Una salida Malaya muy especial: venciendo al clima

Durante la semana me llegó la invitación para ascender un cerro que no he visitado aún, me refiero al Purgatorio. Un cerro cuyo nombre es un reflejo del esfuerzo que puede significar y que se ve especialmente aliviado cuando ya existe nieve, algo ausente de la mayoría de los cerros en esta época de sequía y de clima tan extraño.

Un día antes del paseo y ante un pronóstico reiterado de lluvia, decidí que mojarme en cerro conocido era mucho mejor que en un cerro por conocer y comuniqué a mis amigos que iría con los Malayos al Cerro Carpa.

Domingo 6 AM. Comienza la jornada preparando con rapidez mi mochila para estar a tiempo a las 7 AM en el punto de reunión, en donde me pasaría a buscar René, un gran amigo malayo. Una vez que recogimos al gran David, nos fuimos hacia el punto definido al final de Av. La Dehesa en donde esperábamos encontrar al resto de Malayos. Fue un tanto sorprendente notar que el pronóstico del clima hizo estragos en nuestro Club, ya que solo llegaron 15 Malayos al desafío. Debo indicar que en los últimos paseos nunca bajamos de 40 asistentes, por lo que quedamos muy sorprendidos.

Bueno, nunca ha sido un problema la asistencia, recuerdo paseos con tres malayos y otros con 70 integrantes, así que nos preparamos para iniciar nuestro paseo. El cielo amenazador y un frío que cada vez se intensificaba más. Sin embargo, el esfuerzo del ascenso pronto nos puso en estado calórico y debimos detenernos a sacarnos algo de ropa para continuar.

Cuando ya llevábamos algo más de una hora de ascenso, el cielo bastante ennegrecido nos arrojó una ventolera de miedo, varias veces perdí el equilibrio y comenzó una fina lluvia, preludio de todo lo que vendría. En ese punto 5 malayos que no contaban con la ropa adecuada para seguir o bien no quisieron arriesgar un resfrío, decidieron retornar. El resto, añadimos una tercera capa a nuestra vestimenta y nos decidimos hacer frente al clima y seguir la marcha.

En la medida que el frío seguía lastimándonos y las ráfagas de viento arreciaban, nos establecimos metas intermedias para que nos sirviera de aliento y sentir que todo este esfuerzo seguía siendo divertido y que valiese la pena.

Decidimos que llegar al Portezuelo era alcanzable y a medida que seguíamos ascendiendo, nos pareció que nada nos detendría hasta que llegáramos por lo menos al Cerro Conchalí. Y así fue, aunque intenté que algunos se sumaran a continuar un poquito más, la verdad es que era suficiente y el Conchalí era una meta adecuada para las condiciones climáticas. la verdad es que estaba muy frío y cuando ya todos habían llegado a la cima, se largó a nevar, con lo cual debimos acelerar nuestro menú malayo para poder bajar. Un menú extraordinario como siempre, con chocolates, turrón, maní al ciboulette y otras delicias comestibles, además de rico té con diversas preparaciones.

El viento y la nieve nos obligaron a bajar con tiempo apenas suficiente para las fotos de rigor y anotarnos en el cuaderno de cumbre que otro Club dejó para la posteridad en una caja metálica. Dejamos nuestros nombres y el de nuestro Club Malayo como corresponde y comenzamos el descenso.

Contra todo pronóstico, a medida que bajábamos, el tiempo comenzó a ser más benigno y ya a la mitad del recorrido nos habíamos despojado de nuestra tercera capa y algunos, de hecho, íbamos solo con lo indispensable ya que el calor corporal comenzaba a notarse.

Alrededor de las 15 horas ya estábamos de regreso y tras los abrazos y despedidas, volvimos a nuestros hogares, orgullosos y contentos por haber vencido una vez más la comodidad y las penurias de un mal clima, para cumplir nuestro dichoso rito de ir a la montaña a limpiar el alma y los pulmones una vez por semana.

Gran paseo malayo!!!

Travesía Altos del Lircay a Siete Tazas : maravilloso paseo

Por casualidad me enteré pocos días atrás que algunos malayos estaban organizando una travesía por la VII Región, un trekking de montaña que cruzaría desde el Parque Nacional Altos del Lircay hasta el Parque Inglés y las deliciosas Siete Tazas, maravilla de la naturaleza prodigiosa en la zona del Maule.

Claramente era un imperdible para mis disfrutes de montaña y rápidamente adherí al desafío. Un total de 19 entusiastas amantes de la naturaleza y la aventura nos inscribimos y sobreviviendo a  intensos días de jornadas laborales brutales, me encontré armando mi mochila a medianoche de un jueves santo para levantarme a las 4 am de un viernes reputadamente santo para algunos y comienzo de una gran aventura en la madre naturaleza para nosotros.

5 am en punto, prácticamente todos estábamos en el punto de encuentro para abordar los vehículos que nos trasladarían hacia el Parque Altos del Lircay, una reserva nacional en la zona de Talca. Considerando las pocas horas de sueño, gran parte del camino dormité intermitentemente, observando que mientras aclaraba la mañana comenzaba a llover. De pronto, convencido que no había pegado pestañas, me encontré en un camino rural y la lluvia era de pronto una nevazón. Así partía nuestra aventura, con una tremenda nevada que sería fuente de los más hermosos paisajes que hasta ahora mis ojos registran este 2011.

