Torano : un servicio impecable

Mi costumbre de salir a zigzaguear por algunos barrios tiene sus recompensas. Esta noche, me pareció buena idea ir al barrio Italia en busca de algo novedoso y me encontré abierto un sitio que tenía en la mira hace rato. Se trata del restaurante Torano ubicado en una preciosa casona del barrio y que nos sedujo rápidamente a ingresar.

Dada la canícula que invade Santiasco estos días y noches, nos ubicamos al lado de una ventana para recibir algo de la brisa nocturna y eliminar ese factor incómodo que es el calor. Un sitio sencillo pero pensado como un centro de eventos, tiene un formato moderno y algo que notamos rápidamente, se preocupan del servicio. Bien por eso!!

Partimos pidiendo Pisco sour y una botella de agua sin gas para mí, ya que estaba profundamente sediento. La oferta de comida mediterránea en la carta se adivinaba sabrosa y elegimos un Rissoto al pesto e pomodoro guarnecido con tomates deshidratados y el contrapunto que decidí fue un pescado a la plancha con mantequilla y salsa al limón sobre una porción de sabroso couscous.

Los platos impecablemente presentados llegaron en breve tiempo después de haber disfrutado un appetizer de regalo, una porción de ceviche de rica textura. El entusiasmo creció y ordenamos una botella de pinot noir Villard que llegó a la temperatura fresca que corresponde. Siempre agradezco que un restaurante sepa cual es la temperatura de servicio adecuada y me sorprendió que el mozo se disculpara por traerlo frío pues han tenido clientes que piden un pinot noir a temperatura ambiente. Plop!!

Para los postres, un piacceri y un peccato, un plato mixto con Tiramisu, crema damasco, volcán chocolate y otro con Creme brulée, torta  de naranja y bizcocho. Deliciosos!!

Al cierre, por supuesto buen café negro y la grata sensación de haber conocido un buen lugar que sabe de servicio.

Tiempo de conciertos y algo más

Acercándose el fin de año se concentró una gran cantidad de visitas musicales de mi personal gusto. Como acostumbro compré las entradas con bastante anticipación y esperé las fechas para disfrutar.

El concierto de Joss Stone con más de tres mil entusiastas asistentes al Movistar Arena fue un delicioso recorrido por sus mejores temas. Esta estupenda cantante inglesa tiene una voz increíble la que adorna con su belleza extraordinaria. Dejé un registro fotográfico para el deleite.

Un día después tuve la fortuna de ir al mismo lugar a disfrutar a Roger Hodgson, el alma mater de Supertramp, uno de mis grupos preferidos. Impresionante la fidelidad de la voz de Roger y la calidad del espectáculo, pues creo que es la primera vez que el sonido es  formidable en este sitio. Me quedó claro que un buen sonidista hace la diferencia. Hay un momento en que le suben el volumen a los bajos y hacen vibrar todo y sin distorsionar, una prueba de la maestría del encargado del sonido. Para el recuerdo, también dejé algunas tomas fotográficas que hice esa noche.

Días después fue el turno de un grupo que durante años esperé ver y que tras su disolución el 2008 pensé que nunca vería. Me refiero a Dead Can Dance (DCD) con las voces extraordinarias de Lisa Gerrard y Brendan Perry. Cuando llegamos al espacio Riesco, qué mal lugar para conciertos!!!, uno de los músicos (David Kuckherman) realizaba una sesión de percusiones deliciosa en una suerte de preámbulo del concierto principal. Increíbles los sonidos en esos raros instrumentos, algo habitual en la fusión musical que hace DCD.

Tras una larga espera, con un lugar absolutamente repleto, hace su aparición la agrupación en medio de una ovación de los fanáticos que asistimos al concierto.  La banda apoyada por los músicos  Richard Yale en el bajo y teclados, Dan Greeson en la batería,  Astrid Williamson  y Jules Maxwell, en teclados y coros además de David Kuckermman en las percusiones. Tocaron los temas emblemáticos de sus 10 años de historia y lo mezclaron con casi todos los temas de su nuevo disco Anastasia.

