Arka : encantamiento público

Este día jueves era el esperado turno de Polonia en el Santiago a Mil. Un espectáculo callejero y gratuito, que como en otros años, atrae y encanta a multitudes. (será por el hecho que es gratis?).

Alrededor de las 20 horas ya había gente instalada en los alrededores del escenario, algunos incluso se sentaron en privilegiadas posiciones frente al escenario. Solo a las 21:15 anuncian, por los parlantes, a un ansioso y algo impaciente público que la obra comenzará exactamente a la hora planificada, a las 21:30 horas. Pues, dicho y hecho, a la hora señalada, los focos apuntaron a un jolgorio que por atrás del cansado público (deben estarlo ya que casi todos estaban sentados en el suelo de la Plaza Constitución), venía un cortejo con la novia. Mágicamente la gente enganchó con la fiesta y acompañó la alegría del festejo, mientras avanzaban entre el público los bailarines lanzando chorros de sus botellas de alcohol (lo apropiado para la ocasión). Cuando llegan al escenario, se inicia un rito de matrimonio, entre los hombres que acompañaban a la novia y las «mujeres» que acompañaban al novio, una contagiosa danza matrimonial con divertidos e insinuantes movimientos. El público baila y celebra el dichoso espectáculo. Cuando ya acaba el baile, el cansado público chileno ya casi todo está sentado. De paso presionan al resto para que lo haga. En fin, me senté.

Unos instantes después, comienza a desarrollarse la tragedia, desde un costado atrás, aparece un carro con guerreros lanzando fuego y aterrorizando a todos, se lanzan contra la gente que presurosa debe pararse y hacerse a un lado (algunos comienzan a entender que deben estar de pié). Dan una gran vuelta y vuelven, los giles que se habían vuelto a sentar, por fin entendieron que no era posible, el escenario era toda la Plaza. Se incendia el pueblo y las ventanas ardientes avanzan, entre medio de todos, hacia el fondo, un Palacio de La Moneda al calor del fuego (metafórico no?). De ahí, el pueblo debe viajar al exilio, maletas en ristre, caras desencajadas, miradas perdidas. Abordarían un barco, si un barco de velas de metal, de cuerpo de metal, un «arka» que los conduciría a un nuevo destino. Todo es tragedia.

El barco comienza su viaje, pasando entre el público con una música triste de fondo y los lamentos de quienes van hacia lo desconocido. Más tarde unos pájaros alados encendidos de rojo, vuelan entre el público (el mar) y las alas terminan incrustadas en el barco que ahora vuela en el mar para ir a un mejor lugar. La música deliciosa recrea la esperanza y el festivo mundo que comienzan a descubrir.

Una obra simple y encantadora, llena de magia, ritmo y complicidad.

La pueden ver hasta el lunes 14 de enero a la misma hora y recuerden estar de pié, ojalá al centro o bien ubicarse en los costados de las torres de sonido e iluminación. Cuidado con los niños pequeños. Que lo disfruten!!!

BR#04 Bruxelles : círculo de provocación

Exactamente cincuenta y cinco minutos de irracionalidad y provocaciones. Una obra extraña en el MAC con lleno absoluto, encajonada en un mausoleo de mármol (eso parece) con una iluminación poderosa y manipulada para crear atmósferas complejas y un manejo del sonido casi aterrador.

Si el objetivo de la obra era inquietar, incomodar, creo que lo logra con creces. Especialmente una escena extremadamente larga, que consiste en un apaleo de un indefenso individuo por parte de policías en una orgía de sangre, en donde cada golpe es exacerbado al máximo por los sonidos estridentes que hacen vibrar la sala.

A medida que se desarrolla la obra se va haciendo más clara su circularidad, se inicia con la limpieza del lugar que será ensangrentado, se inicia también con un bebé que llora en la soledad y que una suerte de robot le enseña a deletrear posteriormente en forma cadenciosa y rítmica. Seguidamente un viejo, demasiado viejo, enlaza con la escena de los policías, para avanzar sangrientamente hacia la muerte balbuceante y religiosa, un rito casi satánico y finalmente, hacer desaparecer al anciano en una cama enfrente de todos.

Loquísima, de tan irracional nos convence de su lógica.

Martes en la capital : probando suerte con krrtrekking

Había decidido ver la obra BR#4 Bruxelles del MAC, lo mejor del día, pero un sorpresivo lleno total me hizo cambiar de planes. Por razones que no viene el caso explicar, no compré entradas anticipadas, pero afortunadamente el plan B siempre existe.

