Ascenso Volcán Antuco : gran experiencia

Afortunado me sentí cuando me avisaron con suficiente tiempo para organizarme y poder asistir a un nuevo desafío de montaña. Mi gran amigo Ricky me incluyó en el grupo que organizaba el paseo, el mismo grupo con el cual hemos hecho otras geniales aventuras en el pasado.

Para el día señalado, estaba a las 5 de la mañana levantándome para llegar al punto de encuentro con mi mochila. Nos encontramos con alguna tardanza con mi gran partner Ricardo y su compañera, con quienes iniciamos el largo viaje hacia la octava región. Un viaje divertido, acompañado de buena música de Soda Stereo, Cat Stevens, Pink Floyd  y varios autores nacionales. Una parada para comer algo y un encuentro con los otros participantes de este periplo. El grupo original en esta ocasión creció de manera sorprendente hasta 25 participantes, toda una multitud!!.

Instalados en las lindas cabañas que Ale consiguió vía Internet, dedicamos el resto del día a descansar y preparar nuestro equipamiento para el desafío que enfrentaríamos la siguiente madrugada. Un grupo de este tamaño no tenía cabida en un mismo lugar, así que quedamos repartidos en varios sitios de camping en el entorno del Volcán Antuco, a 50 kilómetros o menos de éste.

Esta noche cociné unos fetuccini con salsa huancaína, cebollín y jamón serrano para Ricky, la chinita y mi persona, mientras Giorgio y Samantha cocinaron unos espaguetis a la bolognesa para acumular energía para el desafío del siguiente día.

No creo que fuera más tarde que las 21 horas y nos fuimos progresivamente a dormir ya que había que madrugar. Lo concreto es que a las 7 de la mañana ya estábamos mirando el volcán Antuco, bajo la lluvia, tras recorrer los casi 40 kilómetros que nos separaban desde la cabaña.

Tras los preparativos habituales, comenzamos el ascenso, caminando cerca del andarivel de arrastre de las canchas de esquí de Antuco, un ascenso en penumbra, pero razonablemente adecuado. Si bien era deseable que todos llegasen a la hora acordada, finalmente fuimos 13 los que partimos en el ascenso. La nieve estaba bastante buena, acartonada, por lo cual pudimos avanzar sin grandes dificultades hasta el nivel en que dejamos atrás las canchas de esquí. A través de las radios, nos enteramos de quienes nos seguían, por lo cual poco a poco se iba completando el contingente de malayos en curso.

Aunque la luz del sol comenzó a aclarar rápidamente, el viento y el frío nos mantenían alertas acerca de lo que venía. Avanzamos hacia la izquierda buscando el filo del cerro y poco a poco fuimos dejando atrás a algun@s compañer@s, quienes cansados o quizás desganados decidieron descansar. Una densa neblina además del frío estaban complicándonos.

Finalmente, con mucho esfuerzo, inmersos en la densa nube que cubría la cumbre del Antuco, nos juntamos los 8 malayos que llegamos hasta ese lugar, luchando con unas ráfagas de viento insoportables y con una visibilidad mínima. Por la radio acordamos juntarnos y no seguir avanzando, ya que la seguridad es más importante que nada.

Estábamos a 300 metros de la cumbre tras varias horas de ascenso, pero había demasiado viento y a pesar de habernos puesto los crampones y usar el piolet, el equilibrio era precario. Ahí es cuando yo valoro la cordura y el buen espíritu de los malayos, nos juntamos y discutimos si era razonable continuar, considerando que detrás nuestro venían una veintena de personas. Acudimos a la cordura, dada la pendiente, el frío y la tremenda fuerza de los ventarrones, había riesgos que no eran adecuados para todos. En fin, decidimos abandonar, tras hartas horas de ascenso, lo cual no nos hace felices, pero nos da la tranquilidad de no exponer a nadie a riesgos improcedentes.

Tras unas fotos, comenzamos el descenso y nos fuimos encontrando con otros compañeros de aventura, al mismo tiempo que el clima cambiaba de manera sorprendente. Tras algunas horas, el sol reinaba en la cordillera, quemando por reflejos en la nieve, nuestros cuerpos. A pesar de ello, en la cumbre siguió presente la nube lenticular, esa maldita nube que garantiza mal clima y muchos riesgos.

Ya en el estacionamiento, aprovechamos de ir a conocer el lago del Laja mientras llegaban todos los malayos en aventura. Posteriormente, nos encontraríamos en las cabañas en donde habíamos arrendado un quincho formidable en donde tuvimos un asado a la parrilla de campeonato hasta altas horas de la noche.

Que bien lo pasamos los malayos!!!

Travesía La Campana a Palmas de Ocoa : filete malayo

Todos los años muchos de nosotros esperamos con ansias el día en que haremos esta deliciosa travesía. Normalmente implica manejar una masividad inusitada ya que suele ser un paseo con gran convocatoria. Esta vez no fue la excepción y a pesar de todo dos enormes buses esperaron pacientemente hasta la hora malaya (10 minutos después de la hora acordada) para iniciar este grandioso paseo a la quinta región.

Tengo la suerte de vivir cerca de Plaza Italia, lo que me hace un espectador permanente del escenario social que se concentra en este lugar. En esta ocasión me significó llegar al borde de la hora y tener que hacerme cargo del control de acceso al segundo bus, ya que el primero estaba completamente lleno y definir el momento de la partida. Un desempeño espectacular del Club, ya que salvo excepción justificable, todos llegaron en tiempo e iniciamos este hermoso viaje a la naturaleza.

Los buses nos dejaron en el lugar definido y 85 malayos quedamos en condiciones de iniciar la increíble caminata por el parque nacional. Tras resolver los aspectos administrativos del acceso, nos adentramos por el sendero oficial. Un apronte con percances porque los «adelantados» de siempre siguieron por la ruta equivocada que afortunadamente coincidiría con el sendero correcto más adelante. Debo manifestar el nerviosismo que me produjo el largo diálogo por radio indicando que el masivo grupo se diseccionaba debido a esto y que afortunadamente nos encontraríamos más adelante. La masividad siempre trae complicaciones!!!

