Tantos años han pasado desde que fui por última vez a este viejo restoran de bellavista. Un sitio de comida costumbrista o mejor dicho, bien chilena y que mantiene casi intacto su estilo.
Recuerdo que antiguamente se ingresaba a un garage y había que tocar el timbre para que te permitieran el acceso. Hoy el garage no existe, aloja mesas y un mesón de bar (conveniente extensión del lugar) y hay una enorme puerta de acceso vidriada, por lo que se ve claramente el interior, algo que extrañé ya que en mis años nadie podía verte. En fin, abierto a la terrible competencia gastronómica del barrio.
Lo que está incólume son los rayados en las murallas, hasta recuerdo en cual de ellas rayé alguna vez, pero no me animé en ir a chequearlo. Algunos rayados son notables, por ejemplo «el hombre casado es el animal doméstico que menos pasa en casa», o este otro, «el dinero no hace la felicidad, la compra hecha» o el tierno «me gustas más que la cuenta». En fin, pude comprobar que el turismo trajo también rayados en múltiples idiomas, rayado sobre rayado, un tapiz multicolor.
La comida, como siempre, abundante y sabrosa. Ensaladas, consomés, picoteos, carnes, pescados, etc., presentadas en una carta muy graciosa, que incluye una pequeña variedad de vinos.
Rápidamente me tenté con una reineta a la diabla (filete de reineta envuelto en papel aluminio cocinada con vino blanco, ajo y mantequilla) y acompañé con una rica ensalada caramaño (trocitos de queso de cabra, berros, lechuga, tomate deshidratado, aceitunas negras y sésamo tostado). Una combinación exquisita para mi cena.
Complementé, como corresponde, con una botella del ensamblaje Terroir La Cuesta de Tarapacá, una buena mezcla de cabernet sauvignon y syrah del 2007. Quedó fantástico.
Gran regreso, rico y a un muy buen precio.