Del MAC salí caminando y disfrutando el Parque Forestal y me dirigí a la sala SCD en Bellavista para ver el lanzamiento de un libro, «100 canciones» de Eduardo Peralta, el sempiterno cantautor y trovador. Luego visité por un rato la obra callejera que se estaba armando en la Plaza Mori (Constitución con Antonia Lope de Bello). Dato filete, durante enero siempre habrá arte en este lugar como hace ya varios años a la fecha.

Paseé un rato para ver y escuchar los preparativos de las Noches de Sabina en la Casa en el Cielo y conocer por dentro el nuevo restorán de la ciudad adonde espero ir pronto con un alma que me visita en sueños. También pude constatar el nivel de convocatoria del Backstage Blues Festival en el Patio Bellavista. Pinta pa’ weno.

Finalmente, me fui al recital de un cantautor virtual, Javier Barrías, autodenominado cantautor wifi (ver http://javierbarria.podomatic.com/) quien junto a otro cantautor talentoso Javier Labbé y la virtuosa Carolina Barría en Cello, armaron carpa en el Thelonious para un íntimo trabajo de buena música, letras y gran desempeño instrumental.

Una trova sutil, a veces subversiva, pero siempre entonada y tierna. Excelentes guitarras, textos y voces nítidas y potentes. Una atmósfera de talentos desatados, aprovechando todos los recursos electrónicos como samples en vivo combinados con guitarra y percusiones en el mismo instrumento. Por momentos se llegaba a escuchar una orquesta completa a pesar que lo único accesorio fue una armónica. Excelente trabajo del músico virtual en el mundo real.

Me encanta enero, adonde vaya hay disfrute.

Sure, shall we talk about it? : ironías, baile y música

En enero y en Santiasco, se concentra la mayor cantidad de actividad artística del año y Santiago a Mil está a todo dar.

Hoy estuve triste, así es que elegí esta obra porque la danza y la música en vivo me llena de alegría y eso es lo que necesitaba.

En el Teatro Antonio Varas, Alemania se hace presente hasta mañana martes 8/01 con esta obra deliciosa. Original en muchos detalles, parte con una declamación musicalizada acerca del valor de las cosas en abierto parafraseo a Carlos Marx, en formato de improvisación con guitarra en el hall de entrada, antes de abrir las puertas al público. Sorpresivo!

Mientras la gente se ubica en sus asientos (ubicación ideal, al centro, filas F y G), una hermosa bailarina hace una perfomance con su gracil cuerpo mientras se proyecta un paisaje urbano «en vivo» en una gigante pantalla al fondo del escenario.

Con buen cálculo, apenas comienzan a silenciarse bocas y celulares, los músicos, una multi-instrumentista (guitarra, batería, vibráfono y diversos instrumentos de percusión), un guitarrista (el único hombre en el escenario) y una chica violinista y de buena voz, comienzan a tocar con un sonido impecable (bien por el sonidista y los músicos) y gran potencia.

De ahí en adelante, un espectáculo vibrante, lleno de gracia y expresión corporal, además de cantos en vivo y textos en diversos idiomas. Se pasean por el universo plástico de los patrones de belleza femeninos y los clichés acerca de sus «preocupaciones». Divertido el uso del micrófono cableado, un verdadero castigo disruptivo, el uso transgresor de la ropa, los tacones altos, las mascotas y los modismos del género femenino. Por cierto, la música es excelente.

Una obra estupenda para ser disfrutada de punta a cabo.

Ascenso al Cerro El Plomo : experiencia 5 estrellas

A pesar del enorme cansancio físico que tengo en estos momentos, no puedo dejar de comentar la experiencia vivida estos últimos días y que se coronó mágicamente esta mañana cuando llegamos a la cumbre de esta majestuosa montaña del valle central. Basta decir que desde su cumbre es posible dominar visualmente todo el valle y solo se ve grande el Aconcagüa a la distancia. No he visto postales capaces de presentar algo tan hermoso.

Estuve toda la pasada semana preocupado de estar suficientemente preparado para este desafío, no solo adquirí ropa adecuada sino que pedí prestado (tengo un angel de la guarda) y también arrendé parte del equipamiento requerido. Debo reconocer que el montañismo no es un dominio muy top de mis habilidades, pero me declaro un enamorado de la naturaleza y sobretodo de la maravillosa experiencia que entrega a quienes practican este notable deporte.

