En cleta a almorzar al Cajón del Maipo

Inhibido por un tiempo de hacer montaña debido a una lesión, he ocupado harto mi cleta para hacer incursiones disfrutables, algo que suelo llamar biketrekking.

Este día desperté inspirado y con ganas de ir más lejos, lo que me hizo recordar rápidamente un circuito que he hecho anteriormente : ir a almorzar a algún lugar en el Cajón del Maipo. Partí utilizando las ciclovías hasta llegar a Macul en donde a falta de éstas, tomé la pista de la locomoción colectiva sobre una «alfombra roja» que marca esa vía exclusiva. Luego, por Av. La Florida hasta alcanzar la Av. El Volcán, calle principal que recorre el lindo Cajón del Maipo.

Antes de seguir y considerando el calor reinante, pasé por un mote con huesillos gigante y deliciosamente helado. Una pausa extraordinaria.
Continuando el paseo, me dirigí intencionadamente en búsqueda del restaurante Calypso, pero como ya me ha ocurrido antes, estaba llenísimo y muy animado con unos chicos que tocaban cuerdas (violín y violoncello). Tras unos minutos de goce musical, seguí adelante, ahora en búsqueda del restaurante Ko. Mala suerte, estaba cerrado al público con un evento privado bastante ruidoso.

Continuamos y llegué al restaurante francés La Petite France pero estaba cerrada!!!. Estaba quedando claro que debería buscar algo que no hubiera visitado antes. Como soy obstinado, tomé aliento y me devolví, poniendo mucha atención en los nuevos sitios.

Tras un rato encontré lo que buscaba. Una suerte de hostal con un gran restaurante llamado Puerto Maipo. Tras inspeccionar, descubrí que tenía una gran piscina y una estupenda terraza, ideal para almorzar.

Partí con una cerveza muy helada para quitarme el evidente calor acumulado. La chica del servicio me trajo una panera y rico pebre para entretenerme un rato. Luego examiné la carta, abundaban platos bien chilenos y tras analizarlo un poco, concluí que sería buena idea un filete de merluza, arroz y ensaladas. Un almuerzo sencillo y contundente.

Al regreso, cumplí mi promesa de traer de regalo una gran tortilla con chicharrones, la que recién hecha y bien envuelta, la puse en la mochila hasta llegar a casa.

En total algo más de 80 kilómetros de recorrido y una sonrisa plena por el gran disfrute de este soleado día.

Nam Thai cuisine & bar : buen descubrimiento

Recorriendo el barrio Manuel Montt por la zona norte, me encontré con un sitio que calculo no debe llevar más de un año presente y que me resultó atractivo experimentar. Pasé dos veces por su entrada antes de decidir ingresar, pero claramente era la mejor opción esta noche.

Un sitio bien ambientado, con una deliciosa música electrónica y muchos clichés de bar buena onda a pesar de ser un restaurante. Ya instalado, me dejé entusiasmar con la carta, partiendo con los aperitivos que me evocaron sabores deliciosos. Me incliné por un cóctel de manzana y apio picante, que era finalmente pisco macerado en ají, manzana verde y apio. Una delicia repetible muchas veces!!

Divagué por la carta de platos que a pesar de no ser muy extensa me obligaba a pensar en cada sabor para asegurar una buena elección. Finalmente me decidí por un curry del mar, un plato de camarones,  ostiones y cortes de locos en curry amarillo con vegetales y leche de coco acompañados de una porción de arroz jazmín.

Para acompañar mi plato, me quedó muy bien la oferta de vinos por copas, ya que curiosamente ofrecían copas de  pinot noir, algo absolutamente inusual en la mayoría de los restaurantes de Santiasco. Una buena copa que combinó a la perfección con el plato.

Para los postres me dejé tentar con uno que no estaba en carta pero que era un invento del chef y que parecía interesante. Se trató del huevo de nieve, un merengue relleno de helado de guayaba, gratinado con lemon grass, jenjibre y un fondo de chirimoya alegre. Divino!!!!!!!

Para cerrar esta deliciosa incursión, nada mejor que un café negro y muchas ganas de volver.

Paseando en cleta el mejor krretrekking

Como casi todos los sábados, tras un reparador sueño, tomo mi fiel cleta y salgo a recorrer las calles de Santiasco con el modo caza de graffitis ON y siempre con ganas de disfrutar un buen rato. Comencé por el Parque Forestal para seguir por las ciclovías hacia el centro en busca de unos graffitis dateados, algo que fotografié en detalle. Luego seguí hacia la zona de Plaza Ñuñoa para revisar la oferta gastronómica que por cierto, incorpora una nueva sede del divertido restaurante The Clinic en el mismo lugar en que estaba La Terraza y posteriormente el 35 mm. De ahí me volví hacia la costanera y seguí hacia el Parque Bicentenario, llenísimo de gente con muchos niños y animados disfrutes familiares. Enfilé hacia La Pirámide y subí el cerro San Cristóbal hasta la plaza Antilén en donde aproveché de beber un jugo de mango y arándanos preparado a pedido en el mismo lugar. De ahí hacia la cumbre del Cerro en donde un rico jugo de mote con huesillos, sin mote ni huesillos me regresó la energía para poder volver a mi departamento. Antes aproveché de visitar la exposición de esculturas de aluminio en el Parque de Las Esculturas, una preciosa muestra que también incluí en mis fotografías.

