Tras un breve descanso para mi agitado hígado, me llegó el turno de revisitar un gran sitio, lleno de historia, añoso y popular, en donde se come abundante, sabroso y con potentes de calorías.
El lugar no ha cambiado mucho desde la última vez, la música chilena de fondo, los borrachitos de turno, los olores sabrosos de especias y mucha gente. Aquí no hay distinciones, hay gente muy sencilla y también muchos turistas, todos comen de lo mismo. La variedad se reduce a lo de siempre, pernil, cazuela y arrollado. El vino de la casa o un par de varietales de Santa Carolina y Santa Emiliana. Pero aquí está la gracia fantástica del sitio.
Nos inclinamos por un buen arrollado acompañado con papas cocidas y ensalada chilena (por supuesto). En la espera, breve en todo caso, unas ricas marraquetas con pebre sostuvieron nuestro hambre. Una botella de cabernet sauvignon Tres Estrellas de Santa Carolina, nos ayudaría en la digestión.
El plato de arrollado descomunal, un derroche exquisito de especias, textura y sabor, lo devoramos sin remordimientos. Un sabor chileno a tope.
Grande La Piojera, sigue siendo la picá por excelencia.