500 noches para una crisis, el regreso de Sabina

Ya no recuerdo la cantidad de veces que he ido a un recital de Sabina y jamás me ha defraudado. Aunque sean las mismas canciones, esas letras fascinantes siempre me sobrecogen y deleitan. Me asiste una enorme admiración por este cantante poeta de versos y rimas consonantes que nadie le puede competir.

En esta ocasión, además de sus deliciosas canciones, su show está marcado por la presencia de sus cuadros, una impresionante galería de pinturas personales que completan, en mi opinión, su hermosa mirada sobre la vida, esa diaria y muchas veces nocturna vivencia, que enaltecen al personaje Sabina, ese loco poeta de amores de arrabal y de disfrutes eternos.

La presentación de hoy es una vibrante rememoración de ese magnífico disco 19 días y 500 noches que 15 años atrás nos volvió locos, locos de placer por su monumental creación. En boca de Sabina, fue un momento extraordinario de su vida, en que deja la bohemia como profesión y se incursiona en el amor de una compañera, tardía pero imprescindible y a quién rinde culto.

El escenario en el Womistar Arena, simple como acostumbra pero con un gran telón de fondo para proyectar sus personales pinturas, muchas de ellas sorprendentes y deliciosas. Acompañado con sus habituales músicos que reconozco de inmediato y que me reverberan en sonidos de sus recitales anteriores. El recital va maravilloso, el encanto de sus sonetos imposibles y la belleza de la atmósfera que construye, Sabina sabe que lo hace muy bien, somos un público esclavo, amante de la belleza poética y de los trucos de la belleza vocal.

Más allá de la caricatura que muchos ven en el personaje Sabina, yo siento la potencia creativa de un poeta sobrenatural, un ser que exploró los límites y que llegó finalmente al amos, no como búsqueda sino como consecuencia.

Acompañado en coros por una impresionante mujer, que nos dejó boquiabiertos con su virtuosismo, todo lo cual se añadió a las hermosas imágenes de pinturas sabisnísticas proyectadas al fondo, fue imposible no quedar extasiado con el show. Sabina es un genio admirable!!

Grande Sabina!!!!

 

 

 

 

Tears for Fears : noche de disfrutes

La vez anterior que estuvieron en Chile hace más de 15 años, no pude ir a verlos, así es que en esta ocasión compré mi entrada muy adelantado para asegurar mi disfrute.

Había elegido una excelente posición y eso me dio confianza para llegar a la hora límite, pero tamaña fue mi sorpresa cuando constaté que habían dividido en dos el Arena y mi asiento era «relativo». Si me sentaba en mi ubicación original quedaría detrás del escenario, pues la banda había pedido achicar el lugar. Que desagrado!!!!

Con maña, finalmente me ubiqué en un asiento (solo referencia) en un ángulo equivalente al original y pude observar que estaba llenísimo y que el promedio de edad de los asistentes era de los que gozamos a Tears for fears en los 80’s, con muchas excepciones desde  niños hasta adolescentes retro que aman el virtuosismo y las voces maravillosas de los artistas originales. Debo decir, artistas filete, sin lugar a dudas.

Un show muy íntimo, casi familiar en donde Roland Orzabal (el chascón) y Curt Smith (el pelado) volverían a deslumbrarnos con su virtuosismo vocal y sus guitarras. Además, trajeron una banda con batería (tremenda!!), una guitarra adicional, un virtuoso tecladista y un Pelado en el coro que se ganó todos los aplausos por su increíble voz.

Un repaso por los mejores temas de la banda, aunque me hubiera encantado el tema principal de Raoul, the King of Spain, que la multitud no apoyó cuando fue insinuado por Roland, en su alocución en perfecto español.

Grandes, a pesar de los detalles del sonidista (algunos ecos y un acople imperdonable), estos ingleses estuvieron a la altura de su talento, bailé la mayoría de sus temas increíbles y les aseguro que no fui el único. Esta banda es de culto!!

Prendido como soy, apenas terminó el recital partí presuroso a disfrutar de buen jazz a mi querido Thelonious, para escuchar a Moncho Pérez Cuarteto, una banda simpática y virtuosa capaz de emocionar con sus estándares de jazz ingeniosamente elegidos para sacar provecho de los maestros de la formación. Moncho Pérez en la batería, Jonathan Gatica en saxo, Jorge Díaz en guitarra y Rubén Urzúa en contrabajo.

Lo único reprochable fue el ruido desesperante de las conversaciones de un montón de maleducados que creían que estaban en un pub. Que desagradable la estupidez de quienes van a un club de jazz a conversar!!

Una noche deliciosa, buena música y además salí con una buena adquisición, un CD de la banda DAZ, jazz del bueno!!