Filetes del último trimestre : adiós 2017

Me siento obligado a confesar que he dedicado poco tiempo a escribir y no quiero pasar a otro año sin registrar algunos filetes disfrutados antes que queden sepultados en mi olvido. La memoria cada vez me es más esquiva y estos buenos recuerdos los necesitaré más adelante. Entonces, ahí vamos con un recuento breve de lo disfrutado.

Fue por el año 1997, 20 años atrás, que estuve en este concierto homónimo y casi no sentí el paso del tiempo. «El gusto es nuestro» es como una fiesta con viejos amigos que se turnan para cantar y conversar del tiempo pasado, de buenos recuerdos y sobretodo para celebrar la vida que aún nos queda. Disfrutamos cada canción, cada comentario y el prodigioso despliegue de imágenes que adornó el fondo del escenario y sumó más poder al espectáculo.

Poco tiempo después, por motivos laborales afortunados, me trasladé a la hermosa ciudad de  La Serena a una reunión de esas llamadas importante y que hice coincidir con días no hábiles para disfrutar unos días en el norte chico. Me alojé en un balneario del banco, mismo lugar en donde habría de ejecutarse la reunión. La gracia es que está a pocos metros de la costanera playera y en una zona de restaurantes que por supuesto no dejaría pasar sin disfrutar. En el tiempo libre que conseguí, realicé una intensa cacería de graffitis que me llenó el corazón.

Un espectáculo que no podía perderme fue la tocata del extraordinario grupo Santiago del Nuevo Extremo para celebrar 40 años. Ya casi todos mis grandes recuerdos tienen décadas de antigüedad y sin embargo, me siguen gustando tanto. Aquí les dejo unas fotos de esa exquisita revisita a otros tiempos de mi vida.

Si de emociones del pasado se trata, una fortuita congregación de teléfonos en el whatsapp generó que, en pocos días, me reencontré con mis compañeros de colegio, con quienes broma tras broma (además de esa inevitable adicción a las fotos hot) acordamos realizar una improvisa Junta de Ignacianos en la cava de la Confitería Torres (un delicioso subterráneo para encuentros notables en el clásico lugar de Alameda con Dieciocho). Si bien estamos próximos a cumplir 40 años desde que salimos del colegio, me sorprendí que el paso de décadas no nos cambiaron tanto (salvo las canas, la falta de cabello, las barrigas  y las historias personales). Por cierto, en los acalorados días de elecciones presidenciales, terminé por saturarme de opiniones no compartidas, entiendo la legitimidad de ellas y la evidencia clara que en Chile convivimos con visiones bien opuestas. Todo lo cual no me impide sentir un enorme cariño por mis viejos compañeros, ya nos veremos nuevamente.

Un espectáculo que esperaba ansioso fue el recital con nuevo disco del sorprendente maestro Sabina y como todo tiene plazo, llegó el ansiado día. No pude dejar de solidarizar con el título «Lo niego todo», pues cuando la vida es larga y productiva, es necesario tener la opción de negar, aunque sea en broma. Un recital formidable con un Sabina renaciente no solo en talento sino en presencia. Además del nuevo disco, Sabina con maña bien pensada, nos hizo disfrutar sus temas de antología, lo cual agradece todo mi ser.

Si bien, tuvimos la oportunidad de ver hartas obras de teatro en este periodo, no puedo dejar pasar una obra magnífica de Egon Wolff, revisitada por el gran Marcelo Leonart. Se trató de Flores de Papel, tan contemporánea como muchas, pero que ponen de forma mayúscula lo potente que puede ser el malentendido, la casualidad de los encuentros y las distancias que existen en la comunicación. No, no bastan las flores de papel para construir los puentes entre las personas, hay demasiado daño acumulado y  sin embargo, una vez más es necesario intentarlo. Emocionante!!

Finalmente, seleccioné un viaje a Iquique que realicé para estar con mi buena compañera y disfrutar ese norte playero que Chile prodiga con facilidad. Considerando que ella viajaba por trabajo, acordamos una combinación ingeniosa para poder disfrutar en común algunos días y romper esas rutinas que el sistema tanto empuja y que en nuestras vidas debemos cambiar.

Adiós 2017, ya viene un enero sobrecargado de buen teatro para disfrutar!!

Pintor : fantástico regreso a la montaña

Una vieja lesión lumbar que venía arrastrando por largos años finalmente se transformó en una hernia enorme que literalmente acabó con mucho  dolor mis habituales entretenimientos, especialmente los de cleta y montaña. Fueron casi 6 meses sin cerros y mi alma clamaba por volver a disfrutar un trekking de montaña hasta que a mediados de diciembre, estuve en condiciones de regresar.

Muy temprano estuve en el punto de reunión para encontrarme con mis amigos malayos e iniciar el ascenso hasta el andarivel de La Parva que nos dejaría en Tres Puntas, listos para comenzar a caminar por una ruta malaya hacia el magnífico Pintor.

Caminé midiendo como se comportaba mi cuerpo tras la operación de columna y con la decisión clara que si había asomo de dolor se acaba mi aventura. La verdad es que todo funcionó muy bien y salvo el esfuerzo adicional que significa hacer cerro tras 6 meses de inactividad, estuvo fantástico.

Ya en la cumbre celebramos con mis queridos malayos el reencuentro con la promesa de muchos cerros más para las siguientes semanas. Qué gran alegría se puede sentir en la montaña!!.

Ya de regreso, fuimos a celebrar con mis viejos y queridos amigos René y Luna al Lomit’s comiendo unos enormes sandwiches y bebiendo unas cervezas heladitas para recuperar la energía.

Por fin, de vuelta a los cerros!!!!

Volcanes en el norte : un lindo disfrute

Aprovechar el feriado de septiembre es algo que se planifica con mucha anticipación. Cuatro meses antes ya teníamos los pasajes comprados y un itinerario de montaña desafiante. Como no existe plazo que no se cumpla, en la madrugada de un sábado estaba con mis mochilas en el aeropuerto tras haber dormido un par de horas una vez que logré poner todo lo necesario en mis heroicas mochilas (a punto de reventar).

En el aeropuerto nos encontramos con Ricky y Sammy y así comenzó la aventura. Unas horas después estábamos revisando la camioneta que habíamos arrendado y que nos esperaba a metros de la puerta de salida. Mi primera impresión es que los neumáticos estaban bastante gastados y que las puertas no cerraban bien, además de la cuerda que sostenía la compuerta trasera que no se veía bien. No obstante ello, quien arrendaba era alguien que ya otros años había suministrado transporte confiable.

Algunas vueltas por Calama para llegar al supermercado y ya estábamos listos para movernos al primer destino, San Pedro. Allá nos esperaba una sorprendente casa que Ricky había arrendado y nos esperaba una rica tarde de descanso. Preparamos almuerzo y luego intentamos una siesta.

La mañana siguiente salimos al encuentro del resto del grupo malayo, Ximena, Alejandra y Rodo. Tras los abrazos y bienvenidas, nos fuimos hacia el cerro El Toco, un cerro apropiado para hacer altura y probar si nuestros cuerpos estaban en condiciones apropiadas. Este volcán inactivo tiene algo más de 5.600 metros y llegamos a su cumbre en un buen tiempo para alegría de todos. Esa noche fuimos a cenar al Adobe, un rico restaurante de San Pedro que ya habíamos visitado anteriormente.