Consejos más o menos, lo concreto que al atardecer del día viernes me embarqué en esta majestuosa aventura. Hasta conseguí transporte (no había opción, se necesitaba un vehículo) para llegar hasta el sector del primer campamento, allende La Parva.

Un viaje de más de dos horas, en una noche despejada y estrellada, nos dejó en condiciones de armar un primer campamento con quienes acudimos a la cita, todos entusiastas miembros del Club Andino Los Malayos (me incluye). María Paz, Regina, Ignacio, Hernán y Edward, dormimos esa noche en ese primer acto.

Muy temprano, el día sábado, fueron llegando el resto de los comensales de este filete montañero. Dado el esfuerzo físico del desafío a vivir, se consideró la participación de una cuadrilla de mulas para trasladar las pesadísimas mochilas hasta el segundo campamento. Esto implicaba quedarse solo con lo indispensable para la larga marcha hasta el sector de La Hoya, preludio del ascenso a El Plomo. Muchas, demasiadas horas de caminata de sube y baja, cerros y valles, bastante agotador, pero con la meta en la mente, todo valía.

Las mochilas quedaron en el sector Federación (menos punero que La Hoya), lo que dividió al grupo en dos, los que dormirían en Federación y los que subimos a La Hoya a pernoctar (esto ganaba una ventana de tiempo para la madrugada del domingo). La conversación del grupo fue muy divertida, especialmente por los agudos y jocosos comentarios de Giovanni, todo un personaje y un gran malayo. La parte más docta la puso Claudio, líder del grupo (el único que antes había hecho cumbre), incluso nos enseñó a usar los crampones (hasta abrocharlos es difícil, poh)

En La Hoya, cenamos abundantemente y alrededor de las 20 horas todos a dormir (esto es lo más freak de aceptar en mis comportamientos, pero lo acepto por ser una regla del montañismo). Durante la cena, conocí a mi cordada (compañero de ascenso), «Coco» con quien solo había tenido una previa conversación telefónica para repartirnos peso en nuestras mochilas.

Tres y quince de la madrugada del domingo, despertador del celular mediante, salí de mi carpa a la increíble noche estrellada y al apresuramiento del grupo que haría ascenso. Un rápido desayuno y todos ya queríamos partir, Ignacio, Hernán, Claudio, Coco, Nicolás y yo. Cabe destacar que era una noche excepcional y estaba completamente despejado, a diferencia de las últimas semanas, en que el clima había sido terrible (nevazones, hielo, temperaturas imposibles). Un buen auspicio para esta incursión.

Un poco desordenados, comprensible por el entusiasmo, partieron presurosos algunos y otros ni nos dimos cuenta. Minutos después, Coco y yo salimos detrás de las pequeñas luces que todos llevábamos en nuestras frentes. Un largo ascenso, que a veces me hacía preguntarme ¿qué hago aquí?. Hay que entender que el ascenso estaba programado para un máximo de siete horas y había una hora fatal límite, si a mediodía no habías llegado a la cumbre debías devolverte. Eso le ponía mucha tensión al cuento.

Junto con mis preocupaciones por esta aventura a lo desconocido durante la pasada semana, me había mentalizado mucho en cuanto a enfrentar este desafío desde la mayor humildad posible, ante la montaña portentosa, el ser humano es francamente insignificante y debía estar atento a mis evidentes limitaciones.

En la práctica, dada la ventaja que tomaron los mejor preparados, ascendimos Coco y yo solos. Dejé que él fuera adelante y de esa manera, me permitía ser consciente de todas las variables que nos afectaban. El ascenso era extenuante y cada cierto tiempo, debí preguntar a mi cordada si ya era suficiente, ya que si él o yo no podíamos seguir, nos devolveríamos (hacerse el valiente es mal negocio en la montaña y yo había decidido no correr riesgos). Por fortuna, cada vez nos repusimos y pudimos seguir. Incluso nos perdimos (de noche, todos los senderos se ven iguales, a pesar de haber estudiado la ruta) e hicimos un escalamiento asqueroso por un enorme montículo de acarreos terrible (había que seguir ascendiendo porque era imposible bajar). Pero no nos amilanamos y seguimos. Cruzamos el glaciar con el primerizo aprendizaje sobre crampones del día anterior y seguimos adelante. Lo concreto que de repente y ya bastante extenuados, nos encontramos con el trío que se adelantó y que venía devolviéndose de la cumbre debido al frío, con lo que supimos que no solo habíamos hecho un buen trabajo de equipo sino que a menos de 5 minutos estaba la cumbre. Fue un chorro de energía para mi compañero y yo, nunca habíamos ascendido tan rápido y en menos del tiempo presupuestado, estábamos abrazándonos y celebrando nuestra cumbre en El Plomo. Este ascenso yo lo había dedicado con anticipación a alquien increible y estoy felíz de haber cumplido mi objetivo. El espectáculo que se ve en la cumbre es demasiado hermoso, no me atrevo a resumirlo, es magnífico.

