Esta noche tenía un propósito claro, saber que tal era la cocina de este lugar que visité unos meses atrás. Esa primera incursión fue más bien superficial y era necesario algo más profundo para formarse una opinión.
Ingresé al enorme comedor para elegir una mesa enfrente de un ventanal con vista a la calle y que al mismo tiempo me permitía mirar los lindos reflejos de las llamas de una gran chimenea.
Partí como suele ocurrir pidiendo una botella de agua mineral sin gas mientras hojeaba la interesante carta. Platos diversos, desde unos muy chilenos, pasando por platos típicos de la cocina peruana y otros de la tradición thai. Mis ojos quedaron pegados en lo que sería mi entrada, un timbal de locos.
Me entretuve un rato con los panecillos y la salsa de untar hasta que apareció mi entrada. Un plato enorme y sobretodo delicioso. Me adelanté a ordenar mi plato de fondo, una albacora a la pimienta rosada junto a una botella de Syrah Nimbus Estate 2007 que me pedía a gritos ser elegida en la carta de vinos.
Comí lentamente disfrutando cada bocado, extasiado en los sabores, la delicada música lounge y los reflejos parpadeantes de las llamas de la chimenea. Una cena sorprendente no solo por la buena cocina sino por lo disfrutable del ambiente.
Cerré esta incursión con un buen café negro mientras recorría con la mirada este lindo lugar.