdo a las finas hierbas con un dressing picante. Pero para mi sorpresa, era el único plato que no tenían. Puchas!!!
Decidí recorrer con detalle la carta para analizar su variedad y volver a ser tentado. Entretanto, mi curiosidad terminó por hacerme preguntar al mozo como sabía hablar ruso y la historia que escuché me dejó perplejo. Este educado y servicial mozo, resultó ser el hijo de un folklorista, defensor de los DDHH y famoso locutor chileno, René Largo Farías, salvajemente asesinado hace varios años. Con él y su madre, René el mozo, vivieron el exilio en Mexico en donde estudió Oceanografía (Biología Marina) y hacia 1986 se fue a estudiar periodismo a la universidad en Leningrado en donde vivió los tiempos de la Perestroika. En Chile se dedica a atender turistas de esa zona del mundo y casualmente había recalado en este restorán ruso para atender y contarme sus deliciosas historias. Notable!!!!
Para almorzar pedí una pasta rusa, Pelwery con pavo, masa rellena de pavo con una salsa de champiñones. Mientras esperaba mi plato, me trajeron un aperitivo típico de la casa y de Rusia, Sakowska (creo), un pequeño vaso de vodka muy helado, acompañado de dos pequeñas fuentes, una con zanahoria rebosada y otro con chucrut. René me dejó claro que el objetivo es disponer algo que comer para poder pasar el vodka. Me contó que en sus tiempos de universidad en Rusia, cualquier cosa servía, un trozo de pan negro e incluso una cucharada de mantequilla.
Mi pasta, preciosamente presentada y con un aroma tal que solo agigantó mi hambre. Condimentada perfectamente, fue un manjar en mi boca, el sabor del pavo, las especias y sobretodo los champiñones. Acompañé con una botella de vino cabernet sauvignon que maridó de maravillas con el plato.
Para el postre, un Bichiky con ricota, un delgada masa recubriendo la pasta de ricota y con salsa de frambuesas encima y algunas gotas de manjar en el plato. Exquisito.
Al cierre, un potente café negro y mis agradecimientos a René Largo, el extraordinario mozo del restaurant.
¿Y cuánto es el consumo por persona? Tengo muchas ganas de conocerlo
entre 7 y 12 mil pesos, dependiendo del vino y postre que elijas