Lo increíble es que a mediodía ya estabamos en el campamento, es decir en ir y volver de la cumbre tardamos menos de 8 horas. Esto incluye tres caídas mías con diversas heridas que las anoto gustoso y mentalmente como parte de la experiencia. Estábamos felices, fue una experiencia muy emocionante y gané un amigo en el trance.

El regreso a Santiasco fue quizás más extenuante todavía, ya que recién a las 21 horas logré ingresar a mi departamento, tras muchas horas de agotadora caminata y un viaje motorizado de casi hora y media. El cierre de oro, fue la recepción que Los Malayos nos tenían en La Parva, cafe de grano exquisito y agua mineral ligeramente gasificada. Grandes Los Malayos y especialmente el gran David.

Finalmente, aquí estoy cansado pero felíz de contar esta aventura filete (aunque he resumido groseramente ya que sería demasiado extensa la crónica), una de mis experiencias más emocionantes y digna de inaugurar este 2008.

Recomponiendo la realidad : mejor ropa y algo más

Este último día del año, por fortuna no hábil en mi oficio, vestí mi nueva tenida de krrtrekking, un regalo de exquisito buen gusto que recibí en estos días de navidad, para salir de compras (algo que no me gusta por definición, pero que hoy era indispensable).

Me fui directo a Chile Montaña (http://www.chilemontana.cl/), una tienda especialista en implementos para montaña. Mi percance del fin de semana, no me dejó impávido y decidí que tenía que resolver el cuento con buena asesoría. Tras una conversación de más de dos horas, me nutrí de buenos consejos, aprendí de materiales nuevos, conocí ropa increíble (que me habría sido muy útil de haberlo sabido) y adquirí una tenida técnica completa para hacer frente a mis nuevas aventuras, preparado como corresponde. Salí de la tienda pensando que si hace diez años hubiera necesitado algo como esto, no habría podido encontrarlo, ya que el desarrollo de estas tecnologías es bastante reciente. Me maravillo del ingenio humano que aprende copiando de la misma naturaleza y lo reproduce a voluntad (por ejemplo el pelo de oso polar).

Contento de haber hecho una buena inversión, me fui a recorrer librerías para dejarme seducir por algo nuevo. Encontré un par de títulos, uno ya conocido pero que será un buen regalo para alguien quién, a pesar de su abultada edad, no ha descubierto como fue mortalmente condicionado por sus padres para tener los comportamientos que detenta (de Alice Miller, El drama del niño dotado). El otro libro, también pretendo regalarlo, pero no resistí la tentación de leerlo primero, magnífico, estaba mal clasificado en la tienda, pero por fortuna ya que si lo hubiese buscado no lo habría encontrado. No lo comentaré para dejar el asombro intacto en quien lo recibirá. Me acompañó deliciosamente en el almuerzo que vendría.

Después de esta incursión consumista (al fin y al cabo, hay días que tengo que salir de compras), decidí que el último día del 2007 bien merecía un regalo gourmet, así es que me fui presuroso a mi tetería predilecta, que en realidad es un gran restorán francés, Le Flaubert.

Me instalé en la terraza, adoro las terrazas en verano, para solicitar antes que todo, la carta de vinos. Esta vez, quería disfrutar un vino espectacular y encontré un Pinot Noir Leyda del Valle de San Antonio (gran terroir para esa cepa). Añadí entonces, una deliciosa Corvina Flaubert, un buen trozo de corvina cocinada al vapor, cubierta con una salsa de mantequilla, camarones y cubitos de palta, rociada con toques finos de perejil y acompañada de unas papas cocidas al dente, a las que espolvorée delicadamente con pimienta. Un plato espectacular aunque me quedé pensando que en vez de papas podría haberse acompañado con algo atomatado, quizás un couscous al tomate, en fin, igual estaba delicioso y bien maridado con el tinto que mantuve a buena temperatura en una cubeta con agua y hielo.

