Tras una formidable sesión de arte y música, no era posible hacer otra cosa que amplificar el placer e ir a cenar algo rico. Caminamos en dirección a un lugar que no visitaba hace un buen rato y que su calidad recordaba con enorme claridad.
Nos instalamos en el salón del Caruso, en una bien ubicada mesa en donde se domina el paisaje interior, normalmente con sensible presencia de extranjeros. Después de todo, es un hotel para extranjeros y aprovechar su buen restorán es una opción que pocos locales usan.
Lo primero que solicitamos al mozo fue un aperitivo, kir royale para mí y un pisco sour para mi partner en esta incursión. Al mismo tiempo, me pareció indispensable contar con un agua mineral para dos, agua para limpiar las bocas y prepararse para un conjunto de delicias.
La carta, deliciosa y llena de oportunidades de goce, nos ofreció un tortellini de locos y un risotto de centollas, platos maravillosamente deliciosos y preciosamente presentados. Este restoran sabe y tiene oficio en agradar los sentidos.
Para acompañar nuestros platos, nada mejor que un Botalcura El Delirio Merlot, una cepa virtuosa en esta combinación de sabores.
Después del éxtasis gastronómico, los postres y el bendito café negro que nos devuelve a la realidad.
Me gusta Caruso, sabe producir placer!!