En el camino recogimos a dos integrantes del equipo, quienes bajo la lluvia esperaban bien equipados, el paso de nuestra pequeña caravana. Uno de ellos, Pepe, un veterano de 72 años no dejó de sorprenderme, pues era compañero de infancia de uno de nuestros malayos notables cuya edad física (70 años) no se condice con su extraordinario estado físico y delicioso buen humor.

Una vez que ingresamos a la Reserva Altos del Lircay, bajo la incesante nevazón, tuvimos que vestirnos para la ocasión. Por suerte, todos estaban advertidos de la «probable llovizna» que anticipó Ricardo (el metereólogo ‘mula’  del equipo, siempre gran valor!!!).

Ya estábamos ahí, solo había que seguir adelante con todo el entusiasmo que siempre nos anima. Comenzamos a caminar, ya cerca del mediodía, pagamos la entrada al Parque y comenzó la aventura!!

Los paisajes maravillosos de un bosque nevado, el silencio y la quietud de una naturaleza que reposa extasiada en la nobleza del blanco eterno, fue nuestro acompañamiento virtuoso mientras caminábamos adentrándanos en la cordillera. Un momento delicioso fue cuando sentí unos sonidos extraños que repentinamente  se transformaron en las imagenes de unos preciosos pájaros carpinteros picoteando en uno de los innumerables árboles del parque y extasiados, nos dispusimos a buscar los mejores ángulos para fotografiar esa rutina cordial de estos hermosos pájaros que con su cabeza roja y cuerpo negro resaltaban en la hermosura blanca del bosque.

Caminamos incesantemente hasta que la luz natural nos acompañó y el frío nos advertía que era necesario hacer campamento. Aplanando un poco la nieve y colocando plásticos, montamos nuestras carpas y junto a mi cordada, Eduardo, iniciamos el ritual de preparar una buena y reponedora cena una vez que guardamos nuestras cosas bajo la carpa. Una sopa de crema de champiñones bien caliente para reponer el calor (la temperatura ambiental estaba a nivel cero), luego preparé un couscous mediterráneo con cubos de atún salteados en aceite de olivas, con lo cual saludamos la noche con sabores exquisitos y muy merecidos. No pasaba de las 22 horas y ya estábamos listos para dormir y recuperar fuerzas pues la jornada siguiente sería dura, se avizoraban  muchos e interminables ascensos y descensos por la cordillera.

Temprano, pero no demasiado, despertamos con un día maravilloso, de esplendoroso sol y un cielo azul sin nube alguna. Por el frío tremendo que vivimos esa noche, tuvimos la primera baja del equipo. Pepe, veterano montañista toma la decisión de devolverse, en esta ocasión no estaba en condiciones de seguir y tras las coordinaciones pertinentes, se queda en el campamento para regresar hacia Altos del Lircay mientras el resto de nosotros emprendía la caminata según lo acordado.

Fue un día intenso, demasiado, me vi obligado a forzar la marcha del grupo cuando constataba que mientras no salieramos de las pendientes sería imposible acampar. Con la complicidad del gran León, fuimos fijando metas de avance, una tras otras, hasta que al borde del crepúsculo, fuimos capaces de llegar al bosque en el valle en donde era posible armar campamento. Fueron 10 horas de marcha sin almuerzo, solo con nuestras raciones de marcha por una interminable secuencia de subidas y bajadas de cerros y sobretodo venciendo el temor de estar equivocados con la ruta, ya que en varias ocasiones, la ruta del GPS no respondía a la intuición y de verdad pensé que ibamos en la dirección contraria. Es necesario aclarar que con 30 cm de nieve no es fácil ver senderos ni mucho menos.

En un lindo bosque de robles, armamos nuestro segundo campamento. A estas alturas, uno de nuestros malayos iba lesionado en una rodilla y eso retrasó a la retaguardia un tanto, pero finalmente todos pudimos llegar y concentrarnos mientras oscurecía la noche en el campamento.

Lo rico era saber que ya estabamos en la parte de la travesía en que ya no habría ascensos de cerros y que seguiamos juntos y en condiciones de continuar la aventura. Esta noche, con mi cordada partimos por disfrutar una rica sopa de fideos y pollo y una deliciosa botella de vino, la que alcanzó para varios improvisados contertulios. Luego preparé un puré de papas al ciboulette con salame italiano, deliciosos (al menos no sobró nada), mientras conversábamos bajo una nube de estrellas en un cielo perfecto.

Nos fuimos a dormir cerca de las 23 horas, con poco frío por suerte y con la esperanza que se pudiera secar la ropa y el equipamiento absolutamente sobrepasado en sus especificaciones tras 10 horas de caminar por tanta nieve. Mis botas de montaña chapoteaban en su interior, por primera vez viví el constatar que mi equipamiento fue superado ampliamente por la naturaleza.

7 de la mañana, comenzamos a preparar desayuno y a derretir nieve para asegurar una provisión de agua para una nueva jornada de intensa caminata. Hoy era el día final y había que asegurar que todo el grupo llegáramos sano y salvo al destino. A menos de 100 metros del campamento que abandonábamos descubrimos que había un río, me sentí muy torpe considerando el tiempo que gastamos en hacer agua de la nieve, cuando había en abundancia de agua tan cerca. Bueno, un aprendizaje más.

Caminamos hartos kilómetros mientras ingresábamos al Parque Inglés rumbo a Siete Tazas, que hermoso paisaje, es impagable tanta belleza, cruzamos varios riachuelos y tomamos muchas fotografías. Finalmente, hacia las 14 horas del domingo, llegamos a nuestro destino, en donde nuestro transporte nos esperaba. Un momento mágico, la alegría de haber cumplido nuestra misión, el éxtasis de haber vencido nuestras miserables limitaciones corporales y haber gozado solo naturaleza salvaje por tres días, que maravilla!!