En el portezuelo nos encontramos casi todos (siempre hay algunos individualistas incorregibles), lo que nos permitió comprobar que el grupo seguía intacto y que pasaríamos todos hacia nuestro destino. Tras algunos divertidos diálogos radiales (en la frecuencia 17.7), terminamos yaciendo en nuestra habitual zona de picnic en Palmas de Ocoa, en esa monumental roca que nos sirve de escenario para las fotos del Club.

Finalmente, todos los convidados disfrutantes de este paseo malayo llegamos a nuestro destino una vez más y abordando los buses que nos esperaban regresamos dichosos al hogar.

Qué lindo paseo y que hermosa multitud!!

 

Un domingo primaveral muy disfrutado

Un paseo a la montaña hasta más allá de los 3.100 metros de altura me llevaría este día a disfrutar el llegar al Refugio Plantat, un sitio que he visitado por años con mi querido Club Los Malayos. Como siempre, la compañía de gente deliciosa, conversaciones inolvidables con muchos malayos con los que he compartido por años y otros que vengo conociendo. Nada se compara con estos momentos de montaña, momentos en que no hay diferencias artificiales de ningún tipo y en donde solo nos ponemos al servicio de disfrutar el momento. El aquí y el ahora no se pueden conjugar mejor que en estas incursiones en la maravillosa naturaleza que nos circunda.

De regreso desde el Cajón del Maipo, me bajé a medio camino para visitar a mi madre, un momento singular ya que es primera vez en muchos años que ella me ve, vestido como montañista. Puede sonar ridículo, pero para ella era un misterio que diablos hacía y cómo lo hacía cuando le comentaba que me iba al cerro a disfrutar. Misión cumplida, ahora sabe que de verdad lo paso muy bien.

De regreso a mi hogar, el ritual de desarmar la mochila y ducharme lentamente para estar en condiciones de disfrutar placeres ciudadanos. En esta ocasión, mis pasos se dirigieron al Nolita en el barrio Lastarria.

Instalado en el lugar, junto con el menú, llegaron el baguette crujiente y caliente y un pote de mantequilla. Elegí unos rollitos de salmón y ricota en jardin verde junto a mi copa kir royale para iniciar el disfrute gastronómico.

Posteriormente la copa de  merlot fue una gran compañía para ese increíble panzotti, pasta rellena con queso de cabra, cortes de aceituna, abundante crema, parmesano y cebolla caramelizada que fue mi afortunada selección del día.

Un tardío y fantástico almuerzo para celebrar un día delicioso, que solo concluyó después de mi ansiado café negro.

 

Nevados de Chillán : fin de semana largo con Los Malayos

Con ansias esperaba este fin de semana largo que regaló octubre para hacer realidad un paseo, que por segunda vez, se organizaba en mi querido Club Los Malayos. El itinerario fijado con bastante anticipación, incluía salir muy temprano el día sábado hacia el sector Las Trancas rumbo a las Termas de Chillán, un verdadero santuario de la naturaleza en donde se ubica el refugio El Aserradero del Club Andino de Concepción.

El vicepresidente del Club Andino de Concepción, Luis «Coco» Hinrichs,  es uno de los fundadores de nuestro Club Los Malayos, un extraordinario amigo, gran cordada y sobretodo un gran malayo. Junto a María Paz Vargas y Rodrigo Tapia, más la indispensable ayuda de internet, dieron vida a este fabuloso paseo que nos regalaría disfrutes maravillosos por tres días.

Tras una semana intensa de trabajo, la noche del viernes hacia la medianoche preparé mi mochila y con unas pocas horas de sueño, salí a las 6:30 horas rumbo al punto de encuentro con quienes haría el viaje. Puntualmente, pasaron por mí y nos dirigimos a buscar al último malayo que viajaría en esta camioneta, el gran David. Pronto ya estaríamos camino hacia la primera parada, una estación de servicio en donde nos esperaba otro vehículo con el cual haríamos caravana hacia el punto de encuentro en la ciudad de Chillán.

Pasamos a desayunar en la carretera y seguimos raudos el viaje, pues teníamos un siguiente punto de encuentro en el estacionamiento de un supermercado en Chillán en donde coordinaríamos los últimos detalles. De los 42 inscritos, finalmente solo hubo 4 que por diversas razones no pudieron asistir.

Realizadas algunas compras, nos dispusimos a ir a almorzar al mercado en multitud. El paso por el mercado fue un verdadero asedio de promotoras de restaurantes que nos asfixiaron, afortunadamente conseguimos un dato de picada en las cercanías y fuimos a dar a un inmenso local, el Restaurante Valdés.  Estaba llenísimo, pero con maña y paciencia, finalmente logramos instalarnos apretados en dos grupos de mesas. Lo increíble es que el mozo atendió a todos en un tiempo inconcebiblemente breve; los platos sencillos, abundantes y bastante sabrosos, lo que sumado al módico precio, nos dejó una grata impresión a todos y una buena propina al mozo.

De ahí salimos a buscar los vehículos y recorrer esos 80 Km. que nos dejarían en el refugio. A nuestra llegada nos encontramos con otros malayos que habían llegado la noche anterior, los cuales ya habían tenido la oportunidad de salir a hacer paseos en los alrededores, especialmente al sector de la cascada y a un hermoso mirador  de la abundante belleza de ese entorno.

Ya instalados en la casa, se empezó a fraguar la idea de aprovechar el quincho para hacer un rico asado de bienvenida. Una rápida colecta y mientras la mayoría disfrutaba de las conversaciones, la calidez del sol y de la amistad enmarcado en un hermoso atardecer, un grupo salió de compras.

