Estar en un hotel como éste es notable. Una vista al lago envidiable y con una luna llena que empalidecería al sol. Ahora solo quiero comentar la delicia de cena que pude degustar.
Una entrada de tártaro de ostiones sobre un carpaccio de trucha marinada al cilantro, exquisita. Solo había que agregar algo de limón y pimienta y quedó perfecta. Un Chardonay Doña Dominga muy helado completó el placer de este primer plato.
Seguidamente, un filete de mero dorado en aceite de oliva con salsa de naranjas al estragón y un pastel de mil hojas de verdura, se transformó en un plato de fondo extasiante. De verdad, que la salsa de naranjas fue un detalle irrepetible.
El postre, un dúo de chocolate blanco y negro en salsa de frambuesa, estuvo magnífico. Unos sorbos de un cabernet sauvignon le proporcionaron el toque notable. Después solo quedaba tomar un buen café amargo.
Que gran cena!!!
y yo en el Quisco…
te falto el Pinot Noir en todo caso… 😛
cierto, el pinot noir era la mejor elección, pero no es habitual encontrarlo y esta ocasión no fue la excepción.