Desde hace varios años acostumbro dar una vuelta por nuestro Patrimonio de la Humanidad, me refiero por cierto, a Valparaíso. Ascensores precarios y deliciosos, calles de subida (muy de subida, nunca de bajada), casas magníficas que desafían la gravedad y las inclemencias de un clima marino, un puerto principal venido a menos pero que 24 horas al día trabaja por ser reconocido en el universo de las maravillas que posee nuestro Chilito.
Noviembre es un buen mes para pasear, sobretodo cuando arrecia el cumplimiento de metas laborales y las fiestas de fin de año. Valparaiso amplía sistemáticamente su oferta de opciones filetes, hoteles boutiques, restoranes de calidad premium, paseos culturales de primera y una inclasificable lista de posibilidades para disfrutar el día y la noche del puerto.
Un rápido resumen de este krrtrekking incluye un maravilloso hotel boutique Latitud 33, un lugar para inaugurar el día «El Desayunador», un museo pictórico delicioso al aire libre en un Cerro Bellavista (el cerro que Neruda eligió para su casa en el Puerto), un rico refrigerio en Café Iris, un almuerzo premium en Divino (del hotel Gervasoni), unas maravillas pictoricas en pequeños talleres de arte de libre acceso en los cerros Alegre y Concepción, un café helado con menta en el Café del Jardín, unos tragos geniales para el atardecer en el Epif, una comida Thai irrepetible en el Samsara, un almuerzo extasiante en el C (Concepción) el mejor restorán que he encontrado en Valpo, unas tapas y tragos en el Restorán del Paseo Atkinson y el único punto negro (o blanco según quieras), el pésimo y desagradable «Poblenou», un pequeño y pretencioso sitio del Cerro Concepción que la verdad debe desaparecer, cero gestión, cero concepto de calidad de servicio y peor que todo, nula comprensión acerca del servicio al cliente. No pierdan su tiempo, borrenlo de la lista.
Valparaíso, maravilloso puerto de Chile y un carrete excepcional para cualquiera que aprecia la calidad