Durante mi regreso, me percaté que algo pasaba en el río Mapocho, las cletas estaban bajando al lecho del río y era legal!!. No perdí un segundo, enfilé por la rampla y realicé mi primer circuito en lo que espero sea una nueva ciclovía en Santiasco. Qué maravilla, correr mi cleta por el lecho de piedras del río Mapocho, algo inesperadamente delicioso.

Lindo paseo, completamente repetible.

 

Krrtrekking en Bogotá : una semana de disfrutes

Este viaje lo planifiqué en enero en una noche que sentí nostalgia por viajar. No tuve tiempo de chequear muchas cosas, pero aseguré la más relevante, un hotel boutique en el barrio La Candelaria en el casco histórico de Bogotá llamado Muisca, una hermosa y antigua casa remodelada para constituir un verdadero museo histórico. Una belleza ubicada en la calle más empinada de la ciudad, no en vano la calle 10 es conocida como la Calle de la Fatiga o la Calle del Calvario. No pude evitar reminiscencias del viejo Valparaíso. Llegué bastante avanzada la tarde y tras instalarme, pedí un plano de la ciudad para poder ubicar donde realizar cambio de monedas y poder cenar algo rico. No me fue bien con el cambio, pero encontré un sitio de comida mexicana en donde, tarjeta mediante, podría cenar. Un síntoma, es difícil conseguir lugares que acepten tarjetas de crédito y más aún, que tengan vino, algo que corroboraría más adelante. El restaurante Enchiladas, me permitió beber un cuba libre decente  con unas quesadillas con frijoles y luego un delicioso taco pastor.

El primer contacto visual con la ciudad me sobrecogió, hay edificaciones del 1600 en muy buen estado de conservación y funcionales, además quedé sorprendido con la limpieza, debe ser la ciudad más limpia que he conocido en 30 años. Impecable!!

Tras una noche de descanso y un abundante desayuno en una de las terrazas de mi hotel, en donde disfruté unos huevos revueltos con tomate y cebolla muy ricos además del café con leche, fruta y pan; decidí partir el recorrido en el formato que acostumbro, caminando y con mi cámara fotográfica en formato de caza de graffitis.

Recorrí la Carrera 7 desde la calle 5 (la ciudad se mapea en Carreras y Calles, lo cual hace muy sencillo ubicarse) para encontrar las dependencias del gobierno, la mayoría de los edificios institucionales relevantes y tras unas 20 cuadras, el fantástico Museo Nacional y el Parque Metropolitano. Fascinante la belleza de las mujeres colombianas, es definitivamente algo imposible de evitar notar. Carrera 7 es además una calle que se cierra al tránsito vehicular y se constituye en varias decenas de cuadras de ciclovía y paseo peatonal, un gran acierto.

Regresé hacia el centro en búsqueda de un restaurante que aceptase tarjetas de crédito ya que siendo domingo no era factible realizar cambios de moneda. El restaurante El Corral, en formato muy internacional, me permitió disfrutar una limonada de coco, luego un petit filet con papas en espiral y acompañar con una botella de Malbec argentino 2011 La Linda. Una combinación estupenda para mi primer almuerzo en la ciudad, que cerré con un buen café negro.

Al siguiente día, cambié a la terraza superior del hotel el momento del desayuno, lo cual me permitió una vista preciosa de la enorme ciudad. Ahí constaté que sus dimensiones eran muy desafiantes y que tendría que esforzarme más en mis caminatas si quería conocer lo que interesaba. Temprano inicié mi caminata desde Carrera 1 con Calle 10 con el objetivo de llegar a Carrera 11 con Calle 82, en medio del Barrio «Rosa», algo así como Isidora Goyenechea en el Barrio El Golf de Santiasco.

Fue una caminata llena de detenciones pues encontré una gran cantidad de buenos graffitis que registré para la posteridad. Cuando logré dar con el restaurante Andrés Carne de Res, muy recomendado por amigos, di por cumplido mi primer hito. Un restaurante con un formato de club nocturno, aislado de la luz solar, con una muchachada divertida en la atención de las mesas, demasiado turístico y al estilo yanky. Sin embargo, la carta es un prodigio de ofertas presentadas en un formato cercano al comic. Quedé instalado en la zona del local llamada Lujuria, y una pelirroja preciosa (Karen) fue mi anfitriona junto a su joven compañero. Cansado y sediento, partí con una buena cerveza colombiana y un Patacón con queso y hongos. Para los fondos, una punta de anca en salsa de vino acompañado con unos tomates rellenos de puré de papas. Acompañé con una botella de un ensamblaje argentino Vistalba 2007. Evité consumir vino chileno, muy abundante en la oferta, ya que no tenía sentido, a pesar que habría estado excelente.

