Mi plan original para este krrtrekking era ir a escuchar a la genial Los Andes Big Band junto a la Conchali Big Band en el Instituto Goethe de Santiasco. Sin embargo, a pesar de llegar a la hora, me encontré una sala repleta y calurosa, lo suficiente para ahuyentarme y lanzar el plan B de inmediato.
Seguí mi periplo hacia calle Mosqueto, en donde sabía que había un buen restorán, además de cafés deliciosos que ya he visitado antes. En fin, encontré un restorán vasco español con cierta tradición en el sector. Se trata del Txoko Alaves, un lugar bien montado, entretenido y sobretodo suficientemente atractivo como para incursionar.
Inteligentemente organizado en dos niveles, una gran barra es lo primero que recibe al comensal y dos opciones de comedores en ese escenario. Una escalera conduce a un segundo piso con más comedores. Linas reproducciones de MIró y Picasso, además de placas con frases célebres que generan inmediata hilaridad. Por ejemplo, «Si el viejo pudiera y el joven supiera». Notable!!!
La música del tipo orquestada con predominio del piano generan un ambiente disfrutable. Mirando la carta, me entusiasmé con un Congrio al estilo Txoko al que añadí papas cocidas. Se trata de un par de exquisitos trozos de congrio dorados a la plancha con una salsa de ajo, perejil en aceite de oliva. Francamente exquisito.
Pedí una botella de pinot noir Tabalí Reserva, adecuado para esta cena de media semana. Escuchando las ofertas de platos que el mozo peruano hacía a los visitantes (cada vez más abundantes), descubrí que tenían bacalao fresco. Intenté cambiar el congrio por bacalao, pero ya era tarde. Para otra vez será.
El plato superó mis expectativas, los filetes de congrio estaban dorados deliciosamente, con hojuelas de ajo crocante y un polvo de perejil que le daba color y sutileza. Al momento de llegar mi plato, ya había conseguido enfriar el vino en una cubeta de agua y hielo (¿porqué guardan el pinot noir a temperatura ambiente???). El vino fantástico, con bastante cuerpo, sutiles toques de frutas rojas y unos tonos de vanilla muy sutil.
Mientras cenaba, la barra se llenó de visitas y ls mesas fueron progresivamente ocupadas por parejas y amigos con ganas de disfrutar. La dueña, una española, sentada en una de las mesas, miraba al vacío y sonreía. Parecía disfrutar también, la alegría de los demás.
Terminado mi plato, fijé la vista en los detalles del lugar, maceteros por doquier, en cornisas y bordes de las escaleras. También noté el detalle de las cubiertas de mármol en ls mesas. Extraviado en ello, fui interrumpido por el mozo para ofrecerme un postre. Elegí uno llamado Gosía, consistente en un bizcocho bañado en licor, con crema pastelera, un relleno de grosellas y frutillas con un caramelo crocante en la superficie. Delicioso!!
Para terminar, el mozo presuroso, me ofreció el «choquito de la casa», un pacharán casero bastante bueno a pesar la preponderancia del anís.
Buen lugar y al lado de los museos!! (MNBA y MAC)