Salimos a caminar para experimentar la frescura de la noche tras un día muy caluroso en Santiasco. En formato azaroso zigzagueamos por las calles de Providencia en busca de alguna nueva alternativa para una cena disfrutable. Los pasos nos llevaban claramente hacia el Barrio Italia, pero de pronto nos dimos cuenta que en el mismo sitio en donde estaba Le Petit Chateau y aún antes el Sukalde, ahora había un nuevo restaurante, Oda al Mar, un nombre que nos evocó la rica comida peruana o las cevicherías que comienzan a abundar en la ciudad.
Instalados en el pequeño y acogedor lugar, comencé a impacientarme con la lentitud. El mozo, a quién ya conocía en otro restaurante, se apresuró a prometerme que nos sorprendería y que estaban resolviendo el problema en los tiempos de respuesta. Esa declaración me pareció virtuosa, ya que se hizo cargo que el servicio debe ser de calidad si pretenden sobrevivir.
Partimos con pisco sour y Kir Royal a los que el mozo añadió como appetizer unas ricas porciones de ceviche de regalo. En ese momento, sentí que estábamos sintonizados en el concepto de servicio.
De la carta salieron una Albacora con salsa de alcaparras y un delicioso pure rústico y una Tilapia con también con salsa de alcaparras acompañada de ensalada de palmito y palta. Seleccionamos además una botella de Apaltagua Pinot Noir que el mozo se aseguró de proveer en una cubeta con agua y hielo, como corresponde. A estas alturas, ya me sentía bien atendido y olvidé mi primera impresión.
Satisfechos con el placer de esta cena, no hubo opción de postres y preferimos ir por un buen café negro. Un cierre apropiado para un buen experimento de iniciación, Un restaurante no solo es un buen chef, es ambiente, estética, ritmos, organización y sobretodo buen servicio.