La siguiente jornada nos llevaría a internarnos en el desierto y sus salares para hacer el acercamiento a la base del volcán Pili, un cerro imponente de poco más de 6.000 metros y que Sammy con Ricky habían intentado el año anterior. En el trayecto descubrimos que nuestra camioneta humeaba en exceso y que la compuerta trasera estaba en muy mal estado, al punto que las botas de Ricky estuvieron a punto de quedar botadas en un salar. La camioneta no mejoraba su pronostico.

Una vez que logramos llegar, a lo que los antecedentes disponibles indicaban era el mejor lugar para acampar, armamos el campamento base y realizamos un reconocimiento del lugar aprovechando de tomar fotografías de la escasa flora que se encuentra a 4.600 metros de altitud. Más tarde, decidimos ir con la camioneta a dar un vistazo a la base del volcán. Gran decepción, la camioneta no fue capaz de avanzar por la huella empinada (nunca tanto) y la debimos abandonar para continuar a pie con Sammy y Ricky caminando por algo más de una hora hasta que llegamos adonde comenzaríamos realmente la ascensión del cerro. De regreso al campamento, conversamos que sería relevante poder ganar ese tiempo en vehículo considerando que el ascenso nos tomaría muchas horas y no queríamos desaprovechar la luz solar. Por eso, intentamos nuevamente el acercamiento con la segunda camioneta. Nada que decir, subió sin problemas en segunda marcha con lo cual sepultó todo argumento acerca de lo confiable de nuestro proveedor de la camioneta. Allí decidimos que volviendo a Calama cambiaríamos la camioneta.

Pasadas las 20 horas, nos metimos a las carpas a intentar ese esquivo sueño de altura, lo que se vio severamente alterado porque la temperatura comenzó a bajar bruscamente, al punto que sentíamos frío a pesar de todo el equipamiento de abrigo disponible. A las 4 AM nos dispusimos a vestirnos para el desafío y ocurrió lo inaudito. Todo estaba congelado incluida la camioneta, intentamos una y otra vez hacer partir el motor, eran muchos grados bajo cero y era casi imposible permanecer a la intemperie. Decidimos abrigarnos más y esperar que la temperatura mejorara, pero todo fue en vano. Poco a poco, fuimos desapareciendo en las carpas de regreso al calor del saco de dormir. Este volcán registra un récord mundial de buceo y de navegación en altura, pues en el cráter hay una laguna que esperábamos encontrar.

Alrededor de las 10 AM, con mucho frío aún, desayunamos y replanificamos el paseo. Nada nos desanimaría, solo debíamos ir al tercer objetivo que teníamos definido, el volcán Aucanquilcha. Desarmamos campamento y tras recuperar las camionetas (después de todo partieron) nos enfilamos de regreso a Calama para alojar en un Apart Hotel que conocíamos. Antes de irnos a alojar, pasamos a arrendar una camioneta decente, además de avisar con molestia al anterior proveedor que le devolveríamos el vehículo. Salimos esa noche a cenar al Bavaria, comida abundante y sabrosa que acompañamos con aperitivos y buen vino para recuperar toda nuestra alegría. Aunque nos apena no poder conseguir una meta cumbrera, lo cierto es que sabemos que podemos volver en cualquier otro momento y que lo importante es seguir disfrutando.

Al día siguiente, cargamos nuevamente las camionetas (ya teníamos una impecable en reemplazo) y nos dirigimos hacia Ollagüe, localidad fronteriza con Bolivia y que sería nuestro campamento base para el AucanQuilcha. Sorprendente lugar, ubicado entre dos volcanes activos, el Ollagüe y el AucanQuilcha, sede del yacimiento minero de azufre más alto del mundo y que cerrase operaciones hacia 1993. A todos nos asombró lo cuidado del pueblo, se ha invertido mucho dinero en prepararlo para ser sede turística para quienes amamos la montaña y esos paisajes maravillosos del norte en altura.

Durante la tarde, salimos a realizar reconocimiento y validar que podríamos llegar a la zona donde partían los andariveles con los que bajaban el azufre años atrás. El camino muy complicado, lleno de derrumbes y muy angosto. De hecho no alcanzamos a llegar, pero rellenamos con rocas los baches para asegurar que la mañana siguiente lográramos nuestro objetivo.

Esa noche cenamos ricos carbohidratos que las dueñas de la hostería nos prepararon y temprano nos fuimos a dormir. La hostería era notable, los cuartos con baño privado y agua caliente. Incluso vendían petróleo, con lo cual aseguramos el regreso ya que no habían estaciones de servicio desde que salimos de Calama.

En la madrugada, tras un potente y rico desayuno, salimos rumbo a nuestra meta. Con esfuerzo y algunas maniobras temerarias, logramos llegar a la base de operaciones de la mina de azufre y nos preparamos para el ascenso. Nos esperaba una cumbre de casi 6.200 metros, un delicioso desafío para todos. Si bien la temperatura era baja, no tenía parangón con lo vivido en el volcán Pili, por lo cual pudimos avanzar bastante bien salvo por el esfuerzo que significa el poco oxígeno disponible.

Caminamos muchas horas y ya cuando superábamos la cota de los 6.000 metros y algo más nos vimos obligados a realizar una evaluación del riesgo. Estábamos enfrentados a rocas inestables y mucho hielo, tendríamos que haber llevado cuerdas, pues si bien parecía factible seguir ascendiendo, nos ganábamos un tremendo y peligroso regreso. Una vez más, ganó la cordura y la sabiduría malaya. A metros de la cumbre, decidimos que no valía la pena correr tanto riesgo y con el corazón anudado, comenzamos a descender.

Mientras bajábamos en crudo silencio, me repetía en la mente que había sido lo mejor, nuestro grupo malayo tiene la madurez para evitar riesgos innecesarios y sabemos que podremos volver a intentarlo. Las experiencias deben ser disfrutables para que podamos contarlas.

De regreso a la hostería, pasamos una noche más en el lugar y luego volvimos a Calama al mismo apart hotel que ya conocíamos. Nos solazamos con una nueva cena en el Bavaria, mientras recordábamos todas las aventuras vividas. Al día siguiente, salimos a recorrer algunos salares a disfrutar un día de picnic, después de todo, eran las fiestas patrias.

No quiero extenderme más, la aventura fue exquisita, llena de nuevos aprendizajes y la imperdible compañía de mis amig@s malay@s. Volcanes nortinos, volveremos!!

Ascenso Volcán Antuco : gran experiencia

Afortunado me sentí cuando me avisaron con suficiente tiempo para organizarme y poder asistir a un nuevo desafío de montaña. Mi gran amigo Ricky me incluyó en el grupo que organizaba el paseo, el mismo grupo con el cual hemos hecho otras geniales aventuras en el pasado.

Para el día señalado, estaba a las 5 de la mañana levantándome para llegar al punto de encuentro con mi mochila. Nos encontramos con alguna tardanza con mi gran partner Ricardo y su compañera, con quienes iniciamos el largo viaje hacia la octava región. Un viaje divertido, acompañado de buena música de Soda Stereo, Cat Stevens, Pink Floyd  y varios autores nacionales. Una parada para comer algo y un encuentro con los otros participantes de este periplo. El grupo original en esta ocasión creció de manera sorprendente hasta 25 participantes, toda una multitud!!.