Contentos y desbordantes compramos cervezas heladas y bebimos la alegría, acomodamos nuestro equipaje y nos fuimos a Siete Tazas, a minutos de distancia con el único objetivo de disfrutar la maravilla que la naturaleza prodigiosa de nuestro lindo país nos regala. Hermosas fotos tomamos en este celestial lugar y luego partimos de regreso considerando que cumpliríamos la promesa de pasar al Juan y Medio en Rosario.

Maldito taco que nos retrasó horas, pero nada nos impediría cumplir nuestros sueños y llegamos finalmente a cenar al lugar elegido. En el viaje, solo para entreternos, conversamos de cuanto tema era posible y hasta fuimos testigos del nacimientro de una nueva religión, el Gabrielismo, su ‘santa referencia’ viajaba a mi lado, quedamos expectantes acerca de la posibilidades futuras que nuestra  malaya Gaby desarrollará en su cometido apostólico. Me recuerda tanto el candor juvenil de L.

La cena abundante, pantagruélica y exquisita, nos dejo listos para dormir en el resto del viaje hasta santiasco. De hecho, solo desperté un par de veces para constatar que seguiamos en un taco horroroso, aunque no era problema, despues de todo habíamos cumplido un gran deseo y las sonrisas en nuestra caras nos delataban permanentemente, que bien lo habiamos pasado!!

Qué gran  paseo, qué lindo grupo, los Malayos en acción una vez más!!!

Horcón de Piedra : gran aventura

Visitar esta zona cercana a la Laguna de Aculeo y hacer trekking por casi 12 horas fue un desafío que 45 malayos aceptaron. Siempre me pregunto si algún día se agotará la energía de mi querido club pues a todos los desafíos llega una multitud de entusiastas y buenas personas.

Un despertar muy de amanecida, pues debía estar en mi punto de encuentro a las 6:35 horas. Puntualmente apareció un nuevo malayo y una vieja amistad al mismo tiempo, de hecho nos conocemos del tie,mpo en que trabajábamos en nuestras tesis en la universidad. Cómo pasan los años y podemos reencontrarnos en algo tan disfrutable como un paseo malayo!!.

Llegamos al punto de encuentro general en la carretera y de ahí nos dirigimos hacia Altos de Cantillana, una reserva natural privada, algo novedoso para nuestras habituales salidas.  La fundación a cargo, posee 10 mil hectáreas de esta zona mediterránea con gran biodiversidad y hermosos paisajes.

Bien planificado como siempre por el gran David, tendríamos un paseo en dos etapas, de manera que de acuerdo al estado físico e interés de los participantes se podría llegar hasta las Pozas de Las Canchas, un lugar delicioso para descansar e incluso darse un baño en aguas cristalinas y el resto poder seguir hasta la cumbre del Horcón de Piedra.

Fue una jornada agotadora para quienes seguimos hacia la cumbre, ya que dejando la zona de Las Canchas, el camino se pone muy pesado y son hartos kilometros de subida. No obstante ello, 20 malayos alcanzamos la cumbre y disfrutamos el menú malayo, el rito gozoso de compartir un rico almuerzo en la cumbre.

Luego de un breve descando iniciamos el regreso, lo que normalmente se siente demasiado extenso, demasiado. Sin embargo, la sonrisa y el estado de felicidad no se amilana a pesar del cansancio evidente de todos nosotros.

Lindo paseo y hermoso lugar. Dejo fotos para el recuerdo.

Ascenso al cerro Manchón : gran experiencia

Este lindo cerro es quizás el  menos conocido de aquellos que se encuentran en la zona de Yerba Loca. De hecho constituye un punto de observación entre los cajones de Yerba Loca y la Disputada, con una vista en primer plano de los cerros La Paloma y El Plomo.

Originalmente ibamos a ascender el cerro Minillas con los malayos, pero por esas cosas de la vida, terminé acordando una salida distinta con un malayo amigo.

Nos juntamos a las 7:00 AM y partimos rumbo a Farellones, específicamente hasta el estacionamiento de la Mina Disputada, en donde iniciamos el disfrute de montaña alrededor de las 8:15 AM.

Partimos con un día soleado, aunque con una temperatura algo baja. El ascenso se inicia con una gran pendiente, por lo que a los 15 minutos ya nos estabamos desabrigando, pues ya transpirábamos abundantemente. El sendero se pierde rápidamente y hay que guiarse por referencias más globales y algunos hitos que van apareciendo.

Tras un par de horas, las nubes comenzaron a nublar todo. Un fenómeno muy especial, ya que parecían nacer del valle que da hacia la mina y como si fuera broma, las nubes se estacionaron exactamente encima del nuestro destino, el cerro Manchón.

Cinco horas y fracción de paseo para lograr la cumbre y comenzar nuestro pequeño banquete malayo, inscribirnos en la libreta de cumbre y dejar un presente para los próximos visitantes.

El regreso fue la oportunidad de tomar lindas fotos del paisaje de montaña, pues aunque no pudimos disfrutar de la vista de los otros cerros (nuestro objetivo), igual el paisaje es notable.

Muy cansados regresamos a Santiasco, pero profundamente alegres por el logro conseguido.

