Durante muchos años postergué un viaje que por fin realicé. Mi objetivo una inmersión profunda a La Habana vieja al estilo filetario.
Un largo viaje con paso obligado por el aeropuerto Tocumen de Panamá, me condujo finalmente al Hotel Ambos Mundos en medio del casco histórico de La Habana. Casualmente, el mismo hotel en donde vivió Ernest Hemingway, que por cierto es recordado con grandes fotos y carteles en cada sitio de la ciudad en donde estuvo tomando un trago. Imagino que debe ser un gancho interesante para algunos turistas. Mi elección del hotel fue simplemente, contar con un centro de operaciones bien ubicado (al lado de la plaza de armas).
Partió el krrtrekking con la imperiosa necesidad de almorzar ya que estaba hambriento tras el largo vuelo. Elegí un bar restoran llamado La Mina, en donde pedí el plato criollo más grande que había en la carta, una grillada de carnes. Llegaron dos platos enormes, uno con pollo, cerdo y res embebidos en una salsa barbecue acompañado de verduras salteadas y otro con papas fritas y la habitual porción de moros y cristianos (arroz y porotos negros). A pesar de mi hambre y lo sabroso, era imposible comer tanto, además debía dejar espacio para el postre y el café (incluido en la oferta).
Saciada el hambre, visité un curioso museo de ciencias naturales y unos cuantos talleres de artistas plásticos, que en los días siguientes descubriría que son muchos, algo similar a lo que se encuentra en nuestro gran Valparaiso. El atardecer lo disfruté bebiendo un mojito en la hermosa y amplia terraza de mi hotel. Debo destacar que el mojito cubano no tiene mucho que ver con lo que conocemos en Chile, es casi una limonada con un sabor muy especial debido a la yerba buena (la que en nuestro país se reemplaza por una menta común). Es un delicioso refresco.
Más tarde una pequeña incursión a la Bodeguita del Medio, tradicional y quizás sobre-reputado lugar. Las paredes están llenas de rayados y fotos de visitas importantes, incluidos algunos conocidos chilenos. Para la cena, seleccioné comida árabe en un exquisito lugar, el restorán Al Medina. Pude disfrutar un plato inmenso con variedades de rellenitos, falafel, hummus, arroz con frutas y otras delicias. Como es poco habitual la existencia de vino, tuve que combinar con una cerveza fuerte, lo que quedó bastante bien.
Al día siguiente, una visita al enorme museo de bellas artes, cinco pisos llenos de arte, mayoritariamente cubano y europeo (la gran mayoría desconocidos para mi). Me sorprendió ver una gran cantidad de obras de Mario Carreño (muchos en Chile deben creer que es chileno). Hay un piso completo dedicado a las culturas antiguas y es significativa la cantidad de piezas arqueológicas disponibles. Un aspecto divertido es notar en los rótulos que en vez de usar las conocidas siglas AC y DC, usan NE (acrónimo de Nueva Era).
Pasé rapidamente a visitar una obra monumental, el Capitolio (una replica del existente en EEUU construida en 1929). Es de una ostentación material impresionante. De ahí enfile mis pasos por el Paseo de Martí, un lindo parque que me llevó hasta el Castillo de San Salvador de la Punta, una de las tantas fortalezas españolas que tiene la isla. Completamente remodelada es un interesante lugar de observación.
Otra caminata me permitió almorzar en el restorán Europa, donde pude disfrutar una sabrosa sopa de verduras, unos ricos filetillos de pescado a la mantequilla y ajo con arroz y verduras salteadas, mientras observaba y escuchaba música en vivo de dos músicos de avanzada edad y talento con guitarra y percusión.
El paseo continuó visitando el museo de arte colonial y el museo del chocolate, luego de recorrer la librería ambulante de libros por los flancos de la plaza (miles de libros sobre Cuba y su revolución) pasé por un refrescante mojito al café Al Capuccino Habana, uno de los mejores mojitos que probé en estos días.
