Hace mucho tiempo que no dedicaba una mañana de domingo a pasear por el barrio Franklin. Estación del metro Franklin, dos breves cuadras de caminata y comienza la diversión.
Una zona popular, llena de signos y multitudes. Enormes galpones con ropa de todo tipo, con marcas famosas y otras desconocidas, con bicicletas y repuestos, con muebles, muchos pero muchos muebles de todos los tipos y dimensiones. También con equipos computacionales para todos los gustos y bolsillos, electrodomésticos, radios y TV. Impresionante!!!
Ropa para tribus urbanas, zapatillas, zapatos y botas, cachureos por doquier y lo mejor : gastronomía callejera. Empanadas de todas las categorías, pizzas, envueltitos, bebidas y dulces de la más variada alcurnia. Olores y ruido, de mucha gente, de muchos jovenes equipando un nuevo hogar, de padres comprando juguetes y muebles, de muchachos comprando o haciendo trueque de juegos computacionales. Todo un universo de interacciones y de gustos.
Tres horas muy disfrutadas, recorriendo galpón tras galpón y finalmente di con mi objetivo, un enorme lugar de música, buena música en donde obtuve respaldos de originales prodigiosos.
Si pienso que desde la década de los 30 del siglo pasado existe este lugar, no puedo evitar sentir mucho placer de haber sido parte, una vez más, de su bullicio y esa mezcla de pueblo pequeño y de esperanzas grandes. Lindo lugar.