El plato lo sirven en una fuente de metal caliente por lo que chisporroteaba de manera impresionante. Afortunadamente lo tienen previsto y me pasaron un delantal de papel sin el cual habría quedado lleno de aceite. La carne esta sabrosa pero demasiado fibrosa lo cual fue un desafío a mi dentadura y paciencia.  Para el postre unas ricas brevas y por supuesto el cierre con un café ristretto.

Regresé caminando nuevamente zigzagueando entre las calles para atrapar más vistas y graffitis del entorno, lo cual me tomó varias horas. Tiempo adecuado para llegar a un happy hour en que disfruté un mojito mientras revisaba el día vivido.

A estas alturas de mi periplo, caí en la cuenta que muy poca gente fuma y que en la totalidad de los restaurantes está prohibido fumar, algo muy parecido a lo que recientemente se instituyó en Chile. Aparentemente hemos imitado algo más que el TransMilenio colombiano. Cabe destacar que en las calles en que circula locomoción colectiva (Avenida Caracas por ejemplo) el aire es francamente irrespirable, por lo cual es muy agradable que existan calles solo peatonales y con ciclovías.

El siguiente día, martes 9 de abril, se realizaba una marcha por la paz la que debe ser la multitud más grande que he vivenciado en mi vida, alrededor de 1,5 millones de personas de todas las edades marchando por las principales calles de Bogotá. Me uní naturalmente a este clamor que además se desarrolló en la más absoluta tranquilidad y alegría. Impresionante demostración de civilidad y que fue coronada con algo ejemplar. Al terminar la manifestación, cuadrillas se desplegaron por todas las calles realizando limpieza lo que permitió que esa misma noche no quedaba huella de la basura que naturalmente queda tras el paso de tanta gente. Mezclado en la muchedumbre me fui acercando a los lugares que yo quería conocer. La primera parada fue el famoso Museo del Oro tras haber visitado la Casa Museo Quinta de Bolivar, una pequeña hacienda en que vivió el Libertador. El almuerzo fue en un exquisito sitio llamado Andante Ma Non Troppo, un lugar de pastas deliciosas en el cual disfruté un plato de spaghetti a la putanesca con unas cervezas negras colombianas. Esa tarde, descansando un rato en mi habitación, escuché parte del discurso presidencial ante la multitud en marcha, un texto en que se apologizaba a la policía y el ejército como garantes de la paz. No pude evitar el sarcasmo. Esa tarde conocí un lugar de jazz, llamado La Hamburguesería, aunque solo los viernes hay tocata en vivo, la selección musical que se escucha es fantástica. Un buen happy hour, mientras observaba los blancos muros con posters de Duke Ellington, Thelonious Monk, Billie Holiday, Miles Davis y John Coltrane. Tod eso terminó por darme mucho hambre y pedí una hamburguesa de la casa con salmón ahumado, queso crema, roast beef, papas criollas, tomate y lechuga junto a un mojito delicioso. Buen cierre de un emocionante día.

El siguiente día, merecía un desafío mayor y éste sería el ascenso al santuario del Monserrate, una basílica ubicada en la cumbre de un cerro a 3.200 msn de altura. Un sudado paseo que me tomó 45 minutos de ascenso para obtener una vista envidiable de la ciudad. Gracias a mis salidas habituales con mi Club Los Malayos, tengo el estado físico adecuado para estas subidas, pues me sorprendí con la cantidad de gente en estado de fatiga extrema que encontré en el camino. En todo caso es como subir el cerro San Cristóbal pero desde una cota en 2600 msn. Un paseo genial!!!

Bajé del cerro para seguir mi cacería de graffitis hasta que el hambre me venció y encontré un interesante lugar de nombre mapuche, el restaurante Kutral, cocina de autor de un famoso chef en donde disfruté una exquisita cerveza artesanal Las 3 Marías roja, un churrasco en croute de champignones al ajillo y chutney de mango acompañado de puré de papas, chorizo y focaccia. Una media botella de Malbec Norton mendocino del 2009 completaron el disfrute.