DIM : 12 años celebrando la montaña

Pensar que un disfrute de fin de semana que hace 12 años iniciaron unos pocos, hoy sea motivo de celebración para alrededor de 80 amantes de la montaña y que la base de datos de nuestro club ya anote más de 400 integrantes, la verdad es que resulta insólito y al mismo tiempo un gran movilizador del entusiasmo y la buena onda que tienen este fantástico Club Malayo. El DIM, Día Internacional Malayo, es una gran fiesta!!.

La diversidad, la tolerancia, la solidaridad y sobretodo las ganas de disfrutar sanamente en nuestra hermosa cordillera, nos reúnen todos los fines de semana. Aunque no siempre suben los mismos, se repiten los valores que nos unen y que permiten que tantas personas distintas podamos disfrutar juntos no solo un buen ascenso a un lindo cerro sino que además ser capaces de compartir con alegría un menú malayo, esa excusa que inventamos para hacer más disfrutable aún cada paseo. Son muchos quienes nos esmeramos en llevar algo rico o distinto en nuestras mochilas para deleite de todos en ese instante maravilloso en que celebramos estar juntos en la montaña.

Me siento orgulloso de ser un malayo y compartir con gente maravillosa cada semana. Al fin y al cabo, no celebramos tanto el llegar a la cumbre sino que mucho más, el estar juntos disfrutando la belleza de la  naturaleza y la humanidad.

Felíz cumpleaños malayos!!!!

Volcanes en Atacama: una experiencia increíble

Como es habitual, planifiqué una experiencia total  para octubre, un mes especial para cumplir los objetivos del año. Con mi gran amigo polaco Zdzislaw nos propusimos ascender volcanes de Atacama por unos cuantos días de vacaciones y comenzamos con meses de anticipación definiendo objetivos y condiciones para cumplir nuestros malayos sueños de cumbres.

Embarcados en un vuelo de LAN, llegamos  a Calama y luego nos trasladamos a San Pedro de Atacama a un Hostal (Casa Adobe) que sería nuestro centro de operaciones. Si bien habiamos planificado el viaje para dos, un afortunado evento nos haría parte de una expedición con una compañía de primera, Krzysztof Wielicki y su compañera (Cathy) serían parte de nuestra aventura (Krzystof  Wielicki vino invitado al programa del festival de montaña BANFF 2010).

Wielicki es una leyenda del montañismo, desde el año 1980 este polaco ha subido en solitario y en invierno las cumbres de los 14 ochomiles del mundo. Un honor mayúsculo que casi nos daba susto y que bien merecería un título de doctor honoris causa del Club Malayos para Krzys.

El primer ejercicio fue el ascenso del volcán Lascar, una experiencia fallida ya que literalmente nos enterramos en la arena con una camioneta que no era 4×4 (aprendizaje: jamás arrendar algo distinto a un 4×4). La señalización  claramente era equívoca y nos internamos en un banco de arenas que nos dejó varados a 4 mil metros.

En definitiva, tuvimos que acampar a 4.100 msnm para finalmente en el frío de la noche admirar la belleza  de un cielo maravilloso. Cocinamos y bebimos un rico vodka con coca cola para pasar el frío e irnos a dormir.

A las 2:30 AM, Wielicki y señora decidieron que era una buena opción para subir el Lascar y nos invitaron al desafío. Pero sabíamos que el desnivel era muy grande y el frío terrible. Tras unas horas ellos volvieron al improvisado campamento y nosotros nos sentimos menos miserables por no haber ido.

Desayunamos abundantemente y aclaramos que la única opción era caminar hacia el pueblo de Talambre en donde quizás podríamos conseguir una camioneta para poder remolcar la nuestra. Efectivamente, por un precio algo excesivo conseguimos una camioneta 4×4, pala y tablas para poder sacar nuestro transporte de la arena. En el intertanto, decidí visitar la quebrada de Talambre, a unos 7 kms de distancia. Con bastante esfuerzo (caminando bajo el implacable sol)  logré alcanzar a un grupo de investigación universitario que me antecedía (un artículo que aparecerá en el perjurio), ellos con preocupaciones científicas y movilizándose en camioneta   y yo solo disfrutando a pié). En definitiva,  pude ver hermosas representaciones de los animales de caza de la época,  muchos vestigios de vida y cultura, Varios kilometros de vivencias, unas increíbles muestras de esos pueblos originarios. Dejé registro fotográfico de esto.

Rescatada nuestra camioneta, volvimos a San Pedro y nos propusimos alcanzar nuestra meta al próximo día.  Efectivamente a las 4 AM partimos los cuatro  hacia el volcán Lascar, casi tres horas de acercamiento hasta la base de esta linda montaña y luego a caminar.   El olor a azufre de las abundantes emanaciones del volcán no fueron impedimento para nuestro periplo, aunque el frío derivado del persistente viento nos obligó a abrigarnos con todo lo que llevábamos. En esta ascención nos dimos cuenta que hay estilos diferenciadores. Wielicki y señora, dejaron todo su equipaje en el cráter y enfrentaron la cumbre sin nada, mientras nosotros seguimos apegados a nuestras mochilas. Ellos llegaron a la cumbre y bajaron de inmediato, una fórmula distinta a los malayos, ya que para nosotros cada cumbre es fuente de disfrutes compartidos, un gran evento malayo.

Volvimos a San Pedro de Atacama, para preparar nuestra siguiente aventura. el ascenso al Sairekabur, un lindo cerro de casi 6 mil metros (en la literatura va de 5970 a 6040 msnm), que más allá de toda consideración nos desafiaba de todas maneras. Para esta ocasión, nos acompañaría solamente  Cathy, compañera de Krzysztof, ya que él predijo que no iría porque debía asegurar su presentación de ese día en Banff, una verdadera admonición como veremos.