En lo personal, el nuevo disco me parece que representa mucho más las trayectorias como solistas de Lisa y Brendan, no logré la fascinación que me producen los discos históricos, pero igual los disfrute a tope. Qué gran banda, que maravilla sus voces y esa atmósfera ritual que les acompaña. Tomé fotos para recordar este magnífico y esperado concierto

Para cerrar el filete DCD, nos fuimos a cenar al Antojo de Gauguin, que afortunadamente atendía a pesar de la avanzada hora. Encargamos una tabla mixta junto a una generosa porción de hummus mientras nos servíamos unos kir royale para iniciar. También pedimos una botella de ensamblaje tinto Palo Alto para disfrutar la rica comida árabe. Para los postres, una selección de pastelillos árabes y café hervido.

Aprovecho de comentar la visita que hice en estos días al Centro Cultural palacio La Moneda (CCPLM) para ver la exposición de arte Grandes Modernos, una colección impresionante de obras de grandes artistas del mundo y que son parte del Museo de Guggenheim de Venecia. De Picaso a Dalí, Kandinsky, Matta, Pollock y Duchamp entre otros. Es una exposición imperdible.

Una gran época de filetes!!

Diversitas : la nueva cara de El Templo del Inka

Paseando por calle Seminario esta noche encontré un nuevo restaurante peruano, una tentación irresistible para mi cuerpo. Instalado en el sitio, muy acogedor y espacioso, me informé que era una nueva versión de un viejo conocido, el Templo del Inka, un sitio que me trae lindos recuerdos.

La casona corresponde al antiguo local del Barcelona, el cual fue intervenido fusionando estilos con buena música y una llamativa  y enorme pantalla proyectada  con imágenes y mensajes en portugués, español e inglés.

Instalado en la generosa terraza, partí con mi botella de agua mientras repasaba la carta en busca de algo especial. Gran cantidad de platos que fusionan sabores peruanos y que sospecho provienen de un creativo chef.  Tomé la decisión de mi cena cuando encontré un pulpo en salsa anticucho y lo acompañé con un pinot noir Viña Mar del valle de Casablanca, una combinación realmente deliciosa.

Cené lentamente disfrutando la agradable brisa nocturna y la música de buen acompañamiento. Tras un café bien negro, decidí regresar a casa ya que la hora avanza demasiado rápido.

Se anota un nuevo lugar para disfrutar comida peruana.

La Jardin : un proyecto sorprendente

Caminando en busca de un buen sitio para cenar, nos acercamos al lugar en donde recordaba al Ponle Cacao en la vieja factoría Italia, en donde fuimos sorprendidos por algo notablemente distinto. Un sitio que parece un invernadero, lleno de artefactos reciclados y de materiales de demolición, los cuales sin perder su naturaleza se combinan de una manera sorprendente para darte la sensación de una experiencia única. Cajas de manzanas, chuicas y cuanto puedas imaginar se transforman en maceteros, pequeños motores mueven engranajes y aros de bicicletas para crear movimientos continuos, todo se mueve, todo es orgánico y te sumerge en una atmósfera de ensueño impresionante.

Nada es regular, las mesas son irregulares, los materiales no son nuevos, las bicicletas están en todo y en ese caos delicioso, aparece una chica que nos ofrece una carta con ofertas de comida y también de cursos de reciclaje, de cultivos orgánicos y de cuanto puedes imaginar en un proyecto itinerante y subversivo como éste.

No podíamos compilar la sorpresa de esta iniciativa tan original, nos costó tiempo entender que su naturaleza es la disrupción y sobretodo constatar que fuera posible. La chica que nos atendía nos confirmaba que solo duraría un año y que en marzo 2013 desaparecía, lo cual añade expectativas ante la temporalidad de la intervención. Hay productos que se sirven en el local que se producen en esos precarios y sorprendentes invernaderos que llenan el sitio. No puedo dejar de anotar que hay gente que disfruta descansar en pallets convertidos en sillones, en tiendas armadas con ropa de desecho, en gallinas que deambulan libremente por el lugar en un desorden virtuoso que me emociona.