Un poco más tarde, la repartición de funciones fue espontánea y mientras un grupo se encargaba del fogón, otro cocinaba una abundante tallarinada y salsas. Poco a poco se hacía de noche y dispuestos alrededor del fuego en donde el «maestro» Luna mostraba su arte parrillero, los malayos más antiguos y más cercanos, me cantaron un cumpleaños feliz que me dejó estupefacto. De alguna forma se habían enterado y habían decidido darme una increíble sorpresa. Por cierto, como es natural en este divertido grupo, repetirían esa noche al menos 6 veces el simpático cántico con el objetivo que yo nunca olvidase la celebración. Son unos locos notables!!!

Tras la cena, la conversación siguió hasta muy tarde en el quincho, entendiendo que la mayoría saldríamos de madrugada a cumplir con los ascensos de montaña programados, la mayoría se fue a dormir. Esa noche una ruidosa discusión de una pareja, despertó a varios y fue motivo de muchas conversaciones y bromas los siguientes días. Solo podría agregar que los temas privados deberían permanecer en dicho ámbito y que afortunadamente la sana actitud de los miembros del club de no entrometerse ni tomar partido, hace que todo vuelva a un curso normal.

Cuatro de la mañana me despiertan creyendo que eran las cinco, ya que los smartphones asumieron recién el horario de verano que por decreto se había adelantado este año. Afortunadamente nos dimos cuenta a tiempo y pudimos dormir una hora más, antes que el grupo de 24 malayos que subiríamos el Nevado de Chillán, tomáramos desayuno y saliéramos rumbo al camino Shangri La en donde comenzaría la caminata en la penumbra del amanecer. El acercamiento lo hacemos bajo un cielo muy despejado y que nos anunciaba que incluso sería un día caluroso. Caminamos primero en medio de bosques de flora nativa, luego por parajes llenos de residuos volcánicos, grandes rocas y brazos de río que cruzamos una y otra vez mientras avanzábamos hacia el lejano volcán. En el camino, fueron quedando algunos malayos, no obstante lo cual, 17 de nosotros logramos hacer la cumbre tras más de ocho horas de ascenso con un clima muy variable que nos azotaba con viento helado, momentos de neblina en que la visibilidad era de menos de 10 metros y una heladísima cumbre. Por ese frío permanecimos en ella solo hasta que llegara la extraordinaria Eliana, la abuela atómica, una mujer de la tercera edad con la energía de una veinteañera y que nos llena de orgullo.

Comenzamos el descenso con un clima que nos ponía a prueba,  a ratos granizos, plumillas de nieve y abundante lluvia, todo lo cual añadió más pasión a esta aventura. Los riachuelos que cruzamos en la subida ahora llevaban más agua y varios sufrieron caídas caminando en rocas mojadas, pero nada amilanó al grupo mientras descendíamos recogiendo a nuestros amigos que nos esperaron para regresar juntos al refugio.

Volvimos comenzada la noche y nos encontramos con el grupo que había ido al otro destino, el cerro Pirigallo. En realidad, terminaron yendo a unas termas pues al encontrar nieve dura y no teniendo todos el equipamiento adecuado, se tomó la decisión de un plan B, pues en el club el nivel de riesgo se evalúa y se toma la mejor decisión para que todos puedan disfrutar la montaña en forma segura. En cualquier caso, pasaron un día genial con muchas divertidas anécdotas que incluyeron el ingreso de algunos a las termas en ropa interior (lo que causó sensación a algunas féminas del lugar) y hasta un divertido «cara-pálida» en camarines que se inmortalizó en una fotografía.

El espíritu malayo volvió a relucir cuando llegamos al refugio y nos tenían preparado un nuevo asado, que esta noche era especialmente bienvenido dado el enorme desgaste de 13 horas del paseo al Nevado. Me sentí especialmente agradado cuando apareció el maestro Luna con un pincho con lomo asado y una lata de cerveza para darme la bienvenida, nada más reconfortante que el cariño de los malayos.

Esa noche, tras las duchas deliciosamente calientes, nos volvimos a reunir un gran grupo en torno al fogón del quincho para conversar, comer y beber los regalos que habitualmente incluimos en nuestros habituales menús malayos. En esta ocasión, de las mochilas de varios de los presentes, salieron deliciosos tintos de reserva que disfrutamos colectivamente mientras contábamos historias y nos reíamos como siempre del ingenio y la alegría que emana del grupo. Nuestro club tiene una impronta del disfrute, cada momento es una oportunidad de saludar la belleza de vivir.

Esa noche nos divertimos hasta muy tarde, aunque mi cansancio me hizo ir al saco de dormir antes que otros y juro que dormí sin sobresaltos hasta las 8:30 de la mañana. Qué delicia de descanso!!

Esta mañana de lunes, un grupo regresó temprano a Santiasco, otro salió a pasear a la cascada y el resto nos quedamos haciendo un largo y conversado desayuno, al que se incorporaban progresivamente los que iban despertando. Poco después, ordenamos nuestras cosas, limpiamos un poco y de tanto en tanto, seguimos riendo profusamente de todas las graciosas anécdotas acumuladas en estos días.

Para el regreso, decidimos avanzar tanto como fuera posible hasta volver a juntarnos en un restaurante de la carretera en donde almorzaríamos 11 malayos en especial despedida de este increíble paseo. Dejé algunas fotografías para el recuerdo.

Me encantan Los Malayos!!!

Travesía de Granizo a Palmas de Ocoa: una delicia malaya

Este fin de semana tenía la oportunidad de probar que mi mano derecha volvía a la normalidad tras mi desafortunado accidente. La verdad es que no me di cuenta como se acomodó tranquilamente a la maravilla de un paseo malayo. Nos juntamos en Plaza Italia a las 7:30 horas en dos buses,  coordinados por nuestra tremenda malaya Elena Salum. A la hora acostumbrada, 10 minutos de espera, salimos rumbo a la siguiente estación, el punto de encuentro en la Copec después del peaje que marca la salida hacia el norte de Santiasco.

Una vez completa la asistencia, 72 malayos en juego, nos fuimos en linda caravana hacia la entrada de Granizo al Parque La Campana, nuestro destino en este día lluvioso pero lleno de sueños y esperanzados sabores malayos.