Instalados en las lindas cabañas que Ale consiguió vía Internet, dedicamos el resto del día a descansar y preparar nuestro equipamiento para el desafío que enfrentaríamos la siguiente madrugada. Un grupo de este tamaño no tenía cabida en un mismo lugar, así que quedamos repartidos en varios sitios de camping en el entorno del Volcán Antuco, a 50 kilómetros o menos de éste.

Esta noche cociné unos fetuccini con salsa huancaína, cebollín y jamón serrano para Ricky, la chinita y mi persona, mientras Giorgio y Samantha cocinaron unos espaguetis a la bolognesa para acumular energía para el desafío del siguiente día.

No creo que fuera más tarde que las 21 horas y nos fuimos progresivamente a dormir ya que había que madrugar. Lo concreto es que a las 7 de la mañana ya estábamos mirando el volcán Antuco, bajo la lluvia, tras recorrer los casi 40 kilómetros que nos separaban desde la cabaña.

Tras los preparativos habituales, comenzamos el ascenso, caminando cerca del andarivel de arrastre de las canchas de esquí de Antuco, un ascenso en penumbra, pero razonablemente adecuado. Si bien era deseable que todos llegasen a la hora acordada, finalmente fuimos 13 los que partimos en el ascenso. La nieve estaba bastante buena, acartonada, por lo cual pudimos avanzar sin grandes dificultades hasta el nivel en que dejamos atrás las canchas de esquí. A través de las radios, nos enteramos de quienes nos seguían, por lo cual poco a poco se iba completando el contingente de malayos en curso.

Aunque la luz del sol comenzó a aclarar rápidamente, el viento y el frío nos mantenían alertas acerca de lo que venía. Avanzamos hacia la izquierda buscando el filo del cerro y poco a poco fuimos dejando atrás a algun@s compañer@s, quienes cansados o quizás desganados decidieron descansar. Una densa neblina además del frío estaban complicándonos.

Finalmente, con mucho esfuerzo, inmersos en la densa nube que cubría la cumbre del Antuco, nos juntamos los 8 malayos que llegamos hasta ese lugar, luchando con unas ráfagas de viento insoportables y con una visibilidad mínima. Por la radio acordamos juntarnos y no seguir avanzando, ya que la seguridad es más importante que nada.

Estábamos a 300 metros de la cumbre tras varias horas de ascenso, pero había demasiado viento y a pesar de habernos puesto los crampones y usar el piolet, el equilibrio era precario. Ahí es cuando yo valoro la cordura y el buen espíritu de los malayos, nos juntamos y discutimos si era razonable continuar, considerando que detrás nuestro venían una veintena de personas. Acudimos a la cordura, dada la pendiente, el frío y la tremenda fuerza de los ventarrones, había riesgos que no eran adecuados para todos. En fin, decidimos abandonar, tras hartas horas de ascenso, lo cual no nos hace felices, pero nos da la tranquilidad de no exponer a nadie a riesgos improcedentes.

Tras unas fotos, comenzamos el descenso y nos fuimos encontrando con otros compañeros de aventura, al mismo tiempo que el clima cambiaba de manera sorprendente. Tras algunas horas, el sol reinaba en la cordillera, quemando por reflejos en la nieve, nuestros cuerpos. A pesar de ello, en la cumbre siguió presente la nube lenticular, esa maldita nube que garantiza mal clima y muchos riesgos.

Ya en el estacionamiento, aprovechamos de ir a conocer el lago del Laja mientras llegaban todos los malayos en aventura. Posteriormente, nos encontraríamos en las cabañas en donde habíamos arrendado un quincho formidable en donde tuvimos un asado a la parrilla de campeonato hasta altas horas de la noche.

Que bien lo pasamos los malayos!!!

Al cerro El Plomo con René, una gran aventura

No comenzaba enero y René ya estaba entusiasmando a unos y otros en su gran sueño, llegar a la cumbre del cerro El Plomo a sus 75 años de edad. René no solo es el malayo de mayor edad sino también una de las personas más joviales, alegre y agradable que mi querido club acoge. Debo confesar que tardé menos de 10 segundos en comprometerme a subir ese lindo cerro con él, como seguramente ocurrió con el resto de los invitados a esta aventura.

La mañana en que se iniciaba esta expedición, me levanté muy temprano a preparar mi mochila ya que mis jornadas laborales y mis proyectos personales no me dejan mucho tiempo cuando voy a ausentarme por un par de días. A la hora acordada llegué a casa de René quién rápidamente viene a saludarme con su amplia y generosa sonrisa y a ponerme al tanto que Jürgen había amanecido enfermo y que tendríamos que hacer un poco de magia para cargar los bultos en su vehículo en vez de la enorme camioneta del ausente. Poco después aparece Rodrigo quién viene a dejar su equipamiento y el de Francisco, ya que ellos viajarían un día después a la aventura. Cabe destacar que ya teníamos cargado las mochilas nuestras y las de Leo y Gabriel. En verdad, era muchísimo volumen, pero con buen espíritu malayo, nos arreglamos para que todo entrara como fuera. Además de la carga, iríamos 4 pasajeros, así que el peso total comenzó a preocupar a René pensando en los viejos neumáticos y el estado del camino que tendríamos que recorrer.

Una vez que apareció Willy, comenzamos el viaje hacia el punto de encuentro en donde nos esperaba Cathy y su equipo. Ufff, empezamos a dudar si cabría todo y todos. Ahí es donde la increíble generosidad de Mónica, hija de René, compañera de Jürgen  y la loca más divertida del planeta, al primer comentario sobre las condiciones del vehículo de René, pasó sus llaves y nos prestó su jeep con la misma facilidad con que alguien presta 100 pesos. Notable!.

Una vez trasladados todos los bultos al jeep, nos acomodamos y partimos los 4 primeros malayos hacia Valle Nevado, al sector de Tres Puntas, lugar donde se iniciaría la caminata. En este punto nos encontraríamos con el arriero y sus mulas para trasladar lo más pesado hacia Federación, mientras nosotros partíamos con una mochila de trekking en la espalda hacia el mismo destino.

Un lindo y animado recorrido, que ya he hecho en varias ocasiones y que siempre me envuelve en una deliciosa paz desconectándome completamente de todo el ajetreo de la ciudad, el cual culminó en el lugar que el arriero dejó nuestros equipos. A pesar que aún había sol y la temperatura se sentía agradable, en el último tramo ya bajo la sombra, noté que mis manos se congelaban. Me apuré en abrigarme, pero el daño ya estaba hecho, los dedos estaban definitivamente helados y, como oscurecía, no tuve opción que armar mi carpa en esas condiciones. Un error típico, siempre hay que abrigarse antes de sentir frío, comer antes de sentir hambre e hidratarse antes de tener sed.

Encerrado en mi carpa utilicé la cocinilla para recuperar mis manos, pero todo mi cuerpo ya acusaba el desequilibrio mientras la temperatura seguía bajando. Bajo un viento que aumentaba su fuerza, cocinamos y muy temprano me fui a dormir.

Tras una noche larga de fuertes ventarrones, amanece en la base del Plomo y disfrutamos de un exquisito desayuno colectivo. Completamente despejado, sacamos cuentas alegres acerca del frente de mal tiempo que habíamos chequeado en internet y que era nuestra mayor preocupación en esta expedición. El plan para este nuevo día era llegar a dormir al refugio de Agostini a 4.600 metros de altura, pausa necesaria para aclimatar y asegurar la cumbre en la madrugada siguiente.