De postre, elegí un helado de maracujá, 100% fruta y preciosamente presentado, una maravilla este Sol de Maracujá. Luego, como casi es obvio, pedí un rico té verde perfumado, el Pharaon, pletórico de aromas de papayas, fantástico.

Con mi sistema digestivo trabajando por placer, me fui a rastrear buena música. llegué a la galería El Patio para visitar mi disquería preferida, Kind of Blue. Tras escuchar varios CD’s, me regalé un disco del talentoso Pedro Greene, Pebre, un disco antiguo que no había encontrado antes.

Gran día, ahora solo queda esperar el cambio de año. Chao 2007, gracias, lo disfruté mucho.

Intentando La Leonera : buen aprendizaje

De un tiempo a la fecha, he estado relatando mis aventuras de novato en la montaña, especialmente con los entretenidos miembros del Club Los Malayos (http://www.malayos.cl/).

Este fin de semana, ibamos a intentar subir nuevamente el Cerro La Leonera (justo al lado del Cerro El Plomo), para lo cual nos juntamos el sábado pasadas las 9 de la mañana (por suerte no fue de madrugada esta vez) en Plaza Italia.

Tras una espera mediana, llegamos 8 personas al encuentro. Tres chicas y el resto varones, todos entusiastas deportistas de fin de semana. Esta vez nos embarcamos en un transporte escolar (una metáfora del proceso de aprendizaje, no creen?) y tras un par de horas de viaje llegamos a la parte más alta de La Parva, cerquita del último andarivel.

Allí, tras embetunarnos de bloqueador solar y poner nuestras mochilas en la espalda, iniciamos el largo camino hacia La Leonera.

No bien habíamos pasado el primer gran desafío, un ascenso por un cerro de acarreos desafiante, comenzó a sentirse un viento helado muy fuerte. Nos acompañaron las ráfagas gélidas casi todo el camino, mientras en el cielo se movían presurosas muchas nubes oscuras. Todo me hacía sentir que pasaba algo distinto a mi anterior incursión. Tuve que detenerme para abrigarme, ya que el frío se hacía notar. Me agregué dos capas de ropa y continué la travesía.

Poco rato después, el viento era tan intenso que hasta perdí el equilibrio un par de veces. La visibilidad se disminuyó ostensiblemente por la bruma que pasaba entre nosotros con gran rapidez. Sin amilanarnos continuamos hasta que nos acercamos a la explanada de Cancha de Carreras, en donde haríamos campamento.

No habíamos alcanzado a acomodarnos, apenas armada la carpa con mi cordada (mi simpatiquísimo compañero peruano Clever) cuando se puso a nevar. La verdad se puso muy helado y a pesar que había averiguado (internet mediante) que la isoterma cero estaría a 3.700 metros, no imaginé que el frío sería un gran tema en esta excursión. Estabamos en ese lugar a 4.200 metros de altura aproximadamente, nevando copiosamente y salvo las carpas, nada en donde protegerse.

En menos de una hora, el frío ya me hizo sentir insignificante, pues todo lo que yo había aprendido de capas de ropa y materiales técnicos se fue por la borda. Tenía puesto TODO lo que llevaba y estaba muerto de frío. Lo que vendría a entender mucho después que hay ropa y hay ropa, en buen chileno, malgasté dinero en ropa técnica de promesas y no realidades. (me dan ganas de hacer un pasquín denostando algunas tiendas, pero debo aceptar que la compra de un ignorante es tan mala como la venta de un embaucador).

Me metí en la carpa buscando guarecerme de las ráfagas de viento y allí comencé a comer frenético, necesitaba calorías pues la naturaleza, veleidosa, me las robaba con cada arremetida de viento. Lo cierto, es que guardando la calma con ayuda de mi mente entrenada, decidí abordar con humildad el trance. Terminé de comer, ejercité mis músculos buscando generar calor y me metí en mi saco para -20°c. Resultó tan decepcionante como un comercial, pues mis pies estaban helados, mis manos también y la sensación que me inundaba es que me estaba congelando. La temperatura exterior marcaba -4°c, pero con el terrible viento, la sensación térmica, era claramente mucho menor, quizás unos -15°c. Según algunas tablas que he consultado es posible que haya sido peor, pero para el caso, pague con creces mi ignorancia.

