En esas búsquedas que hagan vivible trabajar en el centro de la cloaca que es Santiasco, encontré Valentin, un restorán de ubicación extraña. Se encuentra accesando por una escalera que lleva a un segundo piso de una edificación en un pasaje frente a La Moneda. Con predominio del color negro, al entrar, te enfrentas a una barra, un living (preludio de un lounge) y un par de comedores privados, para seguir por una escalera hacia un tercer piso.
Con dominancia del color blanco, hay un abundante número de mesas delicadamente adornadas con manteles blancos y sobre ellos unas carpetas de color violeta y unos pequeños floreros con flores silvestres. Muy delicado, es evidentemente una reminiscencia de un sitio para enamorados (Valentín no es solo un nombre).
Un menú atractivo y por un buen precio. Partí con una entrada de pastel de atún con acompañamiento de cortes de lechuga y rúcula además de tomate. Excelente!
El plato de fondo, una suprema de ave rellena de jamón, queso y espinacas con una salsa exquisita, armada en el mismo extraordinario plato rectangular con verduras salteadas (lindos colores) y una porción de arroz. Gran plato, un acierto!
De postre, un mouse de frambuesas riquísimo.
Salvo por el tiempo que tomó pagar la cuenta (excesivo), todo estuvo de primera. Aún hay esperanza en que haya sitios adecuados en el centro de Santiasco.