Una vez ingresados en el parque, tras los preparativos indispensables que incluyen guantes, protecciones para la lluvia y radios, iniciamos este exquisito paseo. Somos más de 70 malayos iniciando una travesía en este hermoso parque, es verdaderamente una multitud, pero hacemos la pantomima de que somos pocos, porque nos aterra tanta multitud.

Nos organizamos en los básico, quién lidera, quién cierra y comenzamos la aventura bajo la lluvia, sutil pero permanente, nos acompañó todo el viaje. No fue un problema, la nitidez del paisaje, la frescura del aire, la exquisita fragancia del camino fue una consecuencia fantástica del clima que nos acompañó este día.

Estas decenas de malayos pasaron uno a uno por los exquisitos paisajes y húmedos recodos de este camino,  gozando la belleza de palmeras y flora local, para ser parte de esta aventura formadora, en que se aprende a amar la belleza natural, el regalo sin retorno que nos da la naturaleza y que nos convierte profundamente en defensores de este planeta maravilloso que nos otorga belleza por doquier.

Estoy seguro que la gran mayoría de estos malayos, viejos amigos y desconocidos cercanos, han aprendido una nueva lección en este paseo, la maravillosa naturaleza es un regalo y  nos debemos a ella, para cuidarla y mostrarla a los demás. Aquí algunas fotos para disfrutar.

Lindo paseo malayo, queremos muchos más malayos disfrutando comprometidos con nuestra hermosa montaña.

 

Travesía Provincia – El Manzano : maravillosa aventura

Pasé muchos días esperando que el calendario me regalara esos tres días inhábiles que requería esta hermosa travesía por los cerros de la Cordillera Central y que me llevaría desde el cerro Provincia en la comuna de Las Condes hasta la zona de El Manzano en el Cajón del Maipo.

Organizado por un notable malayo, Gustavo, hubo muchos que se sintieron llamados a esta aventura, pero la cordura y un buen sentido de la seguridad permitió que el grupo fuera conformado por solo 23 entusiastas aventureros.

El día inicial y a la hora señalada, junto a mi gran amigo René y su nieto Nacho, llegamos al punto de encuentro en la entrada de San Carlos de Apoquindo. Equipados con todo el sobrepeso que nuestras espaldas pueden soportar (siempre es más de lo que recomiendan las reglas empíricas), poco a poco llegaron casi todos los malayos convocados.

Claramente esta aventura se constituiría en una de las travesías más numerosas que hemos realizado con los malayos y aunque a poco andar, mientras subíamos el cerro Provincia, se produjo un abandono por fatiga (hay que reconocer que no es fácil subir este cerro con carga), lo concreto que quienes continuarían lo harían hasta el final.

Cuando llegamos a Cancha Carrera, el frío comenzó a sentirse muy fuerte, estaba cayendo plumillas de nieve y la temperatura ambiente claramente había descendido mucho. El buen ánimo y sobretodo las ganas, nos llevaron a continuar el ascenso pues, a pesar de todo, estaba calculado que a todo evento llegaríamos con luz de día a la cumbre para hacer nuestro primer campamento.

Un frío intenso nos recibió en la cumbre y además de nuestro grupo, una interesante cantidad de otros excursionistas estaban en el lugar. Armamos campamento y comenzamos la rutina de hacer agua de la nieve para equiparnos para la siguiente jornada y para cocinar nuestra primera cena de la travesía. Con mi cordada, Pussy, preparé un rico puré al merkén con unas vienesas de pavo que saboreamos hasta el final, hambrientos y con mucho frío.

Muy temprano, ya estábamos arropados al interior de la carpa y nos dimos a la tarea de intentar dormir lo mejor posible tras la agotadora jornada. La vista desde la cumbre de Santiasco iluminado es formidable, dan ganas de estar siempre mirando desde esa altura y con la sensación extraordinaria de libertad que nos regala la montaña.

Temprano por la mañana, demasiado para mi gusto y con bastante frío (varios grados bajo cero), desayunamos de manera cómoda pues tuve la precaución de guardar agua caliente en mi termo y que se mantuvo muy bien durante toda la noche. Habiendo consumido una gran cantidad de calorías (ricas por cierto), nos dispusimos a desarmar campamento para iniciar la segunda jornada de nuestro viaje.

Dejamos el cerro Provincia y nos dirigimos al Morro El Tambor, un sendero muy claro y que sigue el curso de los filos de las montañas del sector. Varias horas de caminata con algunos descansos para incluir alimentos en nuestros cuerpos hasta llegar a las cercanías del desafiante San Ramón. Este cerro presenta una permanente ventolera de aire frío que a veces puede ser insoportable. Dejamos las mochilas y abrigados adecuadamente, nos fuimos por su cumbre.

Una vista excepcional, a pesar del viento implacable, nos permitió tomar muy lindas fotos de nuestro grupo. Me produce mucha alegría ser parte de un equipo tan espontáneo, buena onda y especialmente sano, lo cual se nota permanentemente en detalles deliciosos. Nadie discute los liderazgos, son naturales, todos en forma instantánea están dispuestos a ayudar a los demás, todos cooperan en mantener la armonía y alegría del grupo. En verdad, es demasiado grato, disfrutar la naturaleza en tan buena compañía.

Regresamos por nuestras mochilas y bajamos en dirección a Los Azules, buscando un lugar en donde cerrar nuestra segunda jornada con un campamento en donde recuperar energías y descansar. El lugar elegido, considerando cuanta luz de día quedaba y el cansancio del grupo, no fue el mejor pues el viento era implacable. Sin embargo, la buena onda primó y con maña fuimos capaces de armar las carpas a pesar del viento y mejor aún, hasta pudimos cocinar en condiciones absolutamente adversas. Esta noche, con mi cordada nos hicimos unos fideos caracoles con crema y atún, los cuales engullimos escondidos del viento en la carpa.

