Cuando pienso en algo monumental, me viene la mente la imagen de esa mole increíble del volcán San José, quizás más grande en extensión que el magnífico Aconcagua. Pues bien, suelo cumplir mis promesas y llegar a su cumbre era un desafío personal 2009.
Junto a mis amigos del club malayos muchas veces había visitado el punto de partida de esta expedición, llegando en diversas épocas al hermoso refugio Plantat a 3.100 mts. Esta ocasión por cierto, tendría como figura relevante llegar a Plantat con la carga de provisiones y equipos necesarios para los días de montaña venideros.
Partimos entusiastas seis aventureros contactados por internet (nos conoceríamos presencialmente el día de partida) un día domingo a las 8:30 horas, tras los saludos, nos embarcamos en los vehículos de aproximación para llegar al habitual cabrerío que hace de entrada al valle en donde comienza la aventura.
Mochilas bien cargadas y el ánimo a tope a pesar de los malos presagios climáticos, ya que en las últimas semanas todos nuestros conocidos habían debido abandonar el ascenso por las bajas temperaturas. Como era una promesa profundamente personal, agité todas las buenas vibras del universo para asegurar que llegaríamos a puerto.
La llegada a Plantat, fue divertida y muy acompañada, ya que habían varios contertulios embarcados en el mismo desafío. Una noche fría compartiendo las 8 literas del refugio más carpas alrededor para preparar el siguiente paso.
Muy temprano, tras un contundente desayuno, nos embarcamos en la travesía para ir al C1, el siguiente campamento, lo cual conseguimos en unas cuantas horas. El clima, todavía muy desafiante y el frío siempre presente. Aparentemente, estábamos asistiendo a una etapa climática muy especial, ya que la abundancia de nieve era notoria y no había tregua con el frío.
Tras un camino de nieve y de fuerte pendiente, logramos llegar al sitio que constituiría nuestro campamento, con un cercano flujo de aguas, ideal para descansar, comer abundantemente y preparar el siguiente paso.
Dormimos a tan bajas temperaturas que no pude pegar ojos, aunque no estoy tan seguro, ya que no me acuerdo de toda la noche. La pendiente del terreno provocó que mi cordada (mi compañero de ruta) usurpara mi espacio en muchas ocasiones y me despertara. Como fuera, había un objetivo irrenunciable y así llegamos a la mañana del siguiente día y tras un grosero desayuno de hidratos de carbono, nos pusimos las mochilas y continuamos al siguiente campamento (C2).
Tanto en el campamento C1 como el C2, fuimos secundados por un grupo de chicas y chicos parlanchines pero muy entretenidos, con quienes trenzamos simpáticas anécdotas.
En el campamento C2 fue obligatorio hacer agua a partir de la nieve de los hermosos penitentes que forma el sol y el viento en la nieve. Aquí observábamos el cielo pidiendo en silencio que por favor se abriera y nos permitiera hacer la cumbre. El clima no era bueno y los 12 grados bajo cero se hacían sentir, especialmente en manos y pies.
Entretenidos con la hermosura ambiente y con todas las ganas del mundo, nos acostamos a dormir cerca de las 19 horas (esto es lo más exótico que hay en mi vida, pero si tienes que levantarse a las 2:30 de la madrugada, no hay opción).
Por fin, el día más anhelado, a las 2:30 en pié, derritiendo nieve para hacer un desayuno rico en hidratos de carbono y preparando las mochilas para el desafío final. El menor peso posible, todo lo accesorio queda en las carpas y ahí vamos, tres de la mañana y comenzamos a ascender por el acarreo que nos llevaría al filo de nieve por el cual cruzaríamos al glaciar rumbo al portezuelo de acceso a la cumbre.
Casi seis horas de ascenso ininterrumpido en una madrugada deliciosamente despejada y de frío moderado (gracias!!!) para llegar a la cumbre más bonita que conozco, con una vista impresionante a todas las hermosas montañas del valle central incluyendo al imponente Marmolejo que parecía a tiro de mano (vana ilusión). Una maravilla inexplicable, casi como estar en el techo del mundo, todo se ve hacia abajo y aunque sea obvio, llegamos caminando!!!.
Luego de tomarnos unas fotos, defendiéndonos de las ráfagas de viento poderosas (pueden botar a cualquiera), iniciamos el regreso hacia nuestro campamento. Una bajada vertiginosa, pero no menos complicada, con crampones en varias etapas, dada la cantidad de nieve y hielo, pero que en definitiva no fue drama para llegar a nuestro punto de encuentro en C2 y desarmar campamento.
Desde el C2 tardamos, los primeros, solo dos horas en llegar a Plantat. Eso parece ridículo considerando lo que nos costó llegar ahí, dos días!!!!!
En esta expedición filete, conocí gente notable, hice amistades con las que ya estamos planificando nuevas aventuras y sobretodo, me siento felíz de haber cumplido con mi personal promesa de estar el 2009 en la cumbre de este maravilloso lugar.
La aventura filete, la retraté en unas fotos que espero disfruten.