El ascenso al Sairekabur fue muy dificultoso por su compleja aproximación de rocas y el viento persistente que nos llevó a temperaturas bajo los 20 grados bajo cero. Una vez alcanzada la cumbre, regresamos a la camioneta que nos esperaba a 5.600 msnm y que como Wielicki intuyó nunca partió.

Tras varias horas de espera,  un amigo de nuestro guía llegó al rescate (con las piernas congeladas) y con ideas absurdas como empujar la camioneta hasta donde había quedado su vehículo (a más de 40 minutos caminando en bajada). En concreto, después de empujar la camioneta por más de 5 km, llegamos a la conclusión que lo único razonable era abandonarla y llegar lo antes posible al vehículo habilitado para bajar de la montaña antes de congelarnos.

Si bien salvamos de buena forma, bajando de la montaña apilados 8 personas en una cabina para 4, es destacable que el buen humor y la buena onda hicieron posible este regreso.

Krzysztof estaba endemoniadamente molesto cuando regresamos, después de todo su mujer estaba desaparecida por muchas horas (todo el día). En fin, llegamos a San Pedro, con la musculatura  adormecida y el alma reconfortada.

Para rematar las últimas horas de estas vacaciones decidimos que a pesar que no podríamos subir el volcán Licancabur, el sueño de mi polaco partner, iríamos a ver el entorno (los imprevistos lamentablemente nos robaron dos días). Así que muy temprano pasamos a Bolivia, a la reserva nacional Eduardo Avaroa con nuestro fotográfico objetivo.

Apenas instalados en el refugio, salimos a pasear. Caminamos por el borde de la laguna blanca, disfrutando la belleza del altiplano y del vuelo esquivo de las aves, para ir aproximándonos a la laguna verde, en sus dos verdes sabores encantando el maravilloso entorno de cerros y perfiles montañosos. Cada pisada crugiente en ese salar fue  un impulso neuronal en mi mente, belleza y silencio que se agradece.

Al regreso en el  refugio, cocinamos una deliciosa cena a la que Don Macario, el gran señor del Licancabur, se sumó gustoso. Terminada la cena, salimos al frío para disfrutar el espectáculo de millones de estrellas en un cielo perfecto, una belleza ininterrumpida por nada, silencio y oscuridad total, maravilloso!!!!!

Al siguiente día iniciamos el regreso con el regocijo marcado en nuestro cuerpo y mente. Unas vacaciones excepcionales!!!!!!

Casa de Piedra : prueba de humildad

Un nuevo domingo en que despierto de madrugada para ser parte de un disfrute malayo. Debía estar a las 7:45 horas en Tobalaba con Bilbao, antes de lo cual debía desayunar y preparar la mochila. Había que cargar algunas delicias para incluirlas en el menú gourmet de montaña, una dieta malaya acorde a la ocasión.

Tras encontrarnos con rigurosa puntualidad, a las 8 de la mañana ya estábamos en el acceso del Parque Mahuida. En total 11 invitados al paseo.

La subida fue guiada por Marcos ya que conocía la ruta y las marcas que había hecho en ascenso anterior. La verdad, es que el sendero era fácil de perder y al paso de las horas, quedamos convencidos que para el regreso deberíamos viajar bastante juntos para no perdernos.

Tres horas y 15 minutos fue el lapso de tiempo que tardamos hasta la Casa de Piedra, un lugar fantástico pues es una construcción natural de rocas que bien puede servir de refugio (natural a pesar de los desagradables rayados que algunos dejaron en sus rocas). Un poco más allá la caída de agua desde alguna vertiente y la sombra de lindos árboles autóctonos, nos dieron cobijo agradable para nuestro banquete.

Comenzamos con unas aceitunas al ajo, acompañadas de un exquisito queso con hierbas. Preparé unos choritos con limón y sal que gozamos entre todos, luego frutas secas, higos y ciruelas que por ahí aparecieron, para continuar con uvas, frutillas y duraznos. Finalmente, el placer del turrón con almendras y el café en grano. Delicioso!!!!.

Con el potente sol de este domingo, llegó la urgencia de comenzar el descenso y así lo hicimos. Conversando animadamente, un grupo nos adelantamos un tanto y en algún punto debimos dividir el grupo, pues algunos queriamos regresar más rápido a nuestros hogares. Ahí, fue que el grupo se dividió en dos y Horacio, David, Hernán y yo comenzamos un periplo destructor de egos. Me refiero al hecho, que este paseo que, en principio, parecía no tener ninguna dificultad, se nos transformó en una buena lección de humildad. La montaña siempre tiene algo que enseñarnos.

Habíamos bajado bastante convencidos que ibamos por el camino correcto, hasta que caímos en la cuenta que estábamos perdidos. Si, perdidos de verdad. Un poco antes, hubo una caída increíble (por un momento vi los pies por sobre la cabeza del afectado, como dijo alguien, hizo una chilenita volando por los aires). Buscamos una y otra vez referencias reconocibles, pero éstas se escabullían, hasta que logramos divisar una importante, pero estaba a una quebrada de distancia y no había forma fácil de cruzar. Con maña y paciencia, hicimos un recorrido por el cerro hasta encontrar un punto en que pudieramos cruzar, fue duro, sobretodo para los egos.