La segunda noche fue algo tortuosa, pues el viento nos azotó incesantemente, al punto que gran parte del tiempo el techo de la carpa nos golpeaba las caras. Evidentemente, fue difícil dormir en forma continua, pero igual descansamos lo suficiente como para retomar la travesía con muy buen ánimo.

Considerando el viento, decidimos que desayunar merecía un mejor lugar, así es que iniciamos tempranamente el descenso hacia la casa de un arriero, en donde sabíamos que encontraríamos agua y unas mesas en donde darnos un festejo.

En efecto, tras unas pocas horas, llegamos primero a un refugio abandonado (que ganas nos dieron de reconstruirlo en nombre de Los Malayos) y luego llegamos a la casa buscada en donde nos dimos maña para un banquete malayo de epopeya. Es divertido observar como de las mochilas salían delicias, jamón serrano, huevos, quesos, paltas y cuanta exquisitez se puedan imaginar. Ahí tomé contacto, una vez más, con el espíritu del grupo, había que pasarlo bien y todos dieron lo mejor para que eso fuera posible.

Desconozco como fuimos capaces de seguir la travesía después de comer tanto. Pues bien, continuamos la ruta, descendiendo e iniciando el cruce repetido del río, haciendo equilibrio en las rocas, improvisados puentes que todos salvamos sin complicaciones mayores. Perdí la cuenta de cuantos cruces de río realizamos, pero todos y cada uno de los integrantes del grupo lo conseguimos.

Hacia el final de la travesía, el bendito regalo de las empanadas y cervezas, que nos esperaban a la salida de El Manzano. Allí, previo aviso, nos tenían una provisión asombrosa de empanadas de pino, también de queso, para saciar toda el hambre acumulada. Un final de antología para una travesía maravillosa.

Unas fotos del recuerdo, para mis queridos malayos.

Cerro La Campana : un paseo filete

Esperaba con ansias la oportunidad de subir este hermoso cerro de la cordillera de la costa y que en tantas ocasiones he disfrutado con mis amigos del Club Malayo. Había que esperar las condiciones climáticas adecuadas y el cosmos jugó de nuestro lado, pues el día del ascenso fue perfecto.

A la hora acordada, llegué a mi punto de encuentro con quien viajaría hacia Tiltil, mi amigo René, quien ya venía acompañado con un miembro de su club de Toby. De ahí, rápidamente nos fuimos a buscar a una hija y una nieta, ambas llenas de entusiasmo por este lindo paseo.

En una estación de servicio de la carretera al norte, nos encontramos con el resto de los malayos, más de 40 madrugadores dispuestos a pasarlo bien. Tras la habitual espera de 10 minutos (no más), partimos en caravana hacia nuestro destino, el Parque Nacional La Campana.

Nos registramos en la portería, pagamos la entrada y al poco tiempo, ya estábamos caminando. Un sendero muy claro, que cruza un lindo bosque y poco a poco se interna en la espesura vegetal, que tanto nos gusta. Un día maravilloso, completamente veraniego, nos acompañó durante todo el trayecto. Contrario a lo que nos pasa en la mayoría de los paseos, hoy había mucha gente realizando el mismo ascenso al cerro, algo que me alegra mucho especialmente al comprobar que la mayoría es gente muy joven.

Paramos, tras un par de horas, en la zona de la mina de zinc para descansar y disfrutar de la sombra. Aquí divisamos un amistoso zorro de pequeño tamaño. Un animalito muy curioso y lamentablemente ya muy domesticado, pues descubrimos que lo que buscaba era que le diéramos comida.

El camino a continuación cambia drásticamente de pendiente y comienza a ponerse un poco pesado. De hecho, luego de cruzar otro lindo bosque enfrentamos la zona de rocas y acarreo, que desgasta harto el cuerpo, lo que no quita encanto a la excursión. Algo más de tres horas me costó llegar a la cumbre, en donde ya estaban unos 4  malayos, definitivamente veloces e invencibles.

Poco a poco llegaron gran parte de los que partimos horas atrás pues algunos decidieron quedarse en el camino. En todo caso, la instrucción fue muy clara, a cierta hora independientemente en donde estuviéramos debíamos iniciar el descenso.

Tras nuestra deliciosa costumbre de celebrar la cumbre con un banquete malayo, en donde todos compartimos exquisiteces de todo tipo, disfrutar del paisaje que nos permitía ver hacia la Cordillera de Los Andes al grandioso Aconcagua y mirando hacia la costa ver por primera vez (siempre nos había tocado muy nublado en los paseos anteriores) la playa de Concón y la bahía de Valparaíso. Un espectáculo grandioso!!!

En esta ocasión tomé el rol de cerrar al grupo, de manera de asegurar que todos llegáramos de vuelta. De esta forma, debí bajar bastante lento, lo que me permitió tomar fotografías que les comparto.

Una vez embarcados de regreso, cumplimos el rito de pasar a comer empanadas y hacer algunas ricas compras, especialmente esas maravillosas aceitunas, tortillas y quesos, que encontramos en una picada ya tradicional.

Que lindo paseo, filete de punta a cabo.

Expedición al Nevado de los Angeles: una maravilla conseguida con esfuerzo

Recibí invitación privada del grupo más aventurero de mi querido Club Malayo y no resistí la tentación de hacerme parte de una expedición única, explorar una nueva ruta para ir a un cerro muy poco visitado por la zona del Arrayán.

Acepté el desafío a pesar de haber estado un mes fuera de la montaña a causa de una gripe espantosa que después de 4 años incólume, me atacó sin piedad por demasiados días. Era un momento de verdad, una aventura que nos pondría a prueba.

La idea era ocupar los tres días de un fin de semana largo para llegar a la cumbre de este especial cerro de nuestra cordillera central. Salí de la pega bastante tarde, con el tiempo justo para armar mi mochila y alcanzar a dormir lo suficiente para acometer el desafiante trayecto. Nos juntamos a las 8:30 horas en el estacionamiento de un supermercado en Tobalaba, en donde encontré a la hermosa y talentosa malaya Gaby y que pronto se nos unirían el resto de los integrantes de esta aventura de 8 malayos deseosos de montaña.

