La obra que fuimos a ver esta noche, constituyó una de mis imperdibles del último Santiago a Mil y que agotó sus entradas casi antes de salir a la venta. Por eso, el que se repusiera en el Teatro La Memoria, con su elenco original y la misma y virtuosa dirección de Alfredo Castro, me llenó de alegría.
Mi acompañante se encargó de la reserva y aunque no eran numeradas, por una gracia del destino quedamos en la parte alta de la sala, lo que nos permitió ver en toda su expresión a cada uno de los actores y sus territorios en escena. De verdad si yo hubiera elegido las entradas habría comprado adelante y habría sido un error. Se necesita la perspectiva para engullir deliciosamente esta maravillosa obra. Historias de pasiones desatadas con resultado de muerte, historias de locos y asesinos, magistralmente entrelazadas y desarrolladas con enorme talento por los tremendos actores chilenos.
Imagino que en el año 1992, en su primera representación, debe haber sido bastante chocante por todas las formas del lenguaje que se utilizan, por lo crudo de las historias y por la contundencia de la actuación. Cada personaje increíble, con fundamentos tremendos para argumentar sus crímenes, para mostrar como sus historias personales eran dramas conducentes y que sus mentes enfermas guardan incluso coherencias espeluznantes. Mención especial para Paulina Urrutia, nuestra ex-ministra de cultura, en un papel maravilloso, su talento es desbordante, bienvenida en su retorno a las tablas.
Maravillados con la obra, el hambre comenzó a aflorar y nada mejor que una buena cena de comida española en La Bota ubicada en el Patio Bellavista. Para partir, un aperitivo muy especial, un sour de vodka extraordinario (maestralito, el trago de la casa), el que acompañó en forma notable unas tostadas con una suerte de pebre delicioso, cuyo nombre no logré retener.
Para los fondos, nos tentamos con unos ñoquis y para mi un cordero en una salsa deliciosa y sobre un puré fantástico. A pesar que la carta tenía un malbec (solo uno!!), no había disponibilidad por lo que acudí a un merlot de Montgras que fue un gran acierto para nuestra cena. En los postres, pedimos conocer la rica oferta de helados artesanales y nos dimos un gusto con una combinación de helado de psitacho y uno de tomate con albahaca, maravillosos!!!.
Con una temperatura deliciosa, decidimos que era hora de un espectáculo de música, asi es que caminamos unos pocos pasos y nos ubicamos en el Club de Jazz Bellavista del restoran Le Fournil. Llegamos a buen tiempo para disfrutar un energético show del quinteto de Antoine Alvear. Según me confidencia Felipe Riveros quien se acerca a saludarnos, Alvear es el mejor pianista de salsa que conoce y la verdad es que es increíble su desempeño, sus manos vuelan y retuerce todo su cuerpo con el afiebrado ritmo de la música que toca el grupo. Le acompañan un bajo, un saxo tenor, una batería y unas tumbadoras en potente ensamble de ritmos. Gran espectáculo y tremendamente energizante.
Gran krrtrekking, tendremos que repetirlo!!!