Finalmente, logramos regresar al punto de partida del paseo, reflexionando mucho sobre nuestra soberbia y la maravilla que significa poder disfrutar, como si fuera una meditación, la montaña. Cansados y algo agobiados, regresamos.

Buen paseo, disfrutable y aleccionador.

Ascenso al Cerro El Plomo : experiencia 5 estrellas

A pesar del enorme cansancio físico que tengo en estos momentos, no puedo dejar de comentar la experiencia vivida estos últimos días y que se coronó mágicamente esta mañana cuando llegamos a la cumbre de esta majestuosa montaña del valle central. Basta decir que desde su cumbre es posible dominar visualmente todo el valle y solo se ve grande el Aconcagüa a la distancia. No he visto postales capaces de presentar algo tan hermoso.

Estuve toda la pasada semana preocupado de estar suficientemente preparado para este desafío, no solo adquirí ropa adecuada sino que pedí prestado (tengo un angel de la guarda) y también arrendé parte del equipamiento requerido. Debo reconocer que el montañismo no es un dominio muy top de mis habilidades, pero me declaro un enamorado de la naturaleza y sobretodo de la maravillosa experiencia que entrega a quienes practican este notable deporte.

Consejos más o menos, lo concreto que al atardecer del día viernes me embarqué en esta majestuosa aventura. Hasta conseguí transporte (no había opción, se necesitaba un vehículo) para llegar hasta el sector del primer campamento, allende La Parva.

Un viaje de más de dos horas, en una noche despejada y estrellada, nos dejó en condiciones de armar un primer campamento con quienes acudimos a la cita, todos entusiastas miembros del Club Andino Los Malayos (me incluye). María Paz, Regina, Ignacio, Hernán y Edward, dormimos esa noche en ese primer acto.

Muy temprano, el día sábado, fueron llegando el resto de los comensales de este filete montañero. Dado el esfuerzo físico del desafío a vivir, se consideró la participación de una cuadrilla de mulas para trasladar las pesadísimas mochilas hasta el segundo campamento. Esto implicaba quedarse solo con lo indispensable para la larga marcha hasta el sector de La Hoya, preludio del ascenso a El Plomo. Muchas, demasiadas horas de caminata de sube y baja, cerros y valles, bastante agotador, pero con la meta en la mente, todo valía.

Las mochilas quedaron en el sector Federación (menos punero que La Hoya), lo que dividió al grupo en dos, los que dormirían en Federación y los que subimos a La Hoya a pernoctar (esto ganaba una ventana de tiempo para la madrugada del domingo). La conversación del grupo fue muy divertida, especialmente por los agudos y jocosos comentarios de Giovanni, todo un personaje y un gran malayo. La parte más docta la puso Claudio, líder del grupo (el único que antes había hecho cumbre), incluso nos enseñó a usar los crampones (hasta abrocharlos es difícil, poh)

En La Hoya, cenamos abundantemente y alrededor de las 20 horas todos a dormir (esto es lo más freak de aceptar en mis comportamientos, pero lo acepto por ser una regla del montañismo). Durante la cena, conocí a mi cordada (compañero de ascenso), «Coco» con quien solo había tenido una previa conversación telefónica para repartirnos peso en nuestras mochilas.

Tres y quince de la madrugada del domingo, despertador del celular mediante, salí de mi carpa a la increíble noche estrellada y al apresuramiento del grupo que haría ascenso. Un rápido desayuno y todos ya queríamos partir, Ignacio, Hernán, Claudio, Coco, Nicolás y yo. Cabe destacar que era una noche excepcional y estaba completamente despejado, a diferencia de las últimas semanas, en que el clima había sido terrible (nevazones, hielo, temperaturas imposibles). Un buen auspicio para esta incursión.

Un poco desordenados, comprensible por el entusiasmo, partieron presurosos algunos y otros ni nos dimos cuenta. Minutos después, Coco y yo salimos detrás de las pequeñas luces que todos llevábamos en nuestras frentes. Un largo ascenso, que a veces me hacía preguntarme ¿qué hago aquí?. Hay que entender que el ascenso estaba programado para un máximo de siete horas y había una hora fatal límite, si a mediodía no habías llegado a la cumbre debías devolverte. Eso le ponía mucha tensión al cuento.

Junto con mis preocupaciones por esta aventura a lo desconocido durante la pasada semana, me había mentalizado mucho en cuanto a enfrentar este desafío desde la mayor humildad posible, ante la montaña portentosa, el ser humano es francamente insignificante y debía estar atento a mis evidentes limitaciones.

En la práctica, dada la ventaja que tomaron los mejor preparados, ascendimos Coco y yo solos. Dejé que él fuera adelante y de esa manera, me permitía ser consciente de todas las variables que nos afectaban. El ascenso era extenuante y cada cierto tiempo, debí preguntar a mi cordada si ya era suficiente, ya que si él o yo no podíamos seguir, nos devolveríamos (hacerse el valiente es mal negocio en la montaña y yo había decidido no correr riesgos). Por fortuna, cada vez nos repusimos y pudimos seguir. Incluso nos perdimos (de noche, todos los senderos se ven iguales, a pesar de haber estudiado la ruta) e hicimos un escalamiento asqueroso por un enorme montículo de acarreos terrible (había que seguir ascendiendo porque era imposible bajar). Pero no nos amilanamos y seguimos. Cruzamos el glaciar con el primerizo aprendizaje sobre crampones del día anterior y seguimos adelante. Lo concreto que de repente y ya bastante extenuados, nos encontramos con el trío que se adelantó y que venía devolviéndose de la cumbre debido al frío, con lo que supimos que no solo habíamos hecho un buen trabajo de equipo sino que a menos de 5 minutos estaba la cumbre. Fue un chorro de energía para mi compañero y yo, nunca habíamos ascendido tan rápido y en menos del tiempo presupuestado, estábamos abrazándonos y celebrando nuestra cumbre en El Plomo. Este ascenso yo lo había dedicado con anticipación a alquien increible y estoy felíz de haber cumplido mi objetivo. El espectáculo que se ve en la cumbre es demasiado hermoso, no me atrevo a resumirlo, es magnífico.

