Tuve que visitar el centro de Santiasco este fin de semana, la peluquería que visito hace 20 años, era una cita obligada ya que mi cabellera simplemente me estaba asfixiando. Con el calor que a diario nos azota esta ciudad, me cocinaba a fuego lento día a día.
Bueno, ya que estaba en el centro, decidí disfrutar algunos filetillos. Como era hora de almuerzo, puse mis ojos sobre un antiquísmo local, El Café Colonia, de calle Mac Iver. Hace muchos años que no entraba, a pesar que me trae recuerdos de infancia, pues era un lugar destacado para tomar una buena copa de helados o comprar una rica torta. Sin embargo, hoy, es un lugar un poco venido a menos (más por el sector que por otra cosa) y ofrece almuerzos. Entré dispuesto a probar suerte. El sitio sigue siendo clásico y austero, con su foco puesto en la pastelería, pero tiene comedores muy decentes y vino una especial sorpresa. Se acerca a mi mesa una abuelita, vestida de moza y con gran elegancia y arte me ofrece un buen almuerzo. Algo casero, pues un puré de patatas (de verdad), con rodajas de tomate (un toque artesanal y antiguo) y una pechuga de pollo a la plancha. Para beber, una cerveza Torobayo de Kuntzmann y un postre de plátanos con miel. Fantástico, un verdadero almuerzo de 30 o más años atrás.
Ya satisfecho, me fui al cine (como hacía muchos años atrás) a ver la última película de Tim Burton (ídolo). Se trata de Sweeney Todd, una historia sangrienta pero llena de tristezas y de humanas actitudes. La venganza como eje de todo, en un musical formidable (eso es muy freak), con una atmósfera bastante oscura y de repente asquerosa, pero es venganza originada en el amor (que contradicción), donde los poderosos son todos deplorables y al final ningún personaje es verdaderamente sano. No se porqué, pero me pareció tan normal.
Tras unas visitas a librerías en donde encontré varios títulos interesantes (en fin, tres libros nuevos a mi lista de pendientes por leer), me fui a casa por mi cleta. Me fui al cerro San Cristóbal a botar toda la mala onda santiasqueña y a disfrutar de un buen par de horas de meditación y sanidad.
Los recuerdos revisitados, de alguna nos acercan a nosotros mismos. Bien por eso!!