Una singular invitación para una marcha blanca de un salón de masajes ultratecnologizados, me llevo a las 13 horas del lunes a Descanso Urbano. Gran concepto, un lugar céntrico, limpio, austero, bien dotado y sobretodo bien atendido.
Me tiendo en la camilla sin sospechar como funcionaba el asunto, me tapan con una delgada frazada, conectan el robot y bingo!. Distintas piezas móviles, casi vibrantes, comenzaron a deslizarse ritmicamente por mi espalda y piernas, en forma de olas que iban masajeando, cabeza, cuello, columna, piernas. Salvo por el pasaje en que la máquina destroza mi sacro (eso duele), estuvo magnífico. Al punto que ni sentí los 40 minutos de la travesía masajística.
Deliciosa experiencia.