Lo increíble es que a mediodía ya estabamos en el campamento, es decir en ir y volver de la cumbre tardamos menos de 8 horas. Esto incluye tres caídas mías con diversas heridas que las anoto gustoso y mentalmente como parte de la experiencia. Estábamos felices, fue una experiencia muy emocionante y gané un amigo en el trance.

El regreso a Santiasco fue quizás más extenuante todavía, ya que recién a las 21 horas logré ingresar a mi departamento, tras muchas horas de agotadora caminata y un viaje motorizado de casi hora y media. El cierre de oro, fue la recepción que Los Malayos nos tenían en La Parva, cafe de grano exquisito y agua mineral ligeramente gasificada. Grandes Los Malayos y especialmente el gran David.

Finalmente, aquí estoy cansado pero felíz de contar esta aventura filete (aunque he resumido groseramente ya que sería demasiado extensa la crónica), una de mis experiencias más emocionantes y digna de inaugurar este 2008.

Recomponiendo la realidad : mejor ropa y algo más

Este último día del año, por fortuna no hábil en mi oficio, vestí mi nueva tenida de krrtrekking, un regalo de exquisito buen gusto que recibí en estos días de navidad, para salir de compras (algo que no me gusta por definición, pero que hoy era indispensable).

Me fui directo a Chile Montaña (http://www.chilemontana.cl/), una tienda especialista en implementos para montaña. Mi percance del fin de semana, no me dejó impávido y decidí que tenía que resolver el cuento con buena asesoría. Tras una conversación de más de dos horas, me nutrí de buenos consejos, aprendí de materiales nuevos, conocí ropa increíble (que me habría sido muy útil de haberlo sabido) y adquirí una tenida técnica completa para hacer frente a mis nuevas aventuras, preparado como corresponde. Salí de la tienda pensando que si hace diez años hubiera necesitado algo como esto, no habría podido encontrarlo, ya que el desarrollo de estas tecnologías es bastante reciente. Me maravillo del ingenio humano que aprende copiando de la misma naturaleza y lo reproduce a voluntad (por ejemplo el pelo de oso polar).

Contento de haber hecho una buena inversión, me fui a recorrer librerías para dejarme seducir por algo nuevo. Encontré un par de títulos, uno ya conocido pero que será un buen regalo para alguien quién, a pesar de su abultada edad, no ha descubierto como fue mortalmente condicionado por sus padres para tener los comportamientos que detenta (de Alice Miller, El drama del niño dotado). El otro libro, también pretendo regalarlo, pero no resistí la tentación de leerlo primero, magnífico, estaba mal clasificado en la tienda, pero por fortuna ya que si lo hubiese buscado no lo habría encontrado. No lo comentaré para dejar el asombro intacto en quien lo recibirá. Me acompañó deliciosamente en el almuerzo que vendría.

Después de esta incursión consumista (al fin y al cabo, hay días que tengo que salir de compras), decidí que el último día del 2007 bien merecía un regalo gourmet, así es que me fui presuroso a mi tetería predilecta, que en realidad es un gran restorán francés, Le Flaubert.

Me instalé en la terraza, adoro las terrazas en verano, para solicitar antes que todo, la carta de vinos. Esta vez, quería disfrutar un vino espectacular y encontré un Pinot Noir Leyda del Valle de San Antonio (gran terroir para esa cepa). Añadí entonces, una deliciosa Corvina Flaubert, un buen trozo de corvina cocinada al vapor, cubierta con una salsa de mantequilla, camarones y cubitos de palta, rociada con toques finos de perejil y acompañada de unas papas cocidas al dente, a las que espolvorée delicadamente con pimienta. Un plato espectacular aunque me quedé pensando que en vez de papas podría haberse acompañado con algo atomatado, quizás un couscous al tomate, en fin, igual estaba delicioso y bien maridado con el tinto que mantuve a buena temperatura en una cubeta con agua y hielo.

De postre, elegí un helado de maracujá, 100% fruta y preciosamente presentado, una maravilla este Sol de Maracujá. Luego, como casi es obvio, pedí un rico té verde perfumado, el Pharaon, pletórico de aromas de papayas, fantástico.

Con mi sistema digestivo trabajando por placer, me fui a rastrear buena música. llegué a la galería El Patio para visitar mi disquería preferida, Kind of Blue. Tras escuchar varios CD’s, me regalé un disco del talentoso Pedro Greene, Pebre, un disco antiguo que no había encontrado antes.

Gran día, ahora solo queda esperar el cambio de año. Chao 2007, gracias, lo disfruté mucho.

Cerro La Leonera : dicen que es fácil

Con un cordón montañoso único en el mundo, Santiago ofrece increibles opciones a la hora de hacer algo de montañismo. Este fin de semana, fui invitado a ascender un cerro de la categoría 5.000 metros.

