El ballet nacional chileno (BANCH) preparó esta obra pensando en la celebración del bicentenario chileno, un universo variopinto de pareceres que sin duda determinó lo ecléctica que resulta ser esta presentación.
El ballet moderno tiene muchas opciones de lenguajes para plasmar su mensaje y en este caso, las pinturas, los versos, la música y los bailes estaban como ingredientes propicios para generar una muestra potente.
Según reza la leyenda son 70 minutos de danza, algo que yo visualicé de manera extrema, bailes individuales, bailes de parejas y bailes con la avalancha impresionante de todos los artistas en el escenario, bailes extremos, con deliciosas combinaciones y la certeza de las capacidades de esos cuerpos trabajados y perfectos, instrumentos de un mensaje poético, que entra por la piel y los ojos, antes que el intelecto. un paseo por los encuentros y desencuentros, la fidelidad y la infidelidad, la certeza y el olvido, contrastes de danza que muestran lo poderoso del sentir humano y también sus bajezas. Hay reiteraciones del baile y de la oferta de las flores que hacen pensar en la insistencia del destino que nunca es, pero siempre se sigue adelante.
Es un espectáculo vibrante, que entusiasma y llama a sumarse, pero que tiene el pecado de la retórica, de la lectura tardía de la evolución del pensar chileno, porque somos un país lleno de contradicciones que no se subsanan en una entrega de flores.
Lindo ballet, demasiadas interrogantes!!!