Puntualmente, como acostumbramos, nos fuimos hacia el Santuario de la Naturaleza en El Arrayán, en donde comienzan a operar a las 9:00 horas, pagamos la entrada y estadía de los tres días a buen precio, una ventaja negociada por nuestro gran León, un malayo 4×4 que quiero como a un hermano.

Tras los preparativos habituales de crema protectora y demases, comenzamos a caminar desde el estacionamiento  hacia el lugar en que quedarían nuestras pesadas mochilas que León fue a dejar para ahorrarnos el esfuerzo. Poco antes de las 10 de la mañana de ese nublado sábado, iniciamos la expedición por un sendero que nos conduciría, en primer lugar a las curiosas termas de El Arrayán y luego hasta un bosque de pinos (que curioso) en donde hay una casa de arriero en donde regaloneamos a unos gatitos deliciosos. Naty y León, le llevaban pellets de regalo, que lindos ellos, cargaron comida para esos gatitos que habían conocido días atrás en un paseo de reconocimiento de la ruta.

De ahí en adelante fueron largas horas de caminata y con un gran peso en nuestras mochilas, de hecho yo llevaba 23 kilos en la espalda, a pesar de toda mi experiencia reduciendo pesos, entre carpa, ropa, utensilios, comida, agua y un etcétera interminable (hay que estar preparado para muchos escenarios), no logré bajar más el peso.

Tras unas 9 horas de caminata, uno de nuestros compañeros decide abandonar la expedición, estaba reventado y a pesar de nuestra insistencia, finalmente lo dejamos al lado de un río para que hiciera campamento y esperara nuestro regreso. Continuamos caminando hasta que comenzó a oscurecer y no alcanzamos a llegar adonde habíamos planificado, pero encontramos un buen plano en donde hacer campamento tras más de  11 horas de caminata. Una noche perfecta, de luna llena y buena temperatura fue el marco para nuestra primera noche de montaña.

Preparamos nuestra cena, había necesidad de muchas calorías, ante de dormir. Me preparé una sopa de crema de tomates y albahaca, luego un arroz mexicano que estaba más picante de lo que deseaba y concluí con un gran café torrado. Poco después, probé un rico vodka con berries que León compartió. Gastamos varias horas en hacer agua a partir de la nieve, pues no había otra fuente disponible y la necesitaríamos el día de cumbre.

Tuve que incluir en mi carpa a un simpático malayo, Cristián,  cuya cordada quedó en el camino así que nos adaptamos al espacio reducido que compartiríamos, previa advertencia que se pusiera tapones en los oídos para que no sufriera mis ronquidos (por eso prefiero dormir solo en campamento).

Pasadas las 6 de la mañana del domingo nos despertamos para desayunar ya que a las 7:30 horas debíamos comenzar el ataque hacia la lejana cumbre de este cerro. Una buena dosis de carbohidratos, buen café y una mochila bastante más liviana, solo con lo necesario para el día de cumbre.

Una caminata de casi 8 horas nos llevó finalmente, tras varias subidas y bajadas de cerros intermedios hasta la cumbre del Nevado de los Ángeles, adonde llegamos definitivamente agotados, fue un esfuerzo extremo que se notaba en nuestras caras y cuerpos, pero estábamos felices, todos llegamos a la cumbre y disfrutamos de una vista excepcional del cordón montañoso en donde teníamos visión del cerro El Plomo hasta el Aconcagua, desde el Conchalí hasta el Alto Hotel, que maravilla!!

Cuando estábamos en la cumbre, tuve la loca idea de usar la radio y preguntar si habían malayos en esa frecuencia (7.7) y para regocijo de todos me responden, «los malayos estamos en todas las frecuencias». Eran los malayos que ese domingo habían ascendido al Conchalí, el paseo oficial de la semana. Que deliciosa coincidencia!!

Después de alimentarnos, iniciamos el descenso y tras unos 20 minutos constatamos que nos habíamos extraviado, así que usando el GPS de León, logramos enrutarnos correctamente de nuevo. Fueron 4 horas de descenso hasta el campamento, un esfuerzo potente para nuestras cansadas rodillas. Antes de llegar al campamento, cargamos nieve en bolsas para hacer agua, ya que la necesitaríamos para la merecida cena.

Otra noche de campamento,me cociné un rico puré con cubitos de atún y aceitunas y un gran café para calentar el cuerpo. El clima cambió repentinamente, se puso muy helado y esa noche pude dormir muy poco, pues el viento fue implacable durante toda la noche. Gran parte del tiempo lo pasé retirando el techo de mi carpa de mi cara, el viento nos aplastaba implacablemente.

Desayunamos ávidamente, desarmamos el campamento y ese lunes feriado, iniciamos el regreso a mitad de la mañana. Fue una caminata rápida que nos condujo hasta donde habíamos dejado a nuestro compañero, quien nos dejó una nota indicando que había decidido regresar antes a Santiasco. Pasamos a visitar a los gatitos regalones y horas después nos detuvimos en las termas del Arrayán a descansar.

De regreso al estacionamiento, cerca de las 16 horas, pudimos constatar que pese al cansancio y las ampollas en los piés, habíamos cumplido nuestra meta. Felices nos despedimos y regresamos a nuestros hogares, la aventura había concluído. Dejé unas fotos para el recuerdo.

Una salida Malaya muy especial: venciendo al clima

Durante la semana me llegó la invitación para ascender un cerro que no he visitado aún, me refiero al Purgatorio. Un cerro cuyo nombre es un reflejo del esfuerzo que puede significar y que se ve especialmente aliviado cuando ya existe nieve, algo ausente de la mayoría de los cerros en esta época de sequía y de clima tan extraño.

Un día antes del paseo y ante un pronóstico reiterado de lluvia, decidí que mojarme en cerro conocido era mucho mejor que en un cerro por conocer y comuniqué a mis amigos que iría con los Malayos al Cerro Carpa.

