Es la primera parte de una peculiar obra en tres entregas de Marco Antonio de la Parra y ahí estábamos sentados en el GAM esperando que comenzara. Una plataforma de madera crujiente como escenario, unas coloridas cortinas con la sencillez y precariedad de un circo pueblerino, un rincón con instrumentos musicales y de pronto el silencio. Caen las luces y con el apoyo musical de un piano musical, hacen su aparición los zombies, los muertos de miedo, los muertos de hambre y todos los representantes de la marginalidad, quienes aún estando muertos vienen a contar su historia con el miedo que lleguen los pacos, temor que recordarán periódicamente durante el transcurso de la obra, gracioso y significativo gesto.
Es la historia de Chile que no gusta, la parte oculta pero real de un país construido sobre la base de la injusticia, del abuso de poder, de los pocos con mucho y la gran mayoría con poco o casi nada. Para conseguir hacer digerible esta historia dolorosa, Cicret (Centro de Investigación y Creación Teatral) bajo la dirección de Raúl Osorio Pérez, acude al tremendo talento de los actores, artistas formidables, todos actúan, cantan y bailan haciendo entretenido y emocionante todo su trabajo.
Comienza con la llamada Independencia de los españoles, que no sería más que un acuerdo de pocos para quedarse con un terruño y explotar a la mayoría, aparecen los asesinatos de Los Carrera y de Manuel Rodríguez, hitos requeridos para consolidar el poder de un director supremo, otrora convertido en héroe nacional según la historia oficial. Avanza hacia los intentos de crear orden de un Diego Portales y un nuevo texto constitucional; la seguidilla de matanzas de obreros y campesinos; las arengas de poetas e iluminados liberales que creían en un mundo más justo; la guerra contra Bolivia y Perú cuya victoria fue conseguida con los mismos rotos que despreciaba la oligarquía y que usó para quedarse con el salitre que los dueños de Xile requerían; la sangrienta orden de Montt con la matanza de Santa María de Iquique, un intento de aleccionar a la plebe que ponía en riesgo la tranquilidad de los dueños del salitre al costo de miles de personas ametralladas; el rol de Luis Emilio Recabarren y llegando hasta la época de Alessandri Palma, el león de Tarapacá quien enfrentó junto a su perro Ulk el «ruido de sables» de un ejército que reclama mejoras salariales por hacer el trabajo sucio de gobernantes y los ricos dueños del país. Concluye esta primera parte de la trilogía, con los 5 disparos en el corazón que sellan la vida de Luis Emilio Recabarren, obrero, periodista, activista y diputado, un suicidio poético de un ser ya lleno de desesperanza.
Fuerte historia, pero bien sustentada pues sino la creen, lean el libro Los Mitos de la Democracia Chilena de Felipe Portales, un texto irrefutable y perfectamente documentado sobre la verdadera historia de este país de muertos vivientes.
Una obra imperdible y ya estoy ansioso por ver las dos partes que aún no se muestran. Viva el teatro!!!