Exactamente cincuenta y cinco minutos de irracionalidad y provocaciones. Una obra extraña en el MAC con lleno absoluto, encajonada en un mausoleo de mármol (eso parece) con una iluminación poderosa y manipulada para crear atmósferas complejas y un manejo del sonido casi aterrador.
Si el objetivo de la obra era inquietar, incomodar, creo que lo logra con creces. Especialmente una escena extremadamente larga, que consiste en un apaleo de un indefenso individuo por parte de policías en una orgía de sangre, en donde cada golpe es exacerbado al máximo por los sonidos estridentes que hacen vibrar la sala.
A medida que se desarrolla la obra se va haciendo más clara su circularidad, se inicia con la limpieza del lugar que será ensangrentado, se inicia también con un bebé que llora en la soledad y que una suerte de robot le enseña a deletrear posteriormente en forma cadenciosa y rítmica. Seguidamente un viejo, demasiado viejo, enlaza con la escena de los policías, para avanzar sangrientamente hacia la muerte balbuceante y religiosa, un rito casi satánico y finalmente, hacer desaparecer al anciano en una cama enfrente de todos.
Loquísima, de tan irracional nos convence de su lógica.