Domingo 6 AM. Comienza la jornada preparando con rapidez mi mochila para estar a tiempo a las 7 AM en el punto de reunión, en donde me pasaría a buscar René, un gran amigo malayo. Una vez que recogimos al gran David, nos fuimos hacia el punto definido al final de Av. La Dehesa en donde esperábamos encontrar al resto de Malayos. Fue un tanto sorprendente notar que el pronóstico del clima hizo estragos en nuestro Club, ya que solo llegaron 15 Malayos al desafío. Debo indicar que en los últimos paseos nunca bajamos de 40 asistentes, por lo que quedamos muy sorprendidos.

Bueno, nunca ha sido un problema la asistencia, recuerdo paseos con tres malayos y otros con 70 integrantes, así que nos preparamos para iniciar nuestro paseo. El cielo amenazador y un frío que cada vez se intensificaba más. Sin embargo, el esfuerzo del ascenso pronto nos puso en estado calórico y debimos detenernos a sacarnos algo de ropa para continuar.

Cuando ya llevábamos algo más de una hora de ascenso, el cielo bastante ennegrecido nos arrojó una ventolera de miedo, varias veces perdí el equilibrio y comenzó una fina lluvia, preludio de todo lo que vendría. En ese punto 5 malayos que no contaban con la ropa adecuada para seguir o bien no quisieron arriesgar un resfrío, decidieron retornar. El resto, añadimos una tercera capa a nuestra vestimenta y nos decidimos hacer frente al clima y seguir la marcha.

En la medida que el frío seguía lastimándonos y las ráfagas de viento arreciaban, nos establecimos metas intermedias para que nos sirviera de aliento y sentir que todo este esfuerzo seguía siendo divertido y que valiese la pena.

Decidimos que llegar al Portezuelo era alcanzable y a medida que seguíamos ascendiendo, nos pareció que nada nos detendría hasta que llegáramos por lo menos al Cerro Conchalí. Y así fue, aunque intenté que algunos se sumaran a continuar un poquito más, la verdad es que era suficiente y el Conchalí era una meta adecuada para las condiciones climáticas. la verdad es que estaba muy frío y cuando ya todos habían llegado a la cima, se largó a nevar, con lo cual debimos acelerar nuestro menú malayo para poder bajar. Un menú extraordinario como siempre, con chocolates, turrón, maní al ciboulette y otras delicias comestibles, además de rico té con diversas preparaciones.

El viento y la nieve nos obligaron a bajar con tiempo apenas suficiente para las fotos de rigor y anotarnos en el cuaderno de cumbre que otro Club dejó para la posteridad en una caja metálica. Dejamos nuestros nombres y el de nuestro Club Malayo como corresponde y comenzamos el descenso.

Contra todo pronóstico, a medida que bajábamos, el tiempo comenzó a ser más benigno y ya a la mitad del recorrido nos habíamos despojado de nuestra tercera capa y algunos, de hecho, íbamos solo con lo indispensable ya que el calor corporal comenzaba a notarse.

Alrededor de las 15 horas ya estábamos de regreso y tras los abrazos y despedidas, volvimos a nuestros hogares, orgullosos y contentos por haber vencido una vez más la comodidad y las penurias de un mal clima, para cumplir nuestro dichoso rito de ir a la montaña a limpiar el alma y los pulmones una vez por semana.

Gran paseo malayo!!!

Travesía Altos del Lircay a Siete Tazas : maravilloso paseo

Por casualidad me enteré pocos días atrás que algunos malayos estaban organizando una travesía por la VII Región, un trekking de montaña que cruzaría desde el Parque Nacional Altos del Lircay hasta el Parque Inglés y las deliciosas Siete Tazas, maravilla de la naturaleza prodigiosa en la zona del Maule.

Claramente era un imperdible para mis disfrutes de montaña y rápidamente adherí al desafío. Un total de 19 entusiastas amantes de la naturaleza y la aventura nos inscribimos y sobreviviendo a  intensos días de jornadas laborales brutales, me encontré armando mi mochila a medianoche de un jueves santo para levantarme a las 4 am de un viernes reputadamente santo para algunos y comienzo de una gran aventura en la madre naturaleza para nosotros.

5 am en punto, prácticamente todos estábamos en el punto de encuentro para abordar los vehículos que nos trasladarían hacia el Parque Altos del Lircay, una reserva nacional en la zona de Talca. Considerando las pocas horas de sueño, gran parte del camino dormité intermitentemente, observando que mientras aclaraba la mañana comenzaba a llover. De pronto, convencido que no había pegado pestañas, me encontré en un camino rural y la lluvia era de pronto una nevazón. Así partía nuestra aventura, con una tremenda nevada que sería fuente de los más hermosos paisajes que hasta ahora mis ojos registran este 2011.

En el camino recogimos a dos integrantes del equipo, quienes bajo la lluvia esperaban bien equipados, el paso de nuestra pequeña caravana. Uno de ellos, Pepe, un veterano de 72 años no dejó de sorprenderme, pues era compañero de infancia de uno de nuestros malayos notables cuya edad física (70 años) no se condice con su extraordinario estado físico y delicioso buen humor.

Una vez que ingresamos a la Reserva Altos del Lircay, bajo la incesante nevazón, tuvimos que vestirnos para la ocasión. Por suerte, todos estaban advertidos de la «probable llovizna» que anticipó Ricardo (el metereólogo ‘mula’  del equipo, siempre gran valor!!!).

Ya estábamos ahí, solo había que seguir adelante con todo el entusiasmo que siempre nos anima. Comenzamos a caminar, ya cerca del mediodía, pagamos la entrada al Parque y comenzó la aventura!!

Los paisajes maravillosos de un bosque nevado, el silencio y la quietud de una naturaleza que reposa extasiada en la nobleza del blanco eterno, fue nuestro acompañamiento virtuoso mientras caminábamos adentrándanos en la cordillera. Un momento delicioso fue cuando sentí unos sonidos extraños que repentinamente  se transformaron en las imagenes de unos preciosos pájaros carpinteros picoteando en uno de los innumerables árboles del parque y extasiados, nos dispusimos a buscar los mejores ángulos para fotografiar esa rutina cordial de estos hermosos pájaros que con su cabeza roja y cuerpo negro resaltaban en la hermosura blanca del bosque.