El siguiente día lo dedicaría a los museos, ya que hay muchos en Bogotá. El primero fue el Museo de Arte Colonial donde aprendí algo sorprendente, Haití fue el primer país en independizarse de sus colonizadores y miren como está hoy. También, constatar que Inglaterra, Portugal, Francia, España y Rusia durante mucho tiempo se repartieron el mundo a su antojo y que aún en nuestros días siguen existiendo colonias. A continuación el Museo de Trajes Regionales de Colombia, el Museo de la Independencia o mejor llamado la Casa del Florero. Impresionantes muestras del esplendor de las castas dueñas de nuestros países y su influencia en la cultura local. Finalmente, la historia que conocemos de nuestros terruños está íntimamente ligada a la vinculación con los colonizadores y sus formas de división del trabajo.

Por la tarde, un merecido cóctel en el restopub El Corral, con un chocolate Martini, una mezcla de vodka, vainilla y chocolate, mientras observaba a una hermosa morena que chateaba en soledad en forma frenética hasta que llegó al encuentro su amante. Pronto decidí que era mejor idea volver al lugar de jazz que había descubierto. Sigo pensando que éste es un lugar extraordinario, espacioso, tranquilo, con una música fantástica y una oferta llena de sabores inolvidables. Este día partí con una cerveza negra para acompañar pronto una hamburguesa árabe, vegetariana completamente, con falafel, hummus y tabulé, acompañada con papas francesas.

Dado que mi primera incursión al barrio rosa fue puntual, el siguiente día en Bogotá, fue dedicado a recorrer esta oferta turística. Siento algún recelo en hacer esto, pero me da un punto de comparación con otros países y por lo demás, material para conversar con quienes visitan solo eso en sus viajes al extranjero. Así como pensé que era muy parecido al Barrio El Golf, hoy concluí que era una mezcla con el Barrio de Alonso de Córdoba y Nueva Costanera. No falta ninguna tienda internacional relevante como tampoco las presencia de mujeres bellísimas en acto de consumismo desatado. Algo novedoso es la gran cantidad de casinos de juegos, casi uno por manzana, lo cual muestra la evidencia de mucho dinero (y quizás lavado de éste). Los malls son iguales a los que estamos acostumbrados a ver en todas partes, con preponderancia de jóvenes y bellas nínfulas consumistas. La diferencia que puedo hacer notar es la exacerbada seguridad, ningún vehículo ingresa al estacionamiento del mall o de un edificio público sin una revisión exhaustiva de un guardia y un perro caza explosivos. Algo similar ocurre en museos en que jamás pude ingresar sin una revisión de mi pequeño bolso en donde porto lo básico para atender mis krrtrekkings. Es grosera la obsesión, aunque probablemente tiene que ver con la historia colombiana.

Almorcé en La Esquina de la Mona, un sitio normal pero con buena sombra para un cálido día. Una pechuga de pollo con miel mostaza rellena de jamón y queso acompañada de papas criollas, tras haber consumido unas empanaditas bogotanas exquisitas. Para acompañar solo conseguí una helada cerveza Club Colombia negra. Destiné el resto de la tarde para hacer unas pequeñas compras para regalos.

Mi último día, partió temprano, tras desayunar realicé checkout y dejé mi mochila en custodia. Salí a visitar el museo militar solo para saber algo más de este curioso país.  sabían que Colombia participó en la guerra de Corea?. Una guerra de USA llena de matanzas horrorosas de civiles que nadie podría sentir orgullo de haber sido parte.  Visité para limpiar mi aura el Museo de Arte Moderno, un edificio de 4 plantas muy bien dotado con piezas de arte geniales. Me reconforté con los humanos!!

Mi último almuerzo lo hice en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, mientras revisaba mis notas de este krrtrekking exquisito. Ahí tuve ocasión de interrogar a la bonita moza que me atendía acerca de porque las chicas alisaban el cabello. Sorprendentemente, la gran mayoría de las colombianas lo hacen porque de alguna manera olvidan el paso de la mezcla de razas milagrosas que les da su belleza inigualable.  Europa, África y los indígenas colombianos se mezclan para ese todo delicioso, sin embargo ellas tratan de borrar parte de ello. El dato freak es que en algunos lugares de trabajo se lo exigen!!!

Un gran país, lleno de injusticias milenarias, lleno de abusos institucionalizados, pero con una juventud pujante, preclara y con ganas de hacer algo distinto. Me fui lleno de energía esperanzadora, digan lo que digan, el pueblo latinoamericano cada vez más comprende que esto debe cambiar.

Les regalo mi selección de fotografías de este rico paseo.

 

 

 

 

 

Ascenso al cerro El Plomo : una nueva revelación

Si bien esta es la tercera vez que voy a este mágico cerro de la Cordillera Central, nunca le había encontrado tanta belleza y sentido como esta ocasión. Junto a mis queridos amigos malayos, fui invitado a «última hora» a este paseo y gustoso acepté el desafío a pesar no no haber entrenado ni aclimatado para nada. Mi mayor altura de las últimas semanas fue el Salto de Apoquindo, bello y caluroso lugar, que por cierto no genera ninguna ventaja para ir a las alturas.

