Aunque ya en mis tiempos de universitario visitaba el viejo local de Don Peyo cerca de Avenida Grecia, no había probado visitar la sucursal en el barrio Manuel Montt.
El local es claramente más pequeño que su homónimo, pero tiene una distribución de espacios muy agradable, especialmente la terraza del segundo piso, en donde me instalé casi al llegar al lugar.
Si bien la atención no es rápida, es atenta y efectiva. Por ser domingo, el local se llenó rapidamente con familiones en busca de almuerzo fuera del hogar. Eso no fue obstáculo para que el mozo a cargo de la terraza, se diera maña para atender a todos sin que se notara demasiado el paso del tiempo.
Partí con una tradicional vaina, la que pronto se vio acompañada de la cesta con pancitos calientes y las habituales sopaipillas, además de la mantequilla y el siempre bienvenido pebre.
En la carta, una multitud de opciones de comida casera chilena, desde entradas hasta golozos postres. No me hice de rogar mucho ya que tenía un hambre descomunal y añoraba proteínas animales. Pues bien, decidí por un enorme filete a lo pobre, que rico!!!!
Para acompañar mi delicioso plato, encontré en la carta de vinos, una fantástica sorpresa, un Calyptra Vivendo, un reserva ensamblaje de cabernet sauvignon y merlot del 2004, que sinceramente estaba de miedo.
Almorcé lentamente disfrutando la brisa de la temprana tarde y las simpáticas conversaciones de familias a mi alrededor (esa simpática mixtura de las familias chilenas en que van primos, concuñadas, pretendientes y pololos de las hijas además de la madre y quizás que otra combinación).
Mi cincunstancial glotonería alcanzó el éxtasis cuando al postre solicité sin pestañear una torta de tres leches y un café negro. Para el cierre, un trago Araucano, regalo de la casa. Notable!!!
Delicioso y abundante almuerzo, con la única condición de llegar relativamente temprano (antes de las 14 horas).