Me levanté a las 6 de la madrugada del sábado ya que a las 7 me pasarían a buscar. Como era una novedad en mis carretes, asumí casi todos los consejos de mis amigos más experimentados, aunque con las limitaciones de mi escaso equipamiento y algunos prejuicios personales (como por ejemplo, nunca tanto frío). Cargué alimentación adecuada para el esfuerzo, ropa, utensilios y buena onda (era un viaje a lo desconocido).

Con cuatro participantes en la camioneta, nos dirigimos hacia los centros invernales de Santiago (Farellones, La Parva, etc.) y subimos en la 4×4 hasta el último andarivel, en donde estacionamos. Un día que prometía bastante calor. Tras unos minutos de espera, se juntó un grupo de 15 montañistas, la mayoría de los cuales pertenecientes al Club de Los Malayos (ya les conté sobre ellos).

Tras los saludos de rigor, cargamos en los hombros nuestras mochilas. La mía pesaba más de 20 kilos, mucho más que cualquiera de mis otros paseos. Pero bueno, siempre hay una primera vez, sobretodo si llevaba una carpa y suficiente agua para cubrir mis necesidades de hidratación que son bastante más que las del resto (la hiperhidrosis me pasa la cuenta).

La caminata hacia Cancha Carrera fue fulminante para mi cuerpo, aunque hicimos un tiempo impecable a pesar del ardiente sol que nos acompaño. En el punto en que confluyen las rutas hacia el Cerro El Pintor y al Cerro La Leonera, nos detuvimos a almorzar pasadas las 14 horas. Estuvo exquisito, incluso con un temblor bastante fuerte que se hizo sentir mientras estábamos en el lugar.

Seguimos hacia el lugar en donde haríamos campamento a 4.200 metros de altitud. Allí empezó a flaquear la fortaleza física pues el dolor de cabeza mío y de varios compañeros se hizo notar. La puna comenzó su trabajo.

Armamos campamento y nos dispusimos a preparar una temprana y potente cena. Contra todas mis definiciones personales, cenamos antes de las 19 horas y con un sol a todo dar. Como sea, cerca de las 20 horas, casi me averguenzo de comentarlo, me metí a mi carpa y me dispuse a dormir.

Falso, no dormí nada. Cometí un gran error y dejé los sacos de dormir con la cabeza más abajo que los piés (terreno de cerro no?) y luché toda la noche con el frío (tenía puestos 3 camisetas, un polar, un gorro de lana y dobles calcetas en los piés, además de los pantalones y mi saco para -12 °c) y el ahogo (la sangre se iba a mi cabeza y como hay poco oxígeno, lo tomaba todo y mis pulmones reclamaban con la sensación de ahogo). A alguna hora de la madrugada, me di cuenta de ello y con el implícito permiso de mi cordada (mi compañero de ascensión), di vuelta mi saco y creo que dormí diez minutos, ya que a las 4 de la madrugada sonó mi despertador. Bueno, la inexperiencia se paga, así que me puse un cortavientos, mis botas de montaña y salí de la carpa al espectáculo de una noche estrellada maravillosa (¡ en Santiasco!). Fue divertido ver mi mochila congelada en las afueras de la carpa. Armamos un desayuno potente con nuestras linternas de cabeza (sin ellas no se ve nada) y pasadas las 5 de la madrugada salimos rumbo a La Leonera. En el proceso quedaron algunos apunados en el campamento y el resto, le dimos con todo hacia las alturas.

Tras más de 3 horas de incesante ritmo, llegamos a la cumbre de La Leonera, increíble. Subí con mis dedos de manos y piés congelados, que desagradable sensación, pero no podía hacer nada excepto usar mi mente para obligarlos a moverse. La verdad es que casi no me di cuenta que había llegado a la cima, hasta que comencé a recibir abrazos de felicitaciones. Que lindo, cada logro en la montaña se celebra como si fuera único, me emocioné con la simpleza del gesto y la profundidad de los significados. Cada cual llega por su propio esfuerzo, no hay otra forma. Me tomaron algunas fotos que espero recuperar para recordar la emoción de ese momento. Es increíble el espectáculo de las grandes montañas observadas desde la altura. Hasta se veía el Aconcagüa.

Tras unos 20 minutos en la cumbre, el sol estaba muy fuerte y además comenzó a llegar una delegación de montañistas de la UC, no cabían todos así es que comenzamos el descenso.

Retornados al campamento, me volvió el dolor de cabeza (raro, pero solo me ocurrió en ese lugar), así que con un remedio personal basado exceso de hidratación y alimentación finalmente solucioné el problema. De paso, recuperé la sensación de tener dedos en manos y piés.

Decidí preparar el regreso, desarmando carpa y ordenando mochila y apenas terminaba, cuando una nueva sorpresa apareció, se puso a nevar!!!!.

Bajamos en medio de una increíble nevazón, hasta encontrarnos con una delegación de Los Malayos que habían subido El Pintor y nos esperaban con una dieta Malaya, agua mineral, café de grano y turrón uruguayo. ¿quién desea más?. Me encantan Los Malayos.

Continuamos el descenso y aproveché un largo tramo para hacer surfing en rocas, es decir, deslizarme por una ladera de acarreo como si surfeara, es increíble, aunque anoto dos caídas divertidas y una con resultado de una herida en mi rodilla derecha. Además de mi cara quemada a pesar del bloqueador solar.

Gran fin de semana, mi primer 5.000 (aunque realmente es un poco menos) y una experiencia deliciosa de compañerismo, naturaleza y buena onda. Salvo por el hecho que me duele todo, no fue tan difícil……. ufff