Siguiendo mi principal regla que es hacer disfrutable cualquier momento, una visita al médico de mi vieja me permitió mostrarle esa parte de la vida que muchos olvidan. me refiero, por cierto, a la mejor parte.
Tras interrogar a mi viejita acerca de lo que más le gustaría almorzar, mi brújula y GPS se pusieron en marcha y taxi mediante, llegamos pasadas las 14 horas al Cuerovaca en Vitacura. Un lugar tranquilo y con atento servicio. Nos ubicamos en una privilegiada mesa con vista al Paseo El Mañío y con espacio suficiente para sentirse bien atendido.
Partimos con un pisco sour y copa de champaña, para acompañar una buena porción de pulpo grillado que estaba de maravillas. A eso se sumó el pan francés calientito y varias opciones de untar, que fueron las delicias mientras llegaban los platos de fondo.
Para mi linda vieja la plateada de Wagyu con ensalada de palmitos, palta y tomates le vino muy bien. En mi caso, preferí un delicado garrón de cordero que acompañé con un rissoto de mote al merkén, que estaba de miedo. Estos platos se merecían un vino excepcional por lo que elegí un ensamblage Aluvión de Lagar de Bezana 2005, una maravilla!!.
El almuerzo estuvo exquisito, no solo por los sabores notables, la atención de primera, sino especialmente porque descubrí que el ADN disfrutador también está presente en mi vieja como lo era en mi viejo. Soy afortunado, mis padres me heredaron una genética fantástica que me hace gozar la vida en cada momento.
No costó mucho entusiasmar a mi vieja con los postres, ella elige un mousse de queso y crema y por mi lado una torre de lúcuma maravillosa, que exquisitos!!!
Tras el café, fuimos a pasear caminando por el boulevard de Alonso de Córdova, lugar que mi vieja no conocía y que no tardó mucho en apreciar. Ahora me va a ser más difícil sorprender a mi vieja, ya que ella aprende demasiado rápido acerca de lo que es bueno.
Rico almuerzo, fantástica experiencia con mi vieja!!!