Tras equiparnos con lo indispensable, comenzamos el ascenso hacia Agostini calculando que salvo por un par de montañistas, el refugio estaría disponible para cumplir nuestro propósito. Una vez que llegamos al lugar, tuvimos tiempo de hacer agua a partir de la abundante nieve cercana apurando un poco el ritmo, ya que la temperatura descendía con gran rapidez, recibimos a un padre de 71 años y su hijo que venían con similar objetivo. Fue un rato muy especial, pues esa hermosa solidaridad y compañerismo que solo he visto en la montaña, se dio de natural forma. Nos distribuimos apretadamente al interior del pequeño refugio, todos cuidando la armonía, evitando molestar a los demás y ofreciendo ayuda en lo que fuese necesario.

La temperatura seguía bajando y ya todos muy abrigados y dentro de los sacos, nos pusimos a conversar y compartir alimentos como es habitual en la camaradería de montaña. Historias, anécdotas adornaban el descubrimiento de tantos intereses comunes. Al cabo de minutos ya eramos amigos de toda la vida con nuestros accidentales compañeros. Motivo de muchas risotadas fue el descubrimiento que nuestra aventura malaya era conseguir que nuestro René a sus 75 años llegara a la cumbre mientras ese notable hijo llevaba a su padre de 71 años a cumplir también el mismo sueño. Sentí que todos mágicamente  sintonizábamos en la misma frecuencia.

Fue una noche de muchos intentos de dormir, mucho frío e historias. Curiosamente, en Agostini hay señal y pudimos consultar en repetidas ocasiones vía internet el pronóstico de diversos servicios de clima. Poco a poco, fuimos concluyendo que se venía muy difícil la siguiente jornada. Mientras tanto, a través de la radio, recibimos la confirmación que Leo, Francisco, Rodrigo, Gabriel y la bella Sammy habían llegado a Federación. Al fin, todos estábamos en la aventura.

Alrededor de las 5 de la madrugada, con más de 14 grados bajo cero, los sacrificados malayos que venían de Federación, llegaron al refugio. Una gran bienvenida malaya y un nuevo chequeo de las condiciones climáticas. El asunto no venía bien, todos los pronósticos indicaban tormenta, nieve y lluvia más abajo, además de la baja temperatura. Este es el momento más complicado que se debe enfrentar en la montaña, decidir si hacemos cumbre a cualquier costo o nos cuidamos, sabiendo que por supuesto esta magnífica montaña siempre estará ahí y que los riesgos deben evaluarse con inteligencia.

Largos momentos de debate, pero primó la cordura. Ante la evidencia de lo que venía, lo único razonable era abandonar, ya que incluso descendiendo en ese momento nos atraparía igual el mal clima. Con el dolor del orgullo, tomamos la sabia decisión y salvo por una aterida Sammy que se quedó con nosotros, los malayos recién llegados, regresaron al campamento base.

Una hora o algo más después, recibimos a unos argentinos que por perdidos habían hecho un extraño cruce del glaciar y bajaban presurosos, mientras nosotros nos preparábamos para descender.

Apurando el paso, bajamos hasta Federación para desarmar el campamento, ya que logramos avisar al arriero que llevara las mulas y un caballo para René para regresar debido al mal clima que se venía. Efectivamente, terminado el desarme del campamento e iniciado el regreso, comenzó a nevar.

Caminamos bajo un telón de nieve, que progresivamente mientras bajábamos se fue transformando en un diluvio de nieve y lluvia, hasta llegar al desierto blanco en donde encontramos los vehículos en Tres Puntas. La situación comenzó a ser preocupante, pues no había huella de senderos, todo blanco. Teníamos además el problema que el caballo que pedimos para René no lo podíamos dejar botado. la comunicación por teléfono simplemente era imposible y allí iniciamos otra divertida aventura.

La llegada de una patrulla de Carabineros en una 4×4 nos dio la oportunidad de visualizar el camino y pensamos que lo mejor sería salir de ahí antes que se borrara la ruta. Evaluamos y decidimos definitivamente que lo mejor sería salir de ahí, antes que el camino fuera imposible de transitar. Pero, que diablos haríamos con el caballo?

Comenzamos a avanzar con mucha dificultad porque el agarre de las 4×4 no era lo esperado mientras Willy, sacando el Indiana Jones que lleva dentro, montó el caballo para llevarlo con nosotros. Con gran dificultad logramos llegar a Valle Nevado en los vehículos incluyendo un aterrador deslizamiento fuera del camino, solo para darnos cuenta que habíamos dejado a Willy muy atrás. Peor aún, también habíamos dejado al arriero con nuestro equipamiento en sus mulas en la ceguera del viento blanco y sin ninguna comunicación. ¿que pensaría el arriero cuando llegara a Tres Puntas y viera que no estábamos y tampoco su caballo regalón?

En Tres Puntas, ya con la adrenalina controlada, conversamos acerca de las opciones mientras esperábamos esperanzados que Willy llegara a pesar de la nula visibilidad. Nos seguimos preguntando ¿en dónde dejamos al caballo? ¿cómo recuperamos nuestros equipos? ¿cómo le explicamos nuestra decisión al arriero?. Muy freak!!!

Para sorpresa nuestra, nuevamente la impresionante buena onda de Willy fue la salvación, vestido cual vaquero, se hace cargo del caballo y comienza a bajar cabalgando desde Valle Nevado. Mientras acompañábamos bajo la intensa lluvia a Willy, logramos comunicarnos con el arriero quien al saber nuestra decisión se indignó, ya que el andaba completamente a ciegas en el viento blanco y no sabía cuando llegaría y menos le gustó la noticia que nos llevábamos su caballo que él esperaba encontrar en Tres Puntas. Glup!!!

En sucesivas y entrecortadas comunicaciones logramos acordar con el arriero que dejaríamos al caballo sin montura en un cierto sitio en el camino, mientras lo alcanzaríamos en un sector de La Parva para retirar los equipos. Muchas horas pasaron¡¡¡

Finalmente, esta tremenda aventura, culminó con éxito, pues todos volvimos a casa sin daño, completamente mojados y con la certeza que volveremos a realizar esta aventura para acompañar a René al cerro El Plomo. Vivan los Malayos!!!

PD: dejo las fotos imperdibles de regalo para René y los invitados al disfrute.

 

Travesía La Campana a Palmas de Ocoa : filete malayo

Todos los años muchos de nosotros esperamos con ansias el día en que haremos esta deliciosa travesía. Normalmente implica manejar una masividad inusitada ya que suele ser un paseo con gran convocatoria. Esta vez no fue la excepción y a pesar de todo dos enormes buses esperaron pacientemente hasta la hora malaya (10 minutos después de la hora acordada) para iniciar este grandioso paseo a la quinta región.

Tengo la suerte de vivir cerca de Plaza Italia, lo que me hace un espectador permanente del escenario social que se concentra en este lugar. En esta ocasión me significó llegar al borde de la hora y tener que hacerme cargo del control de acceso al segundo bus, ya que el primero estaba completamente lleno y definir el momento de la partida. Un desempeño espectacular del Club, ya que salvo excepción justificable, todos llegaron en tiempo e iniciamos este hermoso viaje a la naturaleza.