Fue una noche terrible, las ráfagas de viento levantaban la carpa y amenazaban en cada segundo romper o llevarse la carpa, nuestra pequeña guarida. Mi compañero se quejaba de frío y yo por pudor no dije nada, pero me moría de frío. Frotaba mis pies y manos tratando de generar calor y si bien lo conseguía, no duraba más que unos segundos. Varias veces durante esta noche vientos terribles, pensé que la carpa se hacía trizas y quedábamos botados en la noche para ser candidatos de una hipotermia galopante. Fue heavy.

Cerca de las 5 de la mañana, hora acordada para iniciar el ascenso a La Leonera, me di cuenta que era un suicidio salir y simplemente ignoré el tema, tal como lo hicimos casi todos. Como siempre hay alguien mejor preparado que estaba en condiciones de asumir el desafío, pero en este caso, estuvo solo en el proceso (lo siento por el gran malayo y amigo Hernán).

Cerca de las 7:30 horas somó el sol, más bien se sintió su agradable calor y decidí interrumpir mi insomnio gélido y salir fuera de la carpa. me puse a caminar y de a poco a entusiasmar a los demás a que tomáramos un buen y caliente café. Con buen ánimo y grandes ojeras, fueron saliendo todos de sus carpas y poco a poco, la noche quedó atrás y pudimos desayunar y bromear acerca de la tormenta en la cual estuvimos metidos esa noche.

Alrededor de las 10:30 horas desarmamos campamento y decidimos alcanzar a nuestros compañeros malayos que ascenderían domingueramente el cerro El Pintor. Así que caminamos y llegamos a tiempo para disfrutar una dieta malaya en la cumbre de El Pintor como corresponde. Deliciosos alimentos gourmet y mejor onda, para cerrar un capítulo que mejoraba ostensiblemente con el paso de las horas.

Aprendí mucho de esto, enfrentados a la naturaleza no somos nada, ropa técnica mediante (siempre que sea verdaderamente de calidad) podemos soliviantar algunos aspectos, pero al final, solo compensamos y tratamos de adivinar lo que en la profundidad es propio de la naturaleza que nos rodea. Nuestra soberbia tiene demasiados límites ante el universo poderoso de la montaña.

Con profunda humildad, espero estar mejor preparado para la próxima vez. Aplicaré de verdad algo que me enseño una persona increíble, no existe el frío, solo la mala ropa.

Tres regiones : nuevo restorán peruano

De toques sencillos y bien ubicado en el pletórico barrio de Manuel Montt, se ubica este nuevo restorán peruano, que visité recientemente.

Una casona antigua, de paredes blancas y mínima decoración, muy peruana toda y con un pequeño pero interesante patio, una terraza para los que gustamos esa sensación de estar al aire libre disfrutando algo rico.

Lenta atención, los chicos peruanos se toman su tiempo para aparecer, aunque tras un pequeño diálogo cuestionador, todo comienza a rodar. Mesas con mantel y buenas copas de cata, preludian una sesión interesante. La carta, muestra una gran variedad de platos, algunos claramente inscritos en la fusión peruana (con muchas otras culturas gastronómicas).

Tras superar el impasse inicial, pedimos unos platos llamativos, un arroz chaufa adobado en soya con camarones salteados y unos fettucini con camarones (deliciosa debilidad la nuestra) y salsa huancaina, acompañados de un delicioso carmenere cuvée de Misiones de Rengo, que hizo un contrapunto excelente con estos platos exquisitos.

El restorán promete, debe perfeccionar los ritmos de atención, la cocina está notable. Se suma positivamente al circuito gastronómico peruano de Santiasco.

Blue Jar : mi anexo de oficina

Por diversas circunstancias, entre que no hay espacio, hay poca privacidad, no se puede fumar y otras tantas restricciones, he creado un anexo de verano en este rico lugar para algunas de mis actividades laborales. Así, además de trabajar, puedo disfrutar de este oasis en el microcentro santiasqueño, beber ricos combinados de jugos naturales o bien cortados de buen café.

Debería ser regla de las oficinas modernas permitirse espacios en una interacción cosmopolita más completa, más disfrutable y por cierto, sensiblemente con mejor resultados.

Bienvenidos al Lado B de la post modernidad, trabaje y disfrute, no hay problema.