Este lugar es imperdible, es un asesinato de lo cotidiano, un disparo libertario en el circuito de restaurantes de Santiasco, una oportunidad de vivir con libertad una forma distinta de restaurante y que conecta los sentidos con lo esencial.

A la hora que llegamos, ya no quedaban pizzas (algo distinguible en el lugar), pero accedimos a unos crocantes y panqueques que estaban deliciosos, después de todo era tan rica la experiencia que no es relevante lo que comimos.

No se pierdan a La Jardin, será parte de sus recuerdos más añorados.

 

Carrer Nou : exquisita cocina mediterránea

En el lugar donde por muchos años estuvo el restaurante Tante Marlen, se instaló hace un tiempo un sitio que esta noche quería visitar. Algunas intervenciones en la presentación, iluminación y un refuerzo de usos en el patio, le dieron a esta casona familiar un interesante y acogedor ambiente para disfrutar. Mis anteriores visitas al local alemán siempre estuvieron marcadas por la buena atención y el caracter estrictamente familiar que me recordaba esos deliciosos tiempos en que vivía mi abuela. La nueva cara, tiene mucho de modernidad y sencillez, algo que se agradece además de un ritmo propio de un local familiar.

Instalados en el patio, algo adorable en esta época, partimos con las botellas de agua indispensables para preparar el cuerpo para disfrutar algo rico. Por mi parte me aventuré a probar un mojito con ron sabor manzana, una interesante combinación.

Solicitamos un ceviche griego, una delicia con camarones, queso de cabra, tomatitos, cebolla morada y una dosis de jenjibre. De la carta de vinos, nos acompañaría una botella de La Linda malbec para disfrutarlo con una pizza tricolora, pomodoro, mozarella, tomate, albahaca y  queso cabra

La exquisita noche, se consumió en buena conversación mientras disfrutamos esta cena, a la cual añadimos postres (cheesecake de roquefort con nueces y crema catalana) y buen café negro cuando la hora excedía los límites.

Exquisito lugar, bien merece retornar.

Ascenso al volcán Lonquimay : una aventura formidable

Recibí la invitación para ser parte del Comando Tolhuaca – Lonquimay, un grupo de entusiastas amigos y malayos, quienes venían planificando esta aventura por bastante tiempo para poder aprovechar el delicioso feriado que se avecinaba. Sinceramente me sentía poco preparado para grandes desafíos, pero estaba seguro que lo disfrutaría.

Como invitado, preparé mis dos mochilas con lo suficiente para esta aventura y al mismo tiempo para poder cargar autónomamente en mi periplo. De madrugada salí con mi cargamento a un punto de encuentro en donde me subiría al vehículo de mi amigo León que nos llevaría en esta larga jornada de carretera hacia la novena región. Con muy poca espera, allanado en la esquina de encuentro, aparece León con Naty para que pueda cargar mis pertrechos y seguir raudos hacia el domicilio de Ed, nuestro cuarto acompañante. Tamaña sorpresa fue la cantidad de bultos que Ed cargó, para mis adentros, esto es demasiado!!, pero no sabía lo importante que podía ser una buena carga de cervezas y verduras en este paseo.

Un viaje de carretera increíble, peaje tras peaje, CD tras CD, nos entretuvimos magníficamente mientras nos acercábamos al objetivo. Llegamos a Curacautín y nos pareció un buen lugar para almorzar algo rico a pesar de la hora. Por radio, en la frecuencia malaya, avisamos donde estábamos para que se nos uniera el resto del grupo. Mientras tanto, un buen pisco sour, sirvió de prolegómeno de un almuerzo casero, sencillo pero suficientemente contundente para saciar el hambre acumulada. Hasta vino fue posible conseguir en este pequeño sitio que nos acogió por un rato.

