Un nuevo domingo en que despierto de madrugada para ser parte de un disfrute malayo. Debía estar a las 7:45 horas en Tobalaba con Bilbao, antes de lo cual debía desayunar y preparar la mochila. Había que cargar algunas delicias para incluirlas en el menú gourmet de montaña, una dieta malaya acorde a la ocasión.
Tras encontrarnos con rigurosa puntualidad, a las 8 de la mañana ya estábamos en el acceso del Parque Mahuida. En total 11 invitados al paseo.
La subida fue guiada por Marcos ya que conocía la ruta y las marcas que había hecho en ascenso anterior. La verdad, es que el sendero era fácil de perder y al paso de las horas, quedamos convencidos que para el regreso deberíamos viajar bastante juntos para no perdernos.
Tres horas y 15 minutos fue el lapso de tiempo que tardamos hasta la Casa de Piedra, un lugar fantástico pues es una construcción natural de rocas que bien puede servir de refugio (natural a pesar de los desagradables rayados que algunos dejaron en sus rocas). Un poco más allá la caída de agua desde alguna vertiente y la sombra de lindos árboles autóctonos, nos dieron cobijo agradable para nuestro banquete.
Comenzamos con unas aceitunas al ajo, acompañadas de un exquisito queso con hierbas. Preparé unos choritos con limón y sal que gozamos entre todos, luego frutas secas, higos y ciruelas que por ahí aparecieron, para continuar con uvas, frutillas y duraznos. Finalmente, el placer del turrón con almendras y el café en grano. Delicioso!!!!.
Con el potente sol de este domingo, llegó la urgencia de comenzar el descenso y así lo hicimos. Conversando animadamente, un grupo nos adelantamos un tanto y en algún punto debimos dividir el grupo, pues algunos queriamos regresar más rápido a nuestros hogares. Ahí, fue que el grupo se dividió en dos y Horacio, David, Hernán y yo comenzamos un periplo destructor de egos. Me refiero al hecho, que este paseo que, en principio, parecía no tener ninguna dificultad, se nos transformó en una buena lección de humildad. La montaña siempre tiene algo que enseñarnos.
Habíamos bajado bastante convencidos que ibamos por el camino correcto, hasta que caímos en la cuenta que estábamos perdidos. Si, perdidos de verdad. Un poco antes, hubo una caída increíble (por un momento vi los pies por sobre la cabeza del afectado, como dijo alguien, hizo una chilenita volando por los aires). Buscamos una y otra vez referencias reconocibles, pero éstas se escabullían, hasta que logramos divisar una importante, pero estaba a una quebrada de distancia y no había forma fácil de cruzar. Con maña y paciencia, hicimos un recorrido por el cerro hasta encontrar un punto en que pudieramos cruzar, fue duro, sobretodo para los egos.
Finalmente, logramos regresar al punto de partida del paseo, reflexionando mucho sobre nuestra soberbia y la maravilla que significa poder disfrutar, como si fuera una meditación, la montaña. Cansados y algo agobiados, regresamos.
Buen paseo, disfrutable y aleccionador.