Después que murió mi padre, busco ocasiones deliciosas para hacer que la vida siga siendo disfrutable para mi madre como nos gustaba a ambos. Una ocasión propicia para disfrutar con mi querida vieja, tiene la forma de circo, un formato que probamos muchas veces juntos y que tanto yo como mi madre sabemos apreciar.
Ella adora el circo de buen nivel, asi hemos visto maravillosos espectáculos de Cirque du Soleil por ejemplo y en esta ocasión, una compañía también canadiense nos daría una buena oportunidad.
Esta compañía con un formato mucho más teatral que el Cirque du Soleil, basa su performance en el talento de sus increibles artistas y en la calidad emocional de sus guiones, historias sencillas, casi infantiles pero de una universalidad deliciosa.
Cuanto gozábamos mojarnos bajo la lluvia cuando eramos niños y ahora adultos nos molesta, que nos pasó en este camino de la vida?. Perdimos la poesía de lo simple o acaso nos acomodan las imposturas de lo serio, lo correcto, lo definido’. Recordé un cuento breve de santiago en 100 palabras que decía, descubrí que me había hecho adulto cuando en vez de chapotear en los charcos comencé a evitar pisarlos. Claro no?
Reí como me gusta, lleno del gozo pleno de lo simple y delicioso de la vida; los actores, atletas sorprendentes, virtuosos todos, nos transportaron en un viaje imaginario por nuestra niñez, por esa etapa de la vida en que adoramos saltar en los charcos de agua, mojarnos bajo la lluvia, reirnos de nuestras torpezas y sobretodo ser nosotros mismos.
Casi toda la obra transcurre bajo el imaginario de la lluvia y solo al final, como acto mágico, se desencadena la lluvia, la maravilla húmeda que generó un nuevo escenario de juegos y que divertidamente actores y público disfrutamos intensamente.
Un Teatro Municipal de Las Condes llenísimo, con adultos y niños, que fascinaron con esta linda presentación que sin necesitar la portentosa producción tecnológica de otros espectáculos, nos dió una lección de felicidad.
Lindo!!!