Los buses nos dejaron en el lugar definido y 85 malayos quedamos en condiciones de iniciar la increíble caminata por el parque nacional. Tras resolver los aspectos administrativos del acceso, nos adentramos por el sendero oficial. Un apronte con percances porque los «adelantados» de siempre siguieron por la ruta equivocada que afortunadamente coincidiría con el sendero correcto más adelante. Debo manifestar el nerviosismo que me produjo el largo diálogo por radio indicando que el masivo grupo se diseccionaba debido a esto y que afortunadamente nos encontraríamos más adelante. La masividad siempre trae complicaciones!!!

En el portezuelo nos encontramos casi todos (siempre hay algunos individualistas incorregibles), lo que nos permitió comprobar que el grupo seguía intacto y que pasaríamos todos hacia nuestro destino. Tras algunos divertidos diálogos radiales (en la frecuencia 17.7), terminamos yaciendo en nuestra habitual zona de picnic en Palmas de Ocoa, en esa monumental roca que nos sirve de escenario para las fotos del Club.

Finalmente, todos los convidados disfrutantes de este paseo malayo llegamos a nuestro destino una vez más y abordando los buses que nos esperaban regresamos dichosos al hogar.

Qué lindo paseo y que hermosa multitud!!

 

Un domingo primaveral muy disfrutado

Un paseo a la montaña hasta más allá de los 3.100 metros de altura me llevaría este día a disfrutar el llegar al Refugio Plantat, un sitio que he visitado por años con mi querido Club Los Malayos. Como siempre, la compañía de gente deliciosa, conversaciones inolvidables con muchos malayos con los que he compartido por años y otros que vengo conociendo. Nada se compara con estos momentos de montaña, momentos en que no hay diferencias artificiales de ningún tipo y en donde solo nos ponemos al servicio de disfrutar el momento. El aquí y el ahora no se pueden conjugar mejor que en estas incursiones en la maravillosa naturaleza que nos circunda.

De regreso desde el Cajón del Maipo, me bajé a medio camino para visitar a mi madre, un momento singular ya que es primera vez en muchos años que ella me ve, vestido como montañista. Puede sonar ridículo, pero para ella era un misterio que diablos hacía y cómo lo hacía cuando le comentaba que me iba al cerro a disfrutar. Misión cumplida, ahora sabe que de verdad lo paso muy bien.

De regreso a mi hogar, el ritual de desarmar la mochila y ducharme lentamente para estar en condiciones de disfrutar placeres ciudadanos. En esta ocasión, mis pasos se dirigieron al Nolita en el barrio Lastarria.

Instalado en el lugar, junto con el menú, llegaron el baguette crujiente y caliente y un pote de mantequilla. Elegí unos rollitos de salmón y ricota en jardin verde junto a mi copa kir royale para iniciar el disfrute gastronómico.

Posteriormente la copa de  merlot fue una gran compañía para ese increíble panzotti, pasta rellena con queso de cabra, cortes de aceituna, abundante crema, parmesano y cebolla caramelizada que fue mi afortunada selección del día.

Un tardío y fantástico almuerzo para celebrar un día delicioso, que solo concluyó después de mi ansiado café negro.

 

Krrtrekking en Bogotá : una semana de disfrutes

Este viaje lo planifiqué en enero en una noche que sentí nostalgia por viajar. No tuve tiempo de chequear muchas cosas, pero aseguré la más relevante, un hotel boutique en el barrio La Candelaria en el casco histórico de Bogotá llamado Muisca, una hermosa y antigua casa remodelada para constituir un verdadero museo histórico. Una belleza ubicada en la calle más empinada de la ciudad, no en vano la calle 10 es conocida como la Calle de la Fatiga o la Calle del Calvario. No pude evitar reminiscencias del viejo Valparaíso. Llegué bastante avanzada la tarde y tras instalarme, pedí un plano de la ciudad para poder ubicar donde realizar cambio de monedas y poder cenar algo rico. No me fue bien con el cambio, pero encontré un sitio de comida mexicana en donde, tarjeta mediante, podría cenar. Un síntoma, es difícil conseguir lugares que acepten tarjetas de crédito y más aún, que tengan vino, algo que corroboraría más adelante. El restaurante Enchiladas, me permitió beber un cuba libre decente  con unas quesadillas con frijoles y luego un delicioso taco pastor.

El primer contacto visual con la ciudad me sobrecogió, hay edificaciones del 1600 en muy buen estado de conservación y funcionales, además quedé sorprendido con la limpieza, debe ser la ciudad más limpia que he conocido en 30 años. Impecable!!

Tras una noche de descanso y un abundante desayuno en una de las terrazas de mi hotel, en donde disfruté unos huevos revueltos con tomate y cebolla muy ricos además del café con leche, fruta y pan; decidí partir el recorrido en el formato que acostumbro, caminando y con mi cámara fotográfica en formato de caza de graffitis.

Recorrí la Carrera 7 desde la calle 5 (la ciudad se mapea en Carreras y Calles, lo cual hace muy sencillo ubicarse) para encontrar las dependencias del gobierno, la mayoría de los edificios institucionales relevantes y tras unas 20 cuadras, el fantástico Museo Nacional y el Parque Metropolitano. Fascinante la belleza de las mujeres colombianas, es definitivamente algo imposible de evitar notar. Carrera 7 es además una calle que se cierra al tránsito vehicular y se constituye en varias decenas de cuadras de ciclovía y paseo peatonal, un gran acierto.

Regresé hacia el centro en búsqueda de un restaurante que aceptase tarjetas de crédito ya que siendo domingo no era factible realizar cambios de moneda. El restaurante El Corral, en formato muy internacional, me permitió disfrutar una limonada de coco, luego un petit filet con papas en espiral y acompañar con una botella de Malbec argentino 2011 La Linda. Una combinación estupenda para mi primer almuerzo en la ciudad, que cerré con un buen café negro.

Al siguiente día, cambié a la terraza superior del hotel el momento del desayuno, lo cual me permitió una vista preciosa de la enorme ciudad. Ahí constaté que sus dimensiones eran muy desafiantes y que tendría que esforzarme más en mis caminatas si quería conocer lo que interesaba. Temprano inicié mi caminata desde Carrera 1 con Calle 10 con el objetivo de llegar a Carrera 11 con Calle 82, en medio del Barrio «Rosa», algo así como Isidora Goyenechea en el Barrio El Golf de Santiasco.

Fue una caminata llena de detenciones pues encontré una gran cantidad de buenos graffitis que registré para la posteridad. Cuando logré dar con el restaurante Andrés Carne de Res, muy recomendado por amigos, di por cumplido mi primer hito. Un restaurante con un formato de club nocturno, aislado de la luz solar, con una muchachada divertida en la atención de las mesas, demasiado turístico y al estilo yanky. Sin embargo, la carta es un prodigio de ofertas presentadas en un formato cercano al comic. Quedé instalado en la zona del local llamada Lujuria, y una pelirroja preciosa (Karen) fue mi anfitriona junto a su joven compañero. Cansado y sediento, partí con una buena cerveza colombiana y un Patacón con queso y hongos. Para los fondos, una punta de anca en salsa de vino acompañado con unos tomates rellenos de puré de papas. Acompañé con una botella de un ensamblaje argentino Vistalba 2007. Evité consumir vino chileno, muy abundante en la oferta, ya que no tenía sentido, a pesar que habría estado excelente.

El plato lo sirven en una fuente de metal caliente por lo que chisporroteaba de manera impresionante. Afortunadamente lo tienen previsto y me pasaron un delantal de papel sin el cual habría quedado lleno de aceite. La carne esta sabrosa pero demasiado fibrosa lo cual fue un desafío a mi dentadura y paciencia.  Para el postre unas ricas brevas y por supuesto el cierre con un café ristretto.

