Fue una decisión muy rápida, un llamado para chequear disponibilidad, una confirmación por SMS y por la mañana del día siguiente ya estábamos viajando mi hermano, su compañera y yo, llenos de ganas de disfrutar uno de los paseos filete que más quiero.
Cerca del mediodía ya estábamos en el centro de Valparaíso y con la buena fortuna de encontrar que justo se estaba realizando la Segunda Feria Gastronómica Internacional de Valparaiso, algo imperdible para mi personal gusto.
En el hermoso muelle Barón, específicamente en los pabellones de cruceros que de vez en cuando ocupan turistas que entran y salen del puerto de Valparaíso, se desarrollaba esta muestra gastronómica. Un dia luminoso y soleado daba un marco preciso para iniciar el disfrute que sospechábamos vendría.
Recorrimos el espacioso lugar, lleno de puestos pequeños con la variadísima oferta gourmet que de pronto en Chile se ha convertido en toda una industria. Una zona para las escuelas de cocina profesionales y restaurantes que se atrevieron a estar presentes, un patio de comidas con un escenario para espectáculos en vivo y que mientras estuvimos en el lugar tocaban la deliciosa musica de King of Convenience.
Varias zonas para empresas de todos los tamaños, ya que al fin de cuentas, la aprobación del público tiene que ver con lo que prueban más que el curriculum del presentador. Una fiesta de sabores, en la que probamos salsas y pastas de untar, un rico sake sour, exploramos utensilios de cocina y sobretodo disfrutamos de los aromas de diversas preparaciones que se vendian muy barato para un público muy entusiasta y de carácter muy familiar.
Qué rico ver como las personas poco a poco aprecian el disfrute de la experimentación gourmet y se atreven a probar sabores insospechados para el estandar gastronómico nacional.
Continuamos el krrtrekking dirigiéndonos hacia los cerros con más actividad, me refiero por supuesto al Cerro Concepción, Cerro Alegre y posteriormente al Cerro Bellavista.
Tras deambular por esas siempre inclinadas calles y toparnos con una enorme cantidad de turistas nacionales y extranjeros, nos dimos cuenta que la hora había pasado muy rápido y que corríamos el riesgo de quedar sin almuerzo, nos movimos presurosos hacia uno de mis restaurantes preferidos, el C, solo para comprobar que ya había cerrado la cocina. En ese momento, recordé que había un restaurante abierto enfrente del Gervasoni que podía ser una buena opción y nos dirigimos hacia Il Paparazzo.
Un restaurante de diseño hermoso, buen ubicado y con buena promesa de disfrute. Sin embargo, la lentitud del servicio comenzó rápidamente a exasperarme. Conseguí, gestos mediante, que llegaran las cartas y nos ocupamos en seleccionar los disfrutes de cada cual. Pero, se demoraban demasiado en cada etapa, afortunadamente se les ocurrió traer algo para engañar a nuestros sistemas digestivos lacerados de hambre. Unos panecillos y una salsa de untar, que literalmente devoramos.
Si el preámbulo fue lento, aún nos tocaba esperar infinitamente la llegada de los platos seleccionados. Por fin apareció el Pulpo en la roca, un rico pulpo a la oliva parrillado y majado de papas, chimichurri y criollita. Un oleaje espirituoso, un pescado de roca grillado en su piel con ñoquis de zapallo en salsa de albahaca, con tomates confitados y rúcula. Un pulpo oriental, esto es, un pulpo a la parrilla sobre verduiras salteadas al estilo oriental con ensaladita de brotes y castañas de caju y chips de camote. Acompañamos estos platos con un Medalla Real Pinot Noir 2009 que afortunadamente estaba a la temperatura correcta.
Salimos de Il Paparazzo anunciando que no volveremos, pues a pesar de su exquisita comida, la lentitud del servicio está fuera de orden y aunque le reclamé al Administrador al momento del pago, no fue capaz de decir nada.
Continuamos nuestro krrtrekking recorriendo las innumerables callecitas cortas e inclinadas de Valpo, lo cual me permitió hacer una fantástica recuperación en fotos de grafittis para la posteridad.
Tras haber recorrido los cerros Concepción y Alegre, comenzamos con el cerro Bellavista, en donde finalmente elegimos una privilegiada terraza para ver el atardecer. Un café muy lindo llamado Sello Verde, en donde disfrutamos unos pastelillos y jugos naturales muy ricos, mientras observábamos la ciudad que comenzaba a oscurecer.
Caminamos de regreso hacia donde estacionamos transporte y comenzamos el regreso. Un día delicioso, lleno de aventuras y sabores para el recuerdo.