Ya reunidos, nos dirigimos en caravana hacia Laguna Blanca, el fundo de alemanes que, como nos daríamos cuenta después, bloquea el acceso al Lonquimay y profita de ello. Que quede claro, hay un camino público hacia las faldas del cerro que nadie puede impedir el acceso, como lo hicieron ellos poniendo una camioneta en el camino para que usáramos un precario e inservible servicio contratado a la distancia. Duchas con agua caliente que nunca funcionaron, un toldo para el sol que demoraron un día en montar. En fin, me tomo un momento de despecho para denunciar lo «shanta», lo cual no obsta para que lo hayamos pasado genial. Lo más divertido fue comprobar la argucia de los dueños del fundo, quienes confiados en que no sabíamos alemán, se comunicaban por radio en ese idioma sin saber que nuestro divertido amigo Jurgen escuchaba.

Instaladas las carpas en las orillas de una laguna maravillosa, iniciamos un fogón para inaugurar nuestra primera noche de asado, preámbulo necesario para el ascenso que haríamos en la madrugada siguiente. Una cena deliciosa, animada por las bromas y la increíble buena onda que nació espontáneamente en el grupo. Dado que debíamos madrugar, nos acostamos relativamente temprano y en mi caso, tomé la precaución de comprometer a León para que me despertara, ya que sin mis 3 despertadores habituales no lo lograría. Una noche completamente despejada que nos llenó de estrellas el cielo como jamás se ve en Santiasco, fue el escenario propicio para los sueños.

Puntualmente a las 5 de la mañana, me remecen mi carpa y soy invitado a levantarme. Por mis buenas costumbres de dejar todo preparado la noche anterior, mi termo tiene agua caliente para un buen café con leche, galletones exquisitos y muy pronto estoy con todo mi equipo listo para partir.

A las 6 de la mañana, todo el grupo comenzamos a caminar rumbo al Lonquimay, destino que preferimos al Tolhuaca para este día. Una deliciosa caminata por los bosques salvajes y fragantes de olores mañaneros. Avanzada la ruta aparecieron unos amigos,muy especiales, Mónica Forno (hija del gran René) y su pareja, el divertido Jurgen, quienes según deduje seducieron a una parte de nuestro grupo para montarse en el 4×4 y avanzar más rápido hacia las faldas del Lonquimay. Los que íbamos adelante, seguimos caminando, pero tras un rato, vimos que Jurgen venía por nosotros y la verdad que considerando el trayecto que hicimos en su jeep, valía la pena el aventón.

Nuevamente todos reunidos, iniciamos el ascenso y la primera impresión es que sería más sencillo de lo supuesto, pero eso fue desmentido una y mil veces durante el recorrido. La pendiente era potente y en la medida que ascendíamos, fue necesario ponernos crampones y sacar el piolet, el volcán era duro de roer. Mientras nos acercábamos a la cumbre, las nubes nos atacaban a gran rapidez con vientos poderosos y gran frío, nublándolo todo y haciendo cada vez más difícil el ascenso. Finalmente, tres de nosotros llegamos a la cumbre y tras unas breves fotos, el frío nos estaba destrozando y solo queríamos bajar. Afortunadamente encontré una solución intermedia y tras descender unos 20 metros, decidimos esperar al resto del grupo a quienes animaba por la radio. Fueron unos 40 minutos heladísimos que soportamos con el único objetivo de esperar a que todo el grupo alcanzara esta linda cumbre. De todas formas, valió la espera, estábamos todos tan felices!!

Mi regreso estuvo marcado por un curioso incidente, me encontré un neumático nuevo, inmaculado a más de 2.500 metros de altura, claramente se cayó de un avión ya que nadie llevaría eso a esa altura. La diversión fue bajarlo rodando por la montaña, asunto que nos hizo gritar de alegría. por mucho rato.

Al final, dejamos el neumático y el frío y nos fuimos hacia el campamento en donde nos organizamos para disfrutar de un buen asado. Recogimos leña y me dediqué a coleccionar ingredientes para poder cocinar los acompañamientos. Aparecieron tomates, zanahorias, porotos, una quinoa maravillosa de Ale Gallo, un aderezo de mostaza de Susan, aceitunas rellenas y un montón de otras delicias con las cuales preparé las ensaladas con las cuales acompañaríamos el asado que estaba incubándose. Gran noche, hermosamente estrellada y con esa calma hermosa que hace soñar despierto, nos dimos el placer de una cena maravillosa.