Caminamos incesantemente hasta que la luz natural nos acompañó y el frío nos advertía que era necesario hacer campamento. Aplanando un poco la nieve y colocando plásticos, montamos nuestras carpas y junto a mi cordada, Eduardo, iniciamos el ritual de preparar una buena y reponedora cena una vez que guardamos nuestras cosas bajo la carpa. Una sopa de crema de champiñones bien caliente para reponer el calor (la temperatura ambiental estaba a nivel cero), luego preparé un couscous mediterráneo con cubos de atún salteados en aceite de olivas, con lo cual saludamos la noche con sabores exquisitos y muy merecidos. No pasaba de las 22 horas y ya estábamos listos para dormir y recuperar fuerzas pues la jornada siguiente sería dura, se avizoraban  muchos e interminables ascensos y descensos por la cordillera.

Temprano, pero no demasiado, despertamos con un día maravilloso, de esplendoroso sol y un cielo azul sin nube alguna. Por el frío tremendo que vivimos esa noche, tuvimos la primera baja del equipo. Pepe, veterano montañista toma la decisión de devolverse, en esta ocasión no estaba en condiciones de seguir y tras las coordinaciones pertinentes, se queda en el campamento para regresar hacia Altos del Lircay mientras el resto de nosotros emprendía la caminata según lo acordado.

Fue un día intenso, demasiado, me vi obligado a forzar la marcha del grupo cuando constataba que mientras no salieramos de las pendientes sería imposible acampar. Con la complicidad del gran León, fuimos fijando metas de avance, una tras otras, hasta que al borde del crepúsculo, fuimos capaces de llegar al bosque en el valle en donde era posible armar campamento. Fueron 10 horas de marcha sin almuerzo, solo con nuestras raciones de marcha por una interminable secuencia de subidas y bajadas de cerros y sobretodo venciendo el temor de estar equivocados con la ruta, ya que en varias ocasiones, la ruta del GPS no respondía a la intuición y de verdad pensé que ibamos en la dirección contraria. Es necesario aclarar que con 30 cm de nieve no es fácil ver senderos ni mucho menos.

En un lindo bosque de robles, armamos nuestro segundo campamento. A estas alturas, uno de nuestros malayos iba lesionado en una rodilla y eso retrasó a la retaguardia un tanto, pero finalmente todos pudimos llegar y concentrarnos mientras oscurecía la noche en el campamento.

Lo rico era saber que ya estabamos en la parte de la travesía en que ya no habría ascensos de cerros y que seguiamos juntos y en condiciones de continuar la aventura. Esta noche, con mi cordada partimos por disfrutar una rica sopa de fideos y pollo y una deliciosa botella de vino, la que alcanzó para varios improvisados contertulios. Luego preparé un puré de papas al ciboulette con salame italiano, deliciosos (al menos no sobró nada), mientras conversábamos bajo una nube de estrellas en un cielo perfecto.

Nos fuimos a dormir cerca de las 23 horas, con poco frío por suerte y con la esperanza que se pudiera secar la ropa y el equipamiento absolutamente sobrepasado en sus especificaciones tras 10 horas de caminar por tanta nieve. Mis botas de montaña chapoteaban en su interior, por primera vez viví el constatar que mi equipamiento fue superado ampliamente por la naturaleza.

7 de la mañana, comenzamos a preparar desayuno y a derretir nieve para asegurar una provisión de agua para una nueva jornada de intensa caminata. Hoy era el día final y había que asegurar que todo el grupo llegáramos sano y salvo al destino. A menos de 100 metros del campamento que abandonábamos descubrimos que había un río, me sentí muy torpe considerando el tiempo que gastamos en hacer agua de la nieve, cuando había en abundancia de agua tan cerca. Bueno, un aprendizaje más.

Caminamos hartos kilómetros mientras ingresábamos al Parque Inglés rumbo a Siete Tazas, que hermoso paisaje, es impagable tanta belleza, cruzamos varios riachuelos y tomamos muchas fotografías. Finalmente, hacia las 14 horas del domingo, llegamos a nuestro destino, en donde nuestro transporte nos esperaba. Un momento mágico, la alegría de haber cumplido nuestra misión, el éxtasis de haber vencido nuestras miserables limitaciones corporales y haber gozado solo naturaleza salvaje por tres días, que maravilla!!

Contentos y desbordantes compramos cervezas heladas y bebimos la alegría, acomodamos nuestro equipaje y nos fuimos a Siete Tazas, a minutos de distancia con el único objetivo de disfrutar la maravilla que la naturaleza prodigiosa de nuestro lindo país nos regala. Hermosas fotos tomamos en este celestial lugar y luego partimos de regreso considerando que cumpliríamos la promesa de pasar al Juan y Medio en Rosario.

Maldito taco que nos retrasó horas, pero nada nos impediría cumplir nuestros sueños y llegamos finalmente a cenar al lugar elegido. En el viaje, solo para entreternos, conversamos de cuanto tema era posible y hasta fuimos testigos del nacimientro de una nueva religión, el Gabrielismo, su ‘santa referencia’ viajaba a mi lado, quedamos expectantes acerca de la posibilidades futuras que nuestra  malaya Gaby desarrollará en su cometido apostólico. Me recuerda tanto el candor juvenil de L.

La cena abundante, pantagruélica y exquisita, nos dejo listos para dormir en el resto del viaje hasta santiasco. De hecho, solo desperté un par de veces para constatar que seguiamos en un taco horroroso, aunque no era problema, despues de todo habíamos cumplido un gran deseo y las sonrisas en nuestra caras nos delataban permanentemente, que bien lo habiamos pasado!!

Qué gran  paseo, qué lindo grupo, los Malayos en acción una vez más!!!