Es muy raro que en estas crónicas de disfrutes deba anotar algo negativo sobre un restaurante o lugar visitado. Sin embargo, por la inmensa fama que tiene Noso, fue una sorpresa el descuido en la atención. Para quienes no lo conocen, Noso está ubicado en el Hotel W y normalmente goza de muy buenos comentarios, especialmente de extranjeros que hospedan en él.
Desde la partida, notamos la lentitud de reacción del servicio. A pesar de tener mesas libres, nadie se molestó en guiarnos o sugerir algo, ya que parecía que el foco era atender la terraza que estaba al 100% de ocupación. Ya instalados, tuvimos que esperar nuevamente por las cartas y luego también demoraron en ir a tomar el pedido. De hecho, quien se acercó a mi llamado fue el ayudante del mozo, algo que no había visto antes. El muchacho muy atento, repetía constantemente que él no el mozo oficial sino que aquel «bajito» que se esmeraba en practicar su inglés con otros comensales descuidando claramente su función.
Partimos con una sugerencia, el Mojiterráneo (limón amarillo, verde y naranja macerados, con gin barcelones, agua tónica y albahaca, mientras mi partner se refrescaba con una coca light. De la carta, por cierto muy marcada por ingredientes chilenos, nos tentamos con una merluza a la pimienta de chiloé, porotos y pimientos al piquillo, chorizo colorado y calamares salteados. El otro plato elegido fue un pescado de roca confitado, con leche de coco, vegetales perfumados al jenjibre, acompañado de arroz basmati cremoso al limón de pica. Pedimos una botella de pinot noir, la que mantuvieron helada en una enorme cubeta de agua y hielo colectiva. Deliciosos platos!!
Me agotó el tener que estar llamando al mozo para que rellenara las copas, pedir pimienta para moler la que nunca llegó y hasta pedir la cuenta fue de una demora absolutamente desacostumbrada. Dado que el mozo oficial jamás hizo su trabajo, dejé en efectivo la propina al ayudante, al menos por su esfuerzo y cerré la cuenta sin postres ni café, ya que no me da la paciencia con este tipo de lugares.
No cabe duda que el arte del chef bien merece aplausos, pero una mala atención destruye la experiencia de los comensales. Espero que haya sido «mala suerte», pero no puedo callar que mi expectativa era muy superior a lo conseguido.