Paseando por Lima : gastronomía insuperable

Ir por un fin de semana a Lima era un sueño que venía postergando por bastante tiempo, pero la espera terminó y en la madrugada de un viernes partimos a la aventura. Amante de la gastronomía peruana, imaginaba que nada mejor sería recorrer en formato krrtrekking la capital de Perú, buscando lugares disfrutables.

Tras dejar el equipaje en el hotel en el lindo barrio de San Isidro, un lugar en medio de un olivar de 400 años, salimos a caminar. Un total de 70 cuadras caminadas en calma y disfrutablemente, para alcanzar el barrio cívico. Antes de llegar, el hambre y el cansancio nos llevaron a conocer un sitio llamado Rústica. Un buffet para nada pretencioso, pero que constituyó un hito de este viaje. La selección de platos disponibles para saciar cualquier nivel de hambre era impresionante. Desde las causas, pasando por todo tipo de ceviches, distintos tipos de papas a la huancaína, chicharrones, arroces en las más sorprendentes combinaciones y mucho más.

Estábamos tan hambrientos que no dudamos un instante en ingresar y hacer la primera de 4 pasadas por este impresionante buffet criollo. Para beber, no dudé en pedir un schop de barril, un litro de fresca cerveza mientras mi partner decidió por una Inca Cola.

Fue una sesión pantagruélica que nos hizo recuperar la energía necesaria para llegar al hermoso casco histórico de Lima, una zona verdaderamente hermosa y bien cuidada. Quedamos sorprendidos con la limpieza y afán de mantener  hermosos los sitios públicos y de carácter histórico. Recorrimos muchas cuadras revisando la bella arquitectura, especialmente la que se encuentra en el entorno de la Plaza de Armas, una joya de la humanidad. Conocimos varios barrios de distinguibles diferencias de origen y usos, pero siempre hermosos y llenos de historias. Especial mención debo hacer del teatro de la Perricholi y las catacumbas (cementerio de 25 mil cadáveres bajo la construcción) del la iglesia franciscana, en donde conocimos a una voluntaria Clarisa que nos convenció (al menos lo intentó) que hablar con los animales y hacerse daño con un silicio era algo bacán.

Esa noche, tras un breve descanso, fuimos a comer a un sitio que habíamos divisado durante la mañana. Me refiero al Tanta, un restaurante muy chic, ya que afortunadamente conseguimos la única mesa disponible, pues estaba absolutamente lleno. Un sitio encantador, bien atendido y con una carta abundante de tentaciones. Partimos con unos aperitivos, Aguayman sour y un Camu Camu sour para seleccionar nuestros platos de fondo. No fue fácil elegir, pero finalmente degustamos un salteado Tanta (cortes de filete salteados) y un espectacular fetuccini a la huancaina. Para los postres, una copa finca y el café negro de rigor. Exquisito lugar!!.

Un nuevo día de caminatas nos llevó hacia el barrio Mir aflores, el objetivo además de divisar el mar desde los acantilados, era llegar al barrio Barranco. Cuando tras decenas de cuadras llegamos al borde del abismo, nos detuvimos a descansar en un pequeño sitio que ofrecía jugos de esas extrañas frutas que Perú posee, delicias sorprendentes. Estuvimos extasiados observando el mar desde la altura mientras saboreábamos los brebajes.

Volvimos a la caminata por la bella costanera, hasta llegar a nuestro destino, Barranco, que vendría a ser el Bellavista de Lima. Un barrio antiguo, bohemio y claramente turístico. Ya que era bastante tarde para almorzar, tuvimos que hacer un recorrido por los restaurantes hasta encontrar uno que nos pudiera atender y que satisficiera nuestras expectativas. Así nos encontramos en una de las terrazas del Javier, lo más parecido al Donde Augusto del mercado Central chileno, por la cantidad de sedes que posee en la zona del Puente de los Suspiros. La comida sabrosa, pero la atención deficiente. Se nota el impacto de ser monopolio.

Durante la noche, intentamos llegar a un sitio que había descubierto por Internet, pero para sorpresa nuestra estaba cerrado (un sábado?). En fin, como siempre existe el plan B, nos fuimos a un lugar que ya habíamos visto en el camino y que tenía buen aspecto. La verdad, es que el lugar llamado Vivaldi era excepcional, no solo bonito sino que bien atendido y con música en vivo de piano y violín. Extasiante!!

Iniciamos ambos la cena con un chilcano de pisco, una delicia que repetiría muchas veces. De la carta seleccionamos una corvina menier y un spaguetti con langosta maravillosos. De la carta de vinos, seleccioné un Altavista malbec 2009 extraordinario que hizo de esta cena uno de los mejores recuerdos del viaje.

A la hora de los postres, que mejor que un suspiro de lúcuma y una crema volteada, además del café expreso y un agua de manzanilla. Gran cierre para esta noche estrellada y musical.

Realizado el checkout en el hotel en la mañana siguiente, nos quedaban varias horas para seguir disfrutando, por lo que decidimos caminar nuevamente y buscar un lugar que teníamos ampliamente recomendado. Me refiero a Pescados Capitales, posiblemente el lugar de moda en Lima, ya que siendo enorme se llena todos los días.

Partimos degustando un cebiche mixto acompañado de un pisco sour blend  y jugo de maracuyá. La simpática carta se pasea por todos los pecados capitales transformados virtuosamente en platos deliciosos, con el resultado que uno no sabe como pecar. No obstante ello, finalmente elegimos un fetuccini casanova y un plato de vanidad irresistible. En las fotos que dejo para el recuerdo pueden ver la composición de cada pecado.

De la interesante carta de vinos pude seleccionar un argentino Marqués Cáceres sauvignon blanc, que nos acompañó este último almuerzo en la capital peruana. Para los postres, creme brulée de arroz y creme brulée de guana además del indispensable café expresso para mí y el agua de manzanilla.

Un paseo sencillamente espectacular y que me gustaría repetir pronto.

 

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