Regresé caminando nuevamente zigzagueando entre las calles para atrapar más vistas y graffitis del entorno, lo cual me tomó varias horas. Tiempo adecuado para llegar a un happy hour en que disfruté un mojito mientras revisaba el día vivido.

A estas alturas de mi periplo, caí en la cuenta que muy poca gente fuma y que en la totalidad de los restaurantes está prohibido fumar, algo muy parecido a lo que recientemente se instituyó en Chile. Aparentemente hemos imitado algo más que el TransMilenio colombiano. Cabe destacar que en las calles en que circula locomoción colectiva (Avenida Caracas por ejemplo) el aire es francamente irrespirable, por lo cual es muy agradable que existan calles solo peatonales y con ciclovías.

El siguiente día, martes 9 de abril, se realizaba una marcha por la paz la que debe ser la multitud más grande que he vivenciado en mi vida, alrededor de 1,5 millones de personas de todas las edades marchando por las principales calles de Bogotá. Me uní naturalmente a este clamor que además se desarrolló en la más absoluta tranquilidad y alegría. Impresionante demostración de civilidad y que fue coronada con algo ejemplar. Al terminar la manifestación, cuadrillas se desplegaron por todas las calles realizando limpieza lo que permitió que esa misma noche no quedaba huella de la basura que naturalmente queda tras el paso de tanta gente. Mezclado en la muchedumbre me fui acercando a los lugares que yo quería conocer. La primera parada fue el famoso Museo del Oro tras haber visitado la Casa Museo Quinta de Bolivar, una pequeña hacienda en que vivió el Libertador. El almuerzo fue en un exquisito sitio llamado Andante Ma Non Troppo, un lugar de pastas deliciosas en el cual disfruté un plato de spaghetti a la putanesca con unas cervezas negras colombianas. Esa tarde, descansando un rato en mi habitación, escuché parte del discurso presidencial ante la multitud en marcha, un texto en que se apologizaba a la policía y el ejército como garantes de la paz. No pude evitar el sarcasmo. Esa tarde conocí un lugar de jazz, llamado La Hamburguesería, aunque solo los viernes hay tocata en vivo, la selección musical que se escucha es fantástica. Un buen happy hour, mientras observaba los blancos muros con posters de Duke Ellington, Thelonious Monk, Billie Holiday, Miles Davis y John Coltrane. Tod eso terminó por darme mucho hambre y pedí una hamburguesa de la casa con salmón ahumado, queso crema, roast beef, papas criollas, tomate y lechuga junto a un mojito delicioso. Buen cierre de un emocionante día.

El siguiente día, merecía un desafío mayor y éste sería el ascenso al santuario del Monserrate, una basílica ubicada en la cumbre de un cerro a 3.200 msn de altura. Un sudado paseo que me tomó 45 minutos de ascenso para obtener una vista envidiable de la ciudad. Gracias a mis salidas habituales con mi Club Los Malayos, tengo el estado físico adecuado para estas subidas, pues me sorprendí con la cantidad de gente en estado de fatiga extrema que encontré en el camino. En todo caso es como subir el cerro San Cristóbal pero desde una cota en 2600 msn. Un paseo genial!!!

Bajé del cerro para seguir mi cacería de graffitis hasta que el hambre me venció y encontré un interesante lugar de nombre mapuche, el restaurante Kutral, cocina de autor de un famoso chef en donde disfruté una exquisita cerveza artesanal Las 3 Marías roja, un churrasco en croute de champignones al ajillo y chutney de mango acompañado de puré de papas, chorizo y focaccia. Una media botella de Malbec Norton mendocino del 2009 completaron el disfrute.

El siguiente día lo dedicaría a los museos, ya que hay muchos en Bogotá. El primero fue el Museo de Arte Colonial donde aprendí algo sorprendente, Haití fue el primer país en independizarse de sus colonizadores y miren como está hoy. También, constatar que Inglaterra, Portugal, Francia, España y Rusia durante mucho tiempo se repartieron el mundo a su antojo y que aún en nuestros días siguen existiendo colonias. A continuación el Museo de Trajes Regionales de Colombia, el Museo de la Independencia o mejor llamado la Casa del Florero. Impresionantes muestras del esplendor de las castas dueñas de nuestros países y su influencia en la cultura local. Finalmente, la historia que conocemos de nuestros terruños está íntimamente ligada a la vinculación con los colonizadores y sus formas de división del trabajo.

Por la tarde, un merecido cóctel en el restopub El Corral, con un chocolate Martini, una mezcla de vodka, vainilla y chocolate, mientras observaba a una hermosa morena que chateaba en soledad en forma frenética hasta que llegó al encuentro su amante. Pronto decidí que era mejor idea volver al lugar de jazz que había descubierto. Sigo pensando que éste es un lugar extraordinario, espacioso, tranquilo, con una música fantástica y una oferta llena de sabores inolvidables. Este día partí con una cerveza negra para acompañar pronto una hamburguesa árabe, vegetariana completamente, con falafel, hummus y tabulé, acompañada con papas francesas.

Dado que mi primera incursión al barrio rosa fue puntual, el siguiente día en Bogotá, fue dedicado a recorrer esta oferta turística. Siento algún recelo en hacer esto, pero me da un punto de comparación con otros países y por lo demás, material para conversar con quienes visitan solo eso en sus viajes al extranjero. Así como pensé que era muy parecido al Barrio El Golf, hoy concluí que era una mezcla con el Barrio de Alonso de Córdoba y Nueva Costanera. No falta ninguna tienda internacional relevante como tampoco las presencia de mujeres bellísimas en acto de consumismo desatado. Algo novedoso es la gran cantidad de casinos de juegos, casi uno por manzana, lo cual muestra la evidencia de mucho dinero (y quizás lavado de éste). Los malls son iguales a los que estamos acostumbrados a ver en todas partes, con preponderancia de jóvenes y bellas nínfulas consumistas. La diferencia que puedo hacer notar es la exacerbada seguridad, ningún vehículo ingresa al estacionamiento del mall o de un edificio público sin una revisión exhaustiva de un guardia y un perro caza explosivos. Algo similar ocurre en museos en que jamás pude ingresar sin una revisión de mi pequeño bolso en donde porto lo básico para atender mis krrtrekkings. Es grosera la obsesión, aunque probablemente tiene que ver con la historia colombiana.

Almorcé en La Esquina de la Mona, un sitio normal pero con buena sombra para un cálido día. Una pechuga de pollo con miel mostaza rellena de jamón y queso acompañada de papas criollas, tras haber consumido unas empanaditas bogotanas exquisitas. Para acompañar solo conseguí una helada cerveza Club Colombia negra. Destiné el resto de la tarde para hacer unas pequeñas compras para regalos.

Mi último día, partió temprano, tras desayunar realicé checkout y dejé mi mochila en custodia. Salí a visitar el museo militar solo para saber algo más de este curioso país.  sabían que Colombia participó en la guerra de Corea?. Una guerra de USA llena de matanzas horrorosas de civiles que nadie podría sentir orgullo de haber sido parte.  Visité para limpiar mi aura el Museo de Arte Moderno, un edificio de 4 plantas muy bien dotado con piezas de arte geniales. Me reconforté con los humanos!!