Como soy un entusiasta a toda prueba, me inscribí para el desafío y a las 21 horas del día anterior me encontraba comprando provisiones en el supermercado más cercano a mi hogar y marcando los despertadores (no sirve solo uno) a las 7 de la mañana del sábado. Puntualmente, pasaron por mí una pareja adorable de malayos con quienes anotamos muchas salidas disfrutables por varios años. Juntos, nos fuimos al punto de encuentro, en donde antes de 10 minutos (una regla malaya) estábamos todos los participantes de esta cumbre de fin de año.

Un total de 15 malayos en 5 vehículos 4×4, rumbo a Tres Puntas en Valle Nevado. Tras la firma del registro en el custodiado acceso de Valle Nevado, comenzamos la aventura. Se nos unió la «abuela atómica», una abuela deliciosa que es un ejemplo para cualquier persona de más de 70 años, una prodigiosa mujer que ama las montañas y tiene el físico para recorrerlas sin aspavientos. Cargamos las mulas con lo más pesado del equipamiento y partimos alegres por Piedra Numerada hacia nuestro destino, la Hoya en la base del imponente Cerro El Plomo.

Armamos campamento tras varias horas de caminata y la constatación de un numeroso grupo de carpas de montañistas que seguramente tenían el mismo objetivo nuestro, despedir el año 2012 ascendiendo esa maravilla de cerro.

El clima se presentaba auspicioso, luna llena y despejado, el frío bastante aceptable y las ganas a todo vapor. Nos fuimos a dormir a nuestras carpas temprano, ya que a las tres de la mañana deberíamos despertar, desayunar y salir a las 4 rumbo a la cumbre.

Todo salió según nuestros planes, excepto por el aviso que nos da por radio nuestra abuela Eliana, quien presenta algunos síntomas de alta presión provocada por un remedio para el asma. En fin, sabemos que ella es quien tiene más cumbres de este cerro y por algo se restringe. El resto, iniciamos la aventura, caminando por el sendero iluminados con nuestros frontales y las ganas de llegar a la cumbre. La vista de Santiago iluminado en la madrugada es impresionante, tanto como la presencia del primer hito en el camino, el refugio Agostini, que los malayos ayudamos a reconstruir tiempo atrás. En medio de la madrugada, solo escuchamos nuestros pasos y el jadeo de nuestra respiración.

Cuando llegamos a la pirca del Inca, ya sabíamos de dos de nuestros compañeros que presentaban nítidos síntomas de puna y aunque porfiaban por seguir, por radio les pedimos que abandonaran, el Plomo permanecería ahí y no valía la pena seguir el ascenso sufriendo. Por suerte. lo entendieron tras muchas conversaciones por radio, y el resto nos dispusimos a seguir. Unos preparando el paso con crampones por el glaciar y otros remontando el camino tras el proceso de convencer a los «apunados» de detenerse.

Estuvimos un largo tiempo en este impasse, ya que debe entenderse que cuando hay puna no hay mucha razón, y el proceso de convencer es lento. Cómo sea, una parte del grupo cruzamos el glaciar e iniciamos la compleja subida del último tramo hacia la cumbre.

Cómo fui uno de los que esperé la llegada de los rezagados, el último tramo hacia la cumbre fue en solitario y tamaña fue mi sorpresa cuando en ésta, encontré a tres parejas de malayos que son matrimonios y que ostentan más de 26 años de matrimonio cada uno, dos de ellas 29 años casados, que maravilla!!. No pude dejar de admirar esta admirable coincidencia, parejas de tantos años juntos que gozan como adolescentes el hacer una cumbre juntos. Mi admiración eterna para ellos, la tierna Nilda con el «Sir»  Roberto, la sorprendente Claudia con el portentoso César y la increíble Natalia con mi buen amigo Ricardo, todos con frío (inevitable en la cumbre de El Plomo), junto a los otros que llegamos a acompañar este disfrute maravilloso.

Tras una hora de espera en la cumbre con la esperanza que llegaran los rezagados, decidimos que era mejor bajar pues el frío era muy notorio y nos haría mal.

Ya de vuelta al campamento en La Hoya, la mayoría decidió dormir un rato para recuperar fuerzas. Por radio mantuvimos el contacto con el grupo que seguía bajando y calculando los tiempos, comenzamos con mi amigo Ricardo a preparar un cóctel con todas las delicias improvisadas que todos portan en sus mochilas. Así, teníamos quesos brie, ahumado, azul, camembert, embutidos de diversos sabores, salamés, chorizos, galletas de navidad, diversos queques navideños, pastas de untar, salmón, jamón ahumado, buenas botellas de vino y hasta un buen vodka polaco. Una verdadera bacanal completamente improvisada, lo cual pone de manifiesto la voluntad disfrutable del grupo.