El siguiente destino para la madrugada era subir el Tolhuaca, para lo cual acordamos que evaluaríamos a las 5 de la mañana como venía el clima, toda vez que se nubló terriblemente y comenzó a hacer frío en nuestro campamento. A la hora señalada, nos juntamos fuera de las carpas algunos y concluimos que habría que esperar hasta las 8 AM. De vuelta a dormir algo más y a la hora acordada desayunamos y nos dividimos en dos grupos, uno que haría un acercamiento por una ruta visible y otros en que intentaríamos el Tolhuaca por lo que creíamos era sendero correcto. Tamaña decepción, el sendero «correcto» nos tuvo luchando por más de tres horas con un bosque denso, terriblemente inhóspito y que tras ese tiempo de esfuerzo, renunciamos. Como el objetivo es disfrutar, por lo menos para mí, entusiasmé al grupo para ir a una cascada enorme que parecía el mejor destino ese día. Allí, descansamos, nos dedicamos a fotografiar y disfrutar antes de regresar al campamento.

De regreso en nuestras carpas, decidimos adelantar la preparación de un buen asado para todo el comando, ya que el grupo de acercamiento al Tolhuaca finalmente fue más allá en su incursión y tardó bastante en regresar.

Esta noche, preparé una suerte de ajiaco, aprovechando un corte de carne, tomates y especias que encontré, todo lo cual sirvió para alimentar a la tropa mientras esperaban el cocimiento del asado que en las brasas auguraba un futuro esplendor.

Qué noche más disfrutable, estuvimos hasta tarde riendo y comiendo cosas ricas que aparecían de vez en cuando, chorizos, vinos exquisitos, trozos de filete, algunos licores, en fin, muchas cosas ricas que compartidas fueron mejor.

Muy temprano al día siguiente, comenzamos el regreso, desarmamos campamento, cargamos autos y nos enfrentamos a esas largas horas de carretera que nos llevarían hacia nuestros hogares. Para recordar este lindo paseo dejé estas fotografías.

Qué lindo paseo y que lindas personas son los malayos!!!

Oda al mar : nueva opción en barrio Italia

Salimos a caminar para experimentar la frescura de la noche tras un día muy caluroso en Santiasco. En formato azaroso zigzagueamos por las calles de Providencia en busca de alguna nueva alternativa para una cena disfrutable. Los pasos nos llevaban claramente hacia el Barrio Italia, pero de pronto nos dimos cuenta que en el mismo sitio en donde estaba Le Petit Chateau y aún antes el Sukalde, ahora había un nuevo restaurante, Oda al Mar, un nombre que nos evocó la rica comida peruana o las cevicherías que comienzan a abundar en la ciudad.

Instalados en el pequeño y acogedor lugar, comencé a impacientarme con la lentitud. El mozo, a quién ya conocía en otro restaurante, se apresuró a prometerme que nos sorprendería y que estaban resolviendo el problema en los tiempos de respuesta. Esa declaración me pareció virtuosa, ya que se hizo cargo que el servicio debe ser de calidad si pretenden sobrevivir.

Partimos con pisco sour y Kir Royal a los que el mozo añadió como appetizer unas ricas porciones de ceviche de regalo. En ese momento, sentí que estábamos sintonizados en el concepto de servicio.

De la carta salieron una Albacora con salsa de alcaparras y un delicioso pure rústico y una Tilapia con también con salsa de alcaparras acompañada de ensalada de  palmito y  palta. Seleccionamos además una botella de Apaltagua Pinot Noir que el mozo se aseguró de proveer en una cubeta con agua y hielo, como corresponde. A estas alturas, ya me sentía bien atendido y olvidé mi primera impresión.

Satisfechos con el placer de esta cena, no hubo opción de postres y preferimos ir por un buen café negro. Un cierre apropiado para un buen experimento de iniciación, Un restaurante no solo es un buen chef, es ambiente, estética, ritmos, organización y sobretodo buen servicio.

Zocca : buena opción en Bellavista

Este sitio ya debe tener un par de meses ubicado en la nueva zona de locales (Dardignac)  en el Patio Bellavista y ya he tenido la oportunidad de visitarlo un par de veces. Amable atención aunque escasea el conocimiento de los mozos en algunas materias, algo que el administrador debiera mejorar.

