A pesar que no supera los 2.000 metros, este cerro de la quinta región es un buen desafío para quienes gustan de un trekking exigente y en pleno contacto con una preciosa naturaleza autóctona.
A las 7:15 me subí al auto con otros 4 compañeros malayos, para dirigirnos hacia la carretera, al punto de reunión habitual (La Copec después del primer peaje). Tras una prudente espera, compras de desayunos y arribos diversos, ya estábamos listos. Once contertulios para degustar este paseo.
Llegamos al Parque a tiempo, ya estaba abierto, aplicamos betún protector solar e iniciamos la travesía. Gran cantidad de vegetación nos acompañó casi todo el camino, senderos entre los árboles y la prodigiosa sombra de éstos, nos permitió un ascenso bastante agradable a pesar de lo empinado que es. La verdad es que el cerro no es muy alto, pero desde el punto de partida hay que ascender alrededor de 1.600 metros, lo cual se nota, sobretodo en las piernas.
En mi cordada con Marcela tardamos casi tres horas en llegar a la cumbre, muy cansados. Media hora antes ya habían llegado los malayos campeones de la velocidad (Hernán e Ignacio) y un buen rato después llegó, poco a poco, el resto del grupo.
Una vez instalados en la cumbre, hay una vista espectacular de los valles y del cordón montañoso. De hecho, es posible tener una panorámica que incluye al imponente Aconcagüa.
Recorriendo el lugar pude consternarme de los innumerables rayados que la gente ha hecho por años. Encontré uno del año 1961 y el más reciente de inicios de enero del 2008. Qué verguenza!!!. Algo tan hermoso, rayado con estupideces, a quien le interesa saber que tal o cual llegó a dicho lugar?.
Bueno, una vez agrupados continuamos con un banquete malayo de proporciones. Esta vez incluyó, un paté de foi francés y el hummus que preparé para la ocasión, servidos con galletitas. Se añadió un delicioso queso camembert y frutas diversas, incluyendo naranjas, peras y duraznos frescos. Seguimos con chocolates de trufas, café malayo y el habitual turrón. Todo esto amenizando los sanguchones que cada cual llevó para recuperar el gasto energético de la subida. En fin, una fiesta gourmet en la cumbre.
El descenso fue vertiginoso, ya que no teníamos mucha agua (yo ya me había tomado casi 4 litros en la subida) y era menester llegar al sector de la mina en donde hay agua de vertiente (un hilito de agua, pero deliciosa y helada). Solo nos detuvimos para revisar la placa recordatoria de Charles Darwin quien hacia 1886 anduvo por estos parajes.
Ya en la entrada del Parque, esperamos al resto del grupo y nos fuimos a la Plaza de Olmué a degustar un rico Mote con Huesillos, un rito similar al que hacemos en la cumbre del San Cristobal quienes subimos en bicicleta. Los ritos son una parte exquisita de los paseos.
Un fantástico trekking de domingo, repetible muchas veces a pesar del calor y el esfuerzo.
fue un placer bajar el cerro la campana contigo, la conversación que sostuvimos me impregna mucho mas el malayismo, que se ha convertido en una verdadera filosofia de vida, un abrazo MAS, nos vemos!!
Hernán
ciertamente, fue un lacer conversar esa larga bajada, fue muy entretenido el diálogo. Qué se repita!!!