Visitar Valparaíso después que pasa el verano, es una de mis aficiones preferidas. Este lindo puerto es un lugar ideal para disfrutar un fin de semana con su inmensa oferta de todo lo que me gusta, restaurantes, graffitis, arte y linda arquitectura.
En esta oportunidad nos alojamos en la casa del pintor Thomas Somerscales, quien a pesar de no ser tan relevante en el arte, salvo por su registro de la guerra del Pacífico, legó esta preciosa casona a Valparaíso. Es una casona con más de 140 años, la cual fue restaurada y dispuesta como un hotel boutique destacado en el Cerro Alegre.
Partimos la incursión gastronómica en el bien recordado Cocina Puerto, un exquisito restaurante de comida chilena. Un Sour de maracuya y otro con jenjibre, para disfrutar la entrada, una provoleta y mariscos en donde abundaban cholgas, choritos y langostinos. Seguimos con un pastel de jaibas y un cancato Real que llevaba pavo, queso, tocino champiñones, tomate, alcaparras y una base de papas asadas a las finas hierbas. Platos deliciosos que acompañamos con un Malbec mendocino Finca La Linda.
Iniciamos un paseo por esas calles con pendiente que te hacen ir lento pero atento a todas esas sorpresas que estas calles ofrecen. Una buena cacería de graffitis ya que aunque parezca inverosímil, siempre encuentro nuevos aportes al arte callejero y que pasan a la colección de Krrtrekking. Pronto anocheció así que fuimos a la terraza del Taulat para beber unos tragos, un mojito irlandés y el típico Ron con coca light, para poder despedir este primer día.
Tras un delicioso desayuno casero, salimos a pasear en el Metro hacia las ciudades aledañas. Este viaje es una buena opción para disfrutar la costa, visitar los hermosos cerros y escuchar buena música en vivo en el carro. Tras llegar a Quilpué, bajamos a realizar una visita al centro de la ciudad, cazar algunos graffitis, decidimos que un buen aperitivo mirando el mar y en la exquisita terraza del hotel Miramar, era la mejor idea del momento. Era una mañana algo húmeda y con pequeños chubascos, pero justo que salimos del metro y caminamos hacia el Miramar, nos llovió profusamente. En la terraza techada del bar del Miramar, nos pedimos unas empanaditas queso, café y té. El tiempo pasó agradable en la conversación mientras pasaba la lluvia. Antes de irnos, aprovechamos de probar unas copas de espumante, ahora con la mente puesta en el restaurante que visitaríamos a continuación.
Lo habíamos visto el día anterior y la curiosidad de un nuevo restaurante nos llevó a El Internado el cual funciona desde noviembre pasado. Una enorme planta libre al interior de una gran casona, da vida a este lugar, en donde lo más destacado es la cocina, con más de decena de cocineros en acción. Lo interesante es que la comida es original y bastante gourmet. Recorrimos la carta con deliciosas sugerencias para quedarnos con una Entraña a la pimienta con cebolla caramelizada, tomate deshidratado y papas asadas rellenas con champiñones queso parmesano, tocino y cebollin, además de una Albacora sobre un puré de arvejas, unos tomates y el fantástico pebre de mango con tocino crocante. Fantásticos platos!!. Estos platos lo acompañamos con una botella De martino 347 un rico carmenere. Superados por la sorpresa, decidimos probar un postre de brownie tibio con chocolate, mantequilla de maní además de helado de vainilla y una sabrosa salsa de frutillas. Excelente lugar!!.
Lo siguiente era alcanzar a llegar a tiempo para tomar nuestro transporte de regreso a Santiasco.