Ya todos reunidos, gozamos hasta el hartazgo tantos ricos sabores, llenos de alegría por este lindo paseo y que para varios significó su primera cumbre en El Plomo. Llenos de gozo nos fuimos a dormir, una noche de vientos salvajes y frío glaciar, pero nada opacaría tanta buena onda y así fue. Nota aparte son tres hermosos perros que nos acompañaron durante toda la travesía, se acoplaron s nosotros en Federación y nos acompañaron hasta la cumbre, volvieron y cenaron con nosotros y por si fuera poco nos llevaron de vuelta hasta Tres Puntas. Qué lindos!!!

La mañana, tras una noche de mucho viento y frío, fue propicia para desarmar campamento y organizar el regreso. Luego de dejar nuestro equipaje pesado para las mulas, iniciamos el regreso por Piedra Numerada, un viaje vertiginoso hacia Santiago antes que acabase el año.

Qué buen paseo y que increíble festejar con tres matrimonios con casi tres décadas juntos, una maravilla irrepetible!!!

Dejé fotos para amplificar el gozo y recordar a mis queridos amigos.

 

Un nuevo Krrtrekking para disfrutar la ciudad (lo que queda)

Tras un lamentable accidente que sufrí en una competencia de MTB, he debido permanecer en la ciudad, encerrado en santiasco, ya que no tengo habilitado para otras correrías mi brazo derecho. Sin posibilidad de ir a la montaña ni andar en cleta, la opción es caminar, caminar tanto como pueda y eso igual lo disfruto sin ningún pesar.

Esta mañana desperté con ganas de caminar mucho, necesitaba sentir que quemaba calorías, stress y esos pensamientos que el cansancio laboral y los recuerdos que a veces despiertan y que no hacen bien.

Cargué mi cámara y otros accesorios y comencé el viaje hacia el MAVI, el museo de artes visuales en barrio Lastarria, una exposición deliciosa llamada El Progreso del amor de José Pedro Godoy me dio la bienvenida. Una delicia de sensualidad y erotismo en piezas magníficas y que juegan con el imaginario del ser humano y de toda la naturaleza en permanente ejercicio del amor. Recorrí además una variopinta muestra de arte de los 90 con diversos autores colaboradores del proyecto MAVI.

Los pasos siguientes me llevarían directo al Museo de bellas Artes, MNBA, mi museo favorito desde el fin de la dictadura, donde siempre encuentro algo notable para disfrutar. En esta ocasión, las revisiones históricas que solo este museo puede hacer dada la gran cantidad de obras que almacena, además una nueva revisión a la sorprendente muestra del arte de Gonzalo Mezza en el subterráneo.

La siguiente estación de este krrtrekking era por supuesto, el MAC en donde lentamente recorrí la nueva exposición de esculturas en el primer piso, las sorprendentes y potentes fotografías de Andrés Racz en el zócalo. Qué vida la de este artista comprometido!!

Continuando la caminata, me fui hacia el Centro Cultural Estación Mapocho en donde se encontraba una muestra impresionante de maquetas de arquitectura basada en madera, decenas de proyectos para los lugares más insólitos, con miradas ecológicas, pensando en el bienestar holístico que pocas veces se logra en la realidad. Me encantaría que esos proyectos se construyeran y dejarán de ser solo buenas intenciones.

Esta incursión al viejo edificio me permitió hacer una exquisita sesión de fotografías resgistrando la belleza de la construcción de fierro que sostiene este monumental edificio. Les dejo el link para que lo disfruten.

Concluido el paseo por los museos, comencé a acercarme hacia el cerro San Cristóbal, mi oportunidad para hacer un ascenso. Caminé zigzageando por el barrio Recoleta, el barrio Bellavista (tomando algunas fotografías de arte callejero) y llegué a la entrada Pío Nono para comenzar a acercarme al sendero Zorro Vidal a partir del cual en 20 minutos llego a la cumbre del cerro San Cristóbal. Es curioso, pero en cleta hago el mismo tiempo hasta la cumbre por la entrada de Pedro de Valdivia Norte. Una delicia de paseo!!

En la cumbre, exigí (bueno, compré) mi premio habitual, un jugo de mote con huesillos que disfruté lentamente mientras miraba detrás del smog la extensa ciudad y secaba al sol mi transpiración. Tras un tiempo prudente, el hambre comenzó a aparecer en mi mente y cuerpo, por lo que decidí que mi destino final sería la sandwichería Ciudad Vieja, un sitio pecaminoso de Bellavista porque es defintivamente irresistible.

Instalado en la Ciudad Vieja, busqué en la carta el más sabroso de los sandwiches y ese, a no dudar,  era un chivito, algo que conocí en Uruguay y que se me hace agua la boca cuando lo recuerdo. Pan frica, lechuga, mayonesa, un bistec de vacuno, pepinillos, jamón, un rico huevo frito, tocino y queso derretido. Una sana diversión, ni tanto pero demasiado rico!!!