Mi último almuerzo lo hice en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, mientras revisaba mis notas de este krrtrekking exquisito. Ahí tuve ocasión de interrogar a la bonita moza que me atendía acerca de porque las chicas alisaban el cabello. Sorprendentemente, la gran mayoría de las colombianas lo hacen porque de alguna manera olvidan el paso de la mezcla de razas milagrosas que les da su belleza inigualable.  Europa, África y los indígenas colombianos se mezclan para ese todo delicioso, sin embargo ellas tratan de borrar parte de ello. El dato freak es que en algunos lugares de trabajo se lo exigen!!!

Un gran país, lleno de injusticias milenarias, lleno de abusos institucionalizados, pero con una juventud pujante, preclara y con ganas de hacer algo distinto. Me fui lleno de energía esperanzadora, digan lo que digan, el pueblo latinoamericano cada vez más comprende que esto debe cambiar.

Les regalo mi selección de fotografías de este rico paseo.

 

 

 

 

 

Volcanes y lagunas andinas por una semana

En verdad he tardado más de la cuenta en hacer un nuevo relato de los disfrutes que he vivido las últimas semanas. No obstante ello, creo que esta crónica de un delicioso viaje al sur de Chile es una excelente muestra de lo que se puede hacer en pocos días con la mayor eficacia en secreción de serotonina y endorfinas para cualquier ser humano que gusta del aire libre, las montañas y sobretodo pasarlo bien.

Los prolegómenos me los ahorraré ya que mi nivel de ocupación laboral solo me permitieron intermitentes contactos por correo electrónico con mis maravillosos compañeros de aventuras, así es que me situaré en la madrugada de un sábado en que debí despertar muy temprano para completar de armar mi mochila y trasladarme al hogar de los amigos que pondrían el transporte para que cuatro aventureros viajaríamos hacia el lago Villarrica, lugar en donde teníamos arrendadas un par de cabañas en donde los 8 miembros de este divertido grupo tendríamos un centro de operaciones.

Las cabañas a la orilla del lago Villarrica no podían ser más adecuadas para el disfrute y que tras las horas de viaje, nos esperaban con la sorpresa de un rico asado que un par de malayos tenía preparada para recibirnos. Cabe destacar que los 8 de la fama, veníamos de lugares distintos dado el periodo vacacional y que internet mediante nos habíamos coordinado para coincidir en esta aventura.

Este día sábado fue de abrazos y mucha comida deliciosamente preparada por nuestro gran León, el cocinero de ocasión quien se esmeró en deleitarnos con varias preparaciones excelentes para acompañar el asado, Buen vino y mejor conversación fue el tránsito temporal hasta que todo el grupo al atardecer, terminó de completarse.

Antes de ir a descansar, acordamos que el primer destino serían los Nevados de Sollipulli, un destino que prometía una cumbre excepcional. A la hora acordada, todos desayunados y ganosos, abordamos los vehículos para trasladarnos a nuestro destino y comenzar el ascenso atravesando esos bosques maravillosos de Araucarias que cubren la zona y que hacen la mayúscula diferencia con otras partes de Chile. Tras atravesar esos bosques húmedos llegamos a una zona de piedras volcánicas que nos acompañaron mientras adivinábamos el sendero hacia ese cráter lleno de un glaciar  que divisábamos en la altura.

Al llegar a nuestro destino, la belleza sobrecogedora de un glaciar gigantesco, 4 Km de diámetro y según dicen, 200 metros de profundidad en el cráter. Ahorro palabras dejándoles las fotografías de este primer hito vacacional. Esa noche aprovechamos la carne sobrante del asado del día anterior y cenamos un Valdiviano maravilloso.

La mañana siguiente decidimos incursionar en el Parque Nacional Huerquehue en la ruta hacia el San Sebastián. Temprano comenzamos a ascender por un sendero que incursionaba en un precioso bosque de flora nativa de coigües y lengas que poco a poco se convirtió en un bosque de araucarias extremadamente denso y con pendiente. Nada nos amilanó en el avance y tras cruzar la pampa Quinchol aparece otro bosque de especies nativas que desafían la gravedad debido a la pronunciada pendiente. Finalmente llegamos al mirador, un lugar demasiado hermoso pues la vista a las lagunas Tinquilco, El Toro, Verde y San Manuel son de una belleza apabullante. Extasiados, permanecimos bajo el sol y azotados por un fuerte viento fascinados con tanta maravilla. Revisen estas fotografías para confirmar lo que les relato. Esta noche, tras regresar a Pucón, pasamos a comprar un buen costillar y otras delicias para preparar un buen asado de cierre de la jornada.

Un nuevo día, traía la inquietante noticia que venía lluvia, lo cual no nos hizo cambiar de opinión e igual decidimos subir el Quetrupillán.  El acercamiento estuvo auspiciado por un sol intermitente pero con una temperatura bastante alta, lo que sumado a la humedad, me hizo transpirar bastante. Cuando llegamos a la zona fuera del bosque, un peladero realmente, nos percatamos que con una rapidez asombrosa el volcán se cubría de negras nubes y neblina. Allí decidimos esperar a todo el grupo y evaluar la situación. Un arriero que pasa por el lugar nos comenta que hace unos meses se habían extraviado unos extranjeros en el lugar y que todavía no los encontraban y que la visibilidad era pésima en estas condiciones. Bueno, para estos casos yo aplicó la regla maestra de mi vida, yo vine a disfrutar no a sufrir, lo cual fue respaldado por mis amigos y sin complicarnos decidimos descender y ocupar el resto del día en otra aventura disfrutable.  Decidimos ir a un pueblo cercano a almorzar aunque era bastante tarde, pero fuimos afortunados pues encontramos un lugar con una oferta de comida mapuche que nos tentó. Además de las fantásticas sopaipillas, jugos cremosos, humitas, pastel de choclo, lo que fascinó fue la tortilla de brotes de coligüe. Un gran festín que nos obligó ir a buscar un lugar para caminar y fue a la zona de Puesco en donde recorrimos una hermosa laguna llena de totoras y que antaño fue un santuario de patos. Nuevamente, les dejo fotografías de la rica jornada.

Esa noche comenzó a llover fieramente muy temprano, por lo que ya en nuestro refugio nos dedicamos a preparar una cena aprovechando todos los aportes gourmet que cada integrante llevó al paseo para deleite de todos. Una cena impresionante en donde aprovechamos de revisar fotografías que proyectamos en un telón.   Hay que reconocer que fuimos muy bien preparados.

La mañana siguiente partió tarde debido a la incesante lluvia nocturna y a lo inestable del clima. Como no había intención de quedarnos encerrados, tomamos la decisión de ir a Lican Ray a pasear y por supuesto comer. Recorrimos un cerro a un costado del bello lago Calafquén repleto de copihues y especies nativas y que tenía la ventaja de poder descender de vez en cuando a las pequeñas playas en la orilla del lago que nos brindaban deliciosas imágenes del lugar. Cuando ya estábamos suficientemente hambrientos nos fuimos a un gran restaurante de la playa principal para disfrutar un almuerzo como lo merecíamos. Embarcados en el goce, decidimos que era un buen día para visitar las termas geométricas y no hubo quejas. Terminamos sumergidos en esas aguas termales por horas, un disfrute impresionante y que solo la helada noche nos obligó a dejar. Sobran comentarios, casi a medianoche pasamos a comer unas pizzas por el camino y rápidamente a dormir. Por supuesto, hay fotos para compartir.