Tras el tardío atardecer (cerca de las 21 horas) enfilé mis pasos al Zaragozana, un restorán de comida española, donde por fin encontré vino. Lo divertido es que solo existen las distinciones vino blanco o vino tinto. De hecho el vino tinto era chileno!!. Un merlot varietal La Frontera de Concha y Toro (después descubriría que en casi todos los lugares con vino tenían el mismo). El menú, una variopinta ensalada de atún con tomates, cebolla, huevo, pepinos, aceitunas, zanahoria y lechuga. Para los fondos, una fantástica brocheta de langosta y camarones acompañado de arroz (infaltable) y papas con cebolla. Muy rico!!.
Algo que me mantuvo curioso los primeros días fue la sorprendente limpieza de las calles y la ausencia de basureros. La explicación finalmente resultó ser la existencia de un verdadero ejercito de mujeres mayores que con escoba y pala, limpian permanentemente la zona turística. Pude comprobar también que en otras zonas no existía el mentado servicio.
Al otro día, le tocó el turno al museo nacional de bellas artes, un lugar verdaderamente espectacular, con mucho arte moderno en espaciosas e interminables salas de exhibición. Imperdible!!!
Lleno de imagenes en mi mente, decidí recorrer el famoso malecón, una costanera de 8 kilometros de longitud construida por EEUU en 1901 (plop!). Al final de este paseo encontré la zona hotelera por antonomasia. El contraste entre la ruinosa situación de los edificios del centro (excepto los puntos estrictamente turísticos) contrasta dramaticamente con el lujo que observé en el polo turístico. Igual se planteaban contrastes entre los modernos vehículos de esta zona y el paso de autos con 50 años de existencia y todavía sorprendentemente operativos.
En esta misma zona tuve ocasión de visitar la Casa de las Américas que estaba celebrando sus 50 años. También visite el hotel más antiguo de Cuba, el Hotel Nacional, gigantesco y una muestra más de los lujos que habían en la isla antes de Castro.
Más tarde visite el Taller Hispanoamericano de Arte, preciosas y coloridas pinturas al estilo cubano y aterricé en el famoso Floridita, el bar de Hemingway y cuna del daiquirí. Por supuesto, probé un daiquirí al ritmo de una banda en vivo que animaba a la multitud de turistas hacinados en el lugar. Salí arrancando apenas concluí mi refresco, demasiada «taquilla» para mi gusto.
Para la noche, una cena italiana en el Dominica, un sitio genial. De todas mis incursiones gastronómicas de estos días, fue lejos lo mejor. Un aperitivo, por supuesto, el refrescante mojito, un plato Frutti di Mare consistente en una langosta, pescado, fideos atomatados, tomates perla, verduras, papas asadas, camarones y crema. Demasiado rico y además acompañado de vino y una banda en vivo con música italiana pero a la cubana. Fantástico.
Para mi último día, reservé la visita a una gran feria de artesanía cubana, en donde tuve que practicar el arte de la negociación. Cuba vive del turismo o más precisamente, en lugares como éste, vive del turista despistado. Desde ahí, me dirigí al Castillo de la Real Fuerza, una enorme fortaleza militar española, convertida en museo, que incluye innumerables piezas de plata y oro rescatadas de naufragios de piratas y barcos españoles.
Para el almuerzo, nuevamente decidí volver a lo criollo y me fui al mejor restoran de comida cubana, Vuelta Abajo en el Hotel Conde de Villanueva. Al compás de otra banda en vivo, partí con una crema de queso (sopa) y luego una pierna de cerdo al mojo acompañada de las ya consabidas papas, ensaladas y arroz. Una rica copa de vino, adivinen cual. Una comida sabrosa que abroché con una gran elección del postre, una mermelada de mango con un trocito de mantecol, definitivamente delicioso.
Mi último atardecer en la isla la pasé en una hermosa plaza hacia donde se extendía la atención del Bar Torre La Vega, escuchando una curiosa banda de veteranos que nunca terminé de saber si estaban ensayando o tocando de verdad, ya que a la bonita música y canto se añadían interminables discusiones entre ellos, sobre el acorde, sobre la letra, etc. Fue muy divertido avanzar en la lectura de mi libro mientras todo lo anterior ocurría. Incluso uno de los simpáticos personajes me recitó un poema que orgulloso había creado para su linda Cuba.
Temprano fui a dormir ya que me esperaba un largo regreso que me tomaría casi todo el día siguiente. Gran experiencia, mejor krrtrekking!!!