Buen paseo, ya vendrá otro.

 

Le Bistrot : almorzando tranquilo

Obligado por las circunstancias, debí ir de compras un sábado a Providencia. No tenía alternativa, pues como compro solo para reponer aquello que ya está demasiado gastado o no presentable, debo sacrificar tiempo en hacer shopping.

Tras las compras, era un buen momento para almorzar y estaba cerca de un cluster de restaurantes exquisitos, Rivoli, Baco, Le Bistrot, una triada exquisita. Elegí mi recordado Le Bistrot, fuente de placeres permanentes. me ubiqué en la terraza, hoy muy acalorada por la presencia de estufas debido al frío ambiente.

Instalado en la mesa más alejada de las estufas, comencé el disfrute pidiendo un Kir Royale, mientras hojeaba la conocida carta. Me entusiasmé con un Fettucine per deux saumons, algo así como un salmón fresco y ahumado, con crema y eneldo, un plato que hacía guiños fuertes con una copa de Terranoble merlot. Combinación deliciosa a pesar que me parecía extremadamente frugal e insuficiente.

Disfruté cada bocado hasta terminar, momento en que rápidamente elegí mi postre, unos profiteroles a la glace vanille, una mezcla deliciosa!!!

Para la salida, un habitual café negro y mi sentimiento de estar en el lugar correcto sin la compañía adecuada.

Como siempre, Le Bistrot, un placer fantástico!!!

 

Bahía Pilolcura : una experiencia disfrutable

Una mañana en que a pesar de esforzarme por dormir más, no me fue posible. Decidí desayunar rico y prepararme para una salida de reconocimiento en cleta.

Partí zigzagueando por las calles de Providencia con la intención de descubrir algún sitio nuevo, tras recorrer hasta Irarrázaval, finalmente decidí recorrer el barrio Manuel Montt en donde habitualmente hay cambios. Varios sitios cambiaron de dueño o de nombre y aparecen otros, por ejemplo ya no existe Don Peyo pasando a ser otro sitio, el peruano Sacsayhuaman se convirtió en otro restoran peruano, enfrente de Don Peyo se está armando una marisquería muy fachosa, por fin comenzó a funcionar el Puchacay y muy cerca del Pub La Luna comenzó a operar un nuevo restaurante. Con este material ya tengo aseguradas varias salidas de disfrutes para los siguientes días.

Completada esta etapa del paseo, me pareció que ya era hora de tomar la ruta  hacia el cerro San Cristóbal y lo hice por Pedro de Valdivia. Hay tramos de esta subida que me hacen recordar ineludiblemente todos los excesos de la semana y el sonido de mis jadeos junto a la deliciosa música que voy escuchando terminan por darme todo el ánimo que requiero para llegar una vez más a la cumbre. El rito no pudo esperar y pedí mi jugo de mote con huesillos helado, el mejor brebaje para premiar el esfuerzo del ascenso. Hoy me repetí el premio porque hacía demasiado calor.

Pronto, decidí regresar y me preparé para ese fantástico descenso, la brisa que refresca el rostro y la sensación de volar. Qué delicia!!

Conecté con el desvío hacia La Pirámide y me fui hasta esa zona en donde tomé el parque que recorre Américo Vespucio hasta llegar a Pocuro. De ahí por la ciclovía hasta conectar nuevamente con Antonio Varas. Mientras pedaleaba comencé a sentir hambre y me pareció un buen día para ir a un sitio que hace mucho tiempo conozco y nunca lo he encontrado abierto. Claramente hoy se rompería la cábala, pues no solo estaba abierto sino que estaba especialmente interesante. Me refiero al pequeño restaurante Bahía Pilolcura ubicado en las Torres de Tajamar.

Mientras aseguraba mi cleta en una reja, conversé la atenta moza quien me comentó con pasión los mejores deleites del lugar. De esa forma, apenas tomaba asiento pude pedir un ceviche de corvina y camarones al estilo chileno y un pisco sour con limones normales pero preparado e el momento. Pequeñas diferencias que son importantes.

Mientras esperaba, pedí una botella de agua sin gas y hielo al mismo tiempo que llegaba una hermosa concha – panera con pan muy caliente y un pote con mantequilla para mi disfrute. Deliciosa música chilota y una atmósfera tranquila me acogió para bajar mis revoluciones.

El plato de ceviche se veía delicioso, adornado con el regalo de unas ostras pequeñas y sabrosas que me regalaron. Cortes de corvina fresquísima, camarones, cebolla y cilantro todo en un mar de limón para ser acompañados con una copa de pisco sour fantástico.

Un sitio encantador para una experiencia muy disfrutable.