Un nuevo día, una nueva aventura. Esta vez nos fuimos al Santuario El Cañi, un ex fundo aserradero que hoy administra una microempresa y que ofrece un exquisito lugar de bosques y lagunas paradisíacas. La belleza  del silencio solo interrumpido por graznidos de aves y golpeteos de pájaros carpinteros, nos regaló un trekking inolvidable. También les regalo las fotos que registré antes de la muerte de mi cámara.

Viendo que se acababan las vacaciones, el último día decidimos disfrutar la cabaña en la orilla del lago Villarrica y lo dediqué a conversar con mis entrañables amigos todo el día, mientras bebíamos buen vino y comíamos lo que íbamos preparando en sucesivas incursiones de los experimentados cocineros de este genial grupo. Un día inolvidable que coronamos con juegos y proyecciones del abundante material fotográfico de este paseo al sur. La única deuda fue el volcán Villarrica que nunca despejó por lo que no pudimos subirlo.

La mañana siguiente fue la despedida y el retorno. Lindas vacaciones!!!!

Ascenso al cerro El Plomo : una nueva revelación

Si bien esta es la tercera vez que voy a este mágico cerro de la Cordillera Central, nunca le había encontrado tanta belleza y sentido como esta ocasión. Junto a mis queridos amigos malayos, fui invitado a «última hora» a este paseo y gustoso acepté el desafío a pesar no no haber entrenado ni aclimatado para nada. Mi mayor altura de las últimas semanas fue el Salto de Apoquindo, bello y caluroso lugar, que por cierto no genera ninguna ventaja para ir a las alturas.

Como soy un entusiasta a toda prueba, me inscribí para el desafío y a las 21 horas del día anterior me encontraba comprando provisiones en el supermercado más cercano a mi hogar y marcando los despertadores (no sirve solo uno) a las 7 de la mañana del sábado. Puntualmente, pasaron por mí una pareja adorable de malayos con quienes anotamos muchas salidas disfrutables por varios años. Juntos, nos fuimos al punto de encuentro, en donde antes de 10 minutos (una regla malaya) estábamos todos los participantes de esta cumbre de fin de año.

Un total de 15 malayos en 5 vehículos 4×4, rumbo a Tres Puntas en Valle Nevado. Tras la firma del registro en el custodiado acceso de Valle Nevado, comenzamos la aventura. Se nos unió la «abuela atómica», una abuela deliciosa que es un ejemplo para cualquier persona de más de 70 años, una prodigiosa mujer que ama las montañas y tiene el físico para recorrerlas sin aspavientos. Cargamos las mulas con lo más pesado del equipamiento y partimos alegres por Piedra Numerada hacia nuestro destino, la Hoya en la base del imponente Cerro El Plomo.

Armamos campamento tras varias horas de caminata y la constatación de un numeroso grupo de carpas de montañistas que seguramente tenían el mismo objetivo nuestro, despedir el año 2012 ascendiendo esa maravilla de cerro.

El clima se presentaba auspicioso, luna llena y despejado, el frío bastante aceptable y las ganas a todo vapor. Nos fuimos a dormir a nuestras carpas temprano, ya que a las tres de la mañana deberíamos despertar, desayunar y salir a las 4 rumbo a la cumbre.

Todo salió según nuestros planes, excepto por el aviso que nos da por radio nuestra abuela Eliana, quien presenta algunos síntomas de alta presión provocada por un remedio para el asma. En fin, sabemos que ella es quien tiene más cumbres de este cerro y por algo se restringe. El resto, iniciamos la aventura, caminando por el sendero iluminados con nuestros frontales y las ganas de llegar a la cumbre. La vista de Santiago iluminado en la madrugada es impresionante, tanto como la presencia del primer hito en el camino, el refugio Agostini, que los malayos ayudamos a reconstruir tiempo atrás. En medio de la madrugada, solo escuchamos nuestros pasos y el jadeo de nuestra respiración.

Cuando llegamos a la pirca del Inca, ya sabíamos de dos de nuestros compañeros que presentaban nítidos síntomas de puna y aunque porfiaban por seguir, por radio les pedimos que abandonaran, el Plomo permanecería ahí y no valía la pena seguir el ascenso sufriendo. Por suerte. lo entendieron tras muchas conversaciones por radio, y el resto nos dispusimos a seguir. Unos preparando el paso con crampones por el glaciar y otros remontando el camino tras el proceso de convencer a los «apunados» de detenerse.

Estuvimos un largo tiempo en este impasse, ya que debe entenderse que cuando hay puna no hay mucha razón, y el proceso de convencer es lento. Cómo sea, una parte del grupo cruzamos el glaciar e iniciamos la compleja subida del último tramo hacia la cumbre.

Cómo fui uno de los que esperé la llegada de los rezagados, el último tramo hacia la cumbre fue en solitario y tamaña fue mi sorpresa cuando en ésta, encontré a tres parejas de malayos que son matrimonios y que ostentan más de 26 años de matrimonio cada uno, dos de ellas 29 años casados, que maravilla!!. No pude dejar de admirar esta admirable coincidencia, parejas de tantos años juntos que gozan como adolescentes el hacer una cumbre juntos. Mi admiración eterna para ellos, la tierna Nilda con el «Sir»  Roberto, la sorprendente Claudia con el portentoso César y la increíble Natalia con mi buen amigo Ricardo, todos con frío (inevitable en la cumbre de El Plomo), junto a los otros que llegamos a acompañar este disfrute maravilloso.

Tras una hora de espera en la cumbre con la esperanza que llegaran los rezagados, decidimos que era mejor bajar pues el frío era muy notorio y nos haría mal.

Ya de vuelta al campamento en La Hoya, la mayoría decidió dormir un rato para recuperar fuerzas. Por radio mantuvimos el contacto con el grupo que seguía bajando y calculando los tiempos, comenzamos con mi amigo Ricardo a preparar un cóctel con todas las delicias improvisadas que todos portan en sus mochilas. Así, teníamos quesos brie, ahumado, azul, camembert, embutidos de diversos sabores, salamés, chorizos, galletas de navidad, diversos queques navideños, pastas de untar, salmón, jamón ahumado, buenas botellas de vino y hasta un buen vodka polaco. Una verdadera bacanal completamente improvisada, lo cual pone de manifiesto la voluntad disfrutable del grupo.

Ya todos reunidos, gozamos hasta el hartazgo tantos ricos sabores, llenos de alegría por este lindo paseo y que para varios significó su primera cumbre en El Plomo. Llenos de gozo nos fuimos a dormir, una noche de vientos salvajes y frío glaciar, pero nada opacaría tanta buena onda y así fue. Nota aparte son tres hermosos perros que nos acompañaron durante toda la travesía, se acoplaron s nosotros en Federación y nos acompañaron hasta la cumbre, volvieron y cenaron con nosotros y por si fuera poco nos llevaron de vuelta hasta Tres Puntas. Qué lindos!!!

La mañana, tras una noche de mucho viento y frío, fue propicia para desarmar campamento y organizar el regreso. Luego de dejar nuestro equipaje pesado para las mulas, iniciamos el regreso por Piedra Numerada, un viaje vertiginoso hacia Santiago antes que acabase el año.

Qué buen paseo y que increíble festejar con tres matrimonios con casi tres décadas juntos, una maravilla irrepetible!!!

Dejé fotos para amplificar el gozo y recordar a mis queridos amigos.