Tour de museos : un acierto dominguero

Con cierta regularidad y tratando de apuntarle a los cambios que se hacen en las diversas salas de los museos, hago este delicioso tour y vaya que valió el esfuerzo de salir con el tremendo calor de Santiasco.

Partí en metro hacia Quinta Normal, el primer destino el MAC. Una gran exposición que ocupaba gran parte de las salas del segundo piso. Provocadora muestra. En la sala 6a encontré una delicada metáfora visual, desechos industriales, zapatos rotos y nichos del cementerio, todo lo que se bota finalmente reunido. En la sala 6b, prepárense para una sorpresa auditiva.

Después, en la sala 10 me sorprendí con un video casero. Una cámara quieta filma continuamente, mientras un tipo sale de la casa desde donde se filma y deja un cuadro de pintura nuevo en un cerro de bolsas de basura en la calle. Luego regresa y la cámara espera. Pronto aparece el camión recolector de la basura y uno de los recogedores de basuras, lo descubre y comienza a admirarlo. Se baja el conductor del camión (normalmente es el jefe de la cuadrilla) y comienza a forcejear con el primero para quitarle el cuadro. Tirones, golpes y rompen el marco del cuadro. Contento con su conducta iconoclasta, se burla del trabajador que descubrió el arte. Finalmente, tras varias miradas y remiradas al cuadro, lo botan con el resto de la basura. ¿de tanto recoger basura, necesitan que todo sea basura?. Fuerte.

En la sala 11, algo divertido, una alfombra con calcetines cosidos los que fueron recolectados entre muchas personas y cada una de ellas eligió una canción que le gustase. La invitación es a bailar y mirar los calcetines mientras se escuchan cientos de canciones seleccionadas.

Salí rumbo al M100, donde siempre hay algo bueno. Esta vez, fui afortunado porque pude vivir completamente solo una experiencia aterradora. (Uuuh). La obra ¿Dónde Están? del famoso y talentoso Iván Navarro. Me pasan un diario de tapas negras con el mismo título de la obra y una linterna. Luego caminé por una plataforma que sube hasta la entrada de la sala, lugar en completo silencio y oscuridad salvo por unos fluorescentes rojos. La linterna, pensé, es para poder caminar en la plataforma que sigue ascendiendo bordeando un espacio central. Pero había una sorpresa, abajo un mar de letras, las que iluminadas por la linterna permitía encontrar nombres de asesinos, torturadores y esbirros de la dictadura militar. Cual sopa de letras, hay nombres en la horizontal, vertical y diagonales, todos y cada uno de ellos han sido procesados aunque la mayoría no condenados por la justicia. La atmósfera se vuelve compleja con el descubrimiento y comencé a sentir claustrofobia. Terrible, ahora no se pregunta por los detenidos desaparecidos sino por ellos, los que todavía caminan por Chile cargando en sus consciencias la maldad desatada.

Regresé al metro Quinta Normal y me percaté de una muestra de afiches de grandes películas, lo que fue un lindo contrapunto visual, ya que en la estación en que me bajé, Bellas Artes, había una muestra de fotografías de la Pequeña Gigante, recuerdan su paso por Chile. Maravillosa.

En el Bellas Artes, todavía está la muestra fotográfica de Robert Frank, no se la pierdan. En el primer piso dos nuevas exposiciones, la que me gustó mucho fue la de Ruperto Cadiz, gran imaginación, entretenido y provocador.

En el MAC del Forestal, Juan Gómez Quiroz juega con las deformaciones de las imagenes como si fueran los espejos de una feria de diversiones, muy notable la habilidad. En el zócalo, una muestra inquietante. Colgados de fierros con ganchos, cual carnicería o matadero, unas extrañas figuras de grueso cuero, asemejando vestidos o algo así, con delicados bordados y tatuajes. Una muestra de escultura y provocación del galés Dai Rees.

Última parada, visité el MAVI en el paseo Lastarria. Variada muestra con videos y pinturas. Sorprendente el cuadro titulado Mariella de Daniela Kovacic y una juguetona propuesta de Carlos Zúñiga con su Detenido en Apnea, en donde usando guías telefónicas y tinta china configuró un collage tremendo y si se tiene paciencia se puede sacar hoja por hoja en orden y llevarse el cuadro a casa. Hay miles de copias disponibles.

De regreso, observé que en El Biógrafo están dando la última película de Michael Moore, SickO. No se la pierdan, las semejanzas con Chile no son casuales.