Vista Cordillera : almorzando en cleta

Ya pasaron más de tres meses desde mi último biketrekking, pero en este día inexplicablemente llevaría a cabo otro a pesar de tener otros planes. Desperté relativamente temprano aunque no lo suficiente para ir a un paseo Malayo que hoy tenía por destino el lindo cerro Pintor. Sin embargo, como me precio de manejar más de un plan, decidí salir en cleta a pasear por senderos en el cerro San Cristóbal.

Antes de acometer el cerro, me dediqué a pasear un poco y rescatar algo de arte callejero tomando algunas fotografías. Ya con el cuerpo preparado, tomé aliento y subí tan rápido me fue posible hasta la cumbre del cerro. Qué delicia, a pesar del cansancio, el cuerpo se llena de placer y el premio de un jugo de mote con huesillos termina de gratificar el momento.

Bajé del cerro alrededor del mediodía y mientras disfrutaba la brisa del descenso, me puse a pensar que tenía rango de tiempo suficiente como para escaparme de Santiasco e ir a almorzar al Cajón del Maipo. No dejé tiempo para cambiar de opinión y me lancé a la aventura. Me fui por Pedro de Valdivia hasta la ciclovía en la misma calle y luego conecté con la ciclovía de Dublé Almeyda. Luego Macul y de ahí derecho hacia Avenida La Florida. En el camino compré una botella de hidratante y continué pedaleando.

Al comienzo del camino El Volcán hay una picada de mote con huesillos, lugar preciso para refrescarse, sentarse un rato y de paso llenar la botella con heladito jugo para el resto del viaje

Pasé por La Obra, luego Las Vertientes y más allá El Manzano. El rico restoran Calypso cerrado por vacaciones y de pronto, aunque he pasado unos 10 años por aquí, esta vez me si pareció buena idea detenerme en el Vista Cordillera. Un sitio sencillo, bastante concurrido y con una terraza que era mi mejor opción en ese momento.

Partí pidiendo una vaina, mientras llegó pan caliente, mantequilla, pebre y una salsa verde al cilantro. Revisada la ca.rta, me pareció que el gasto calórico realizado hasta el momento, bien merecía algo contundente. Entonces, el plato elegido fue un enorme filete a lo pobre servido en un hirviente  plato de fierro rodeado de las papas fritas y coronado por la cebolla y los huevos fritos. Tremendo y delicioso plato!!!. Para que el disfrute fuera completo, pedí un carmenere reserva de Marqués de Casa Concha, un caldo tinto potente para engrandecer mi almuerzo.

Me hizo por un buen rato compañía un perro chico llamado Washington, quien se empinaba en dos patas para saber si me quedaba comida y luego colocaba su barbilla en mi pierna y gemía suavemente pidiendo. Me ganó la ternura y la técnica manipuladora del quiltro, así es que compartí mi filete con él.

Tras un merecido descanso, comenzó el retorno que tenía la ventaja de ser en gran medida de bajada, aunque con el terrible calor de igual manera era bastante el esfuerzo. Me detuve nuevamente en la picada del mote con huesillos cuando llegué al comienzo del camino y pude cargar mi botella con algo refrescante, para poder llegar a casa finalmente tras 90 kms en cleta.

Buen paseo!!!

 

La Pescadería : un aporte al barrio Bellavista

Noche calurosa de verano y con ganas de cenar algo rico y de preferencia en un lugar desconocido. Por lo tanto, definí una ruta en dirección al barrio Bellavista y comencé a caminar.

En calle Mallinckrodt se acaba de instalar un restaurante que tiene presencia en Borderío,  con fama de gourmet y rico. Se trata del nuevo local de  La Pescadería de Walker. Un sitio tan nuevo que de no mediar mi curiosidad, no habría ingresado pues salvo una pareja, estaba vacío.

Un local grande, espacioso con mesas por la periferia y unos grandes mesones por el centro, una ambientación sencilla pero con estilo. Mientras me preparaba para conocer que sorpresa recibiría esta noche, pedí mi habitual  agua mineral sin gas y solicité las cartas.

Lo primero que llama la atención es la estupenda variedad de platos marinos y como me gusta averiguar más, conseguí saber que además, fuera de la carta, habían locos. Mmmmmhhh!!, irresistible y como no estaba claro como podía servírmelos, vino el mismo chef a negociar conmigo como sería mi entrada. Finalmente, resultó un conjunto de locos de mediano tamaño, delicadamente blandos reposando en una cama de lechugas y un set de 4 salsas para probar sabores. Maravillosos!!

Para los fondos, nuevamente en animada conversación con el chef, terminé por pedir una corvina a la plancha con una salsa roquefort y acompañada con papas hilo. A este plato agregué el delicioso acompañamiento de una botella de Montes Limited Selection pinot noir frío y mantenido en la cubeta de agua y hielo como me gusta.

Una delicia que disfruté lentamente en la tranquilidad sorprendente del lugar y que solo pude cerrar, cuando bebí mi café negro.

La Pescadería dará que hablar, está genial!!!