Hace ya varios meses que no había regresado a la X Región, un lugar que me llena de buenas vibras y muchos disfrutes. Como me gusta, sin ninguna planificación excepto el uso de internet para comprar pasajes y hacer check-in, me embarque en un avión en el atardecer de un viernes con destino a Puerto Montt, sin grandes planes pero con la convicción que sería un gran fin de semana.
No alcanzaba a salir del aeropuerto cuando me conecté con mi gran amigo al celular y estaba llegando a buscarme junto a su pequeño e inteligente retoño, Pedrito. Me recordaba muy bien y estaba feliz de poder jugar y pasear conmigo y su padre, como lo hemos hecho en otros tiempos.
Nos fuimos directo hacia la cabaña frente a la costa en el camino a la carretera austral, en donde se alojan este fin de semana y mientras llovía, comenzó la puesta al día mientras cocinábamos y bebíamos un buen vino. Una cena sencilla pero contundente, mientras saboreábamos historias, anécdotas y sueños, aunque también algunas penas, esas que nos hacen saber que estamos vivos y que seguiremos adelante a pesar de todo.
Cerca de las 3 AM el sueño me venció y fue hora de ir al sobre, con la idea de despertar temprano para una miriada de actividades que planificamos durante la animada conversación.
Al despertar el sábado, me llevaban ventaja, pues además de haber desayunado estaban conectados, padre e hijo, en un juego de estrategia combativa en la computadora. Sorprendente como los nativos digitales de 7 años se manejan en el ambiente y de forma intuitiva. Vaya cambios!!!
Mientras mi amigo llevaba a su hijo a una actividad scout, aproveche de bañarme, pasear un poco por la costa y tomar algunas fotografías. Un rato después, al regresar mi partner, partimos a la ciudad a hacer algunos trámites, partiendo por desayunar un buen café capuccino y una torta mixta deliciosa, para llenarme de energía matinal.
Paseamos un buen rato hasta que llegó el momento de ir a buscar a los chicos (se añade el hijo de la pareja de mi socio) y nos vamos a Angelmó a comprar insumos para cocinar un rico almuerzo. Filetes de salmón, merluza, queso maduro y aceitunas y nos vamos a la casa de la pareja de mi amigo. Una lluvia torrencial pero mucha buena onda me estimulan a ofrecerme de cocinero y me apropié de la cocina. Me encanta cocinar y era hora de probar una idea que tenía en mente, así que al puré de papas de Angol y las ensaladas que estaban disponibles, le añadí un salmón a la naranja y especias, que resultó genial. Gran almuerzo!!!
Más tarde nos fuimos a descansar y conversar a la cabaña, mientras seguía lloviendo a cántaros. Al atardecer, decidí que era hora de ir a disfrutar las mejores carnes de la región y nos fuimos a cenar al Cotelé. Maravilla de lugar, pequeño, sencillo y acogedor, atendido por su dueño es marca registrada. Tras elegir la carne y el tamaño en la misma mesa, pedir un buen vino y algunos acompañamientos, nos deleitamos con una cena de campeonato. Entre tanto disfrute, Pedrito se nos durmió, imagino cansado de tanto movimiento de energías. la noche comenzaba a despejarse y las estrellas maravillosas se dejaban ver poco a poco, mientras regresábamos a la cabaña a dormir.
Una mañana de domingo esplendorosa, con sol y buena temperatura, ideal para el ansiado paseo al parque nacional Alerce Andino. En esta oportunidad llevaríamos a los niños a revisitar al gran señor de la selva , un alerce de más de 3 mil años que marca un rito familiar fantástico, la muestra de lo que puedes llegar a ser. Lindo!!!!
Un largo trayecto en la 4×4 hasta una de las entradas del parque y luego una deliciosa caminata de varias horas, llena de aventuras y fantasías, cargando a los niños en nuestros hombros cuando se cansaban y animándolos a disfrutar la belleza y definir valores ecológicos y de sustentabilidad. Una alegoría maravillosa en cada árbol, recoveco, y explosiones de belleza natural que el parque regala por doquier. Recorrimos senderos llenos de lianas, árboles añosos, colecciones de hongos silvestres, copihues preciosos, cascadas de ensueño para finalmente llegar al gran señor de la selva, el gran premio. Un increíble alerce que sobrevivió solamente porque su veta no era adecuada para hacer tejas, asi es, se salvó del depredador humano tras miles de años de presencia solo porque no era útil.
Para el regreso, los niños cansados, nos transformaron en caballos salvajes y cada uno se montó en nuestros hombros para vivir una fantasía de emboscadas y guerrilla galáctica, a la cual nos prestamos gustosos. Gran aventura!!!
Una vez en la 4×4, debimos correr porque los minutos estaban en contra y mi avión de regreso saldría muy pronto. Con mucho hambre, pero contento hasta el hartazgo corrimos al aeropuerto, en donde me despedí hasta la próxima aventura en Puerto Montt.