Una interesante oferta de pastas y de pizzas lo cual era mi objetivo esta noche de paseos. Entre las pizzas me entusiasmé por una Diávola, fina masa a la piedra con mozarella, ricota, tomate, jamón acaramelado, queso de cabra y hojas de albahaca. Exquisita!!

Para acompañar mi merienda, elegí de una larga lista de tragos algo poco habitual en mis gustos, un bloody Mary bien hecho, porción adecuada  de vodka, jugo de tomate, limón y sabrosos aliños.

El ambiente bastante jovial, con harta iluminación, con 3 pisos para atender a mucha gente y muchos televisores con vídeoclips del momento. Además, muy importante para mí,  una disfrutable terraza que invita a ser visitada en este periodo de canícula en Santiasco.

Me gusta que aparezcan opciones para probar y disfrutar de la comida. En este caso, con algunas pequeñas mejoras, este restaurante se ganará muchos adeptos.

 

Infante 51 : sigue siendo delicioso

Hace ya dos años que no venía a este exquisito restaurante, pero tenía la curiosidad de saber si continuaba igual que mis recuerdos. Llegamos a una hora prudente para una cena tranquila y con altas expectativas de disfrute.

Partimos con un pisco sour peruano y mi habitual kir royale a lo que añadimos una entrada para compartir, corazones de alcachofas salteados con jamón serrano, una maravilla que nos sorprendió gratamente.

Cuando solo ofrecían productos del mar, por cierto su especialidad, no era fácil buscar en la carta, pero ahora que también hay carnes, arroces, pastas y todo tentador, vaya que cuesta tomar una decisión. Intentando innovar respecto de visitas anteriores, decidimos probar las carnes.

La elección recayó en entrañas de vacuno a la parrilla y papas al vapor para mi partner y un asado de tira formidable para mí. Acompañamos estas delicias con una botella de un ensamblaje gran reserva Korta del 2008, un verdadero manjar.

Elegir los postres ante tanta oferta también nos demandó algún esfuerzo, pero finalmente fue una pantxineta (un hojaldre acaramelado relleno de crema pastelera y almendras tostadas) y un goxua (un bizcocho borracho al ron sobre crema chantilly y cubierto con rica crema pastelera), maravillas que disfrutamos junto al café negro de rigor.

Infante 51 está mejor que nunca!!!

Patacón : nueva opción en Bellavista

En el mismo local en que dio sus primeros pasos la rica pizzería Waldini, se instaló este restaurante. El lugar luce exactamente igual a como lo conocí excepto por el cambio de nombre y el origen del personal. De hecho, con un chef dominicano, claramente se nota el cambio de los sabores y la carta de platos fue por completo sorpresiva.

Partí por solicitar una tabla de patacones que nunca llegó, pues uno de los mozos se confundió y las llevó a otra mesa y cuando trae mi plato de fondo, cae en cuenta del error y yo le suspendo la orden. De todas formas prefería dedicarme al plato que ya estaba en mi mesa.

Mi elección resultaba novedosa comparada con platos de restaurantes de otros países. Se trataba de una  suprema de pollo marinada en coco y especias,  apanada en panco de maní y escamas de coco con un rico puré rústico de yuca como acompañamiento. Para este plato pedí la carta de vinos, pero no encontraba algo adecuado. Cuando le expliqué al caribeño mozo que me interesaba un syrah, comenzó a hurgar en el bar y de pronto llegó con una botella que no estaba en la carta, una impresionante botella de Las Casas del Toqui Syrah reserva del 2006. Fantástico descubrimiento y al precio de las que estaban en la carta.

Un plato escandalosamente sabroso que disfruté lentamente mientras bebía ese notable vino. Para el postre, no resistí la tentación de probar uno 100% dominicano, un  plátano al caldero con helado. Una delicia aunque algo empalagosa.

Interesante la oferta de este lugar, debe mejorar el déficit atencional de los mozos pero la cocina está muy buena.