Tomando en cuenta la cantidad de restoranes que se abren cada año y el lamentable número que cierra sus puertas, es verdaderamente un encanto volver a un sitio que he visitado por mas de 10 años.
Lo primero que agolpa recuerdos en mi mente, es la hermosa y abundante cava de vinos que adorna una gran pared así como el murmullo de personas hablando en inglés. Definitivamente es un sitio de turistas que buscan un sitio original y de probada calidad en su oferta.
Llegamos un poco tarde, tras una puesta al día en larga conversación con mi partner actual de salidas gastronómicas. Partimos con una entrada, unos camarones al ajillo, algo delicioso que combina perfectamente con la ración de pan caliente, mantequilla y pebre delicioso, elementos esenciales de una buena partida de cena en este sitio.
Ya entusiasmados, mi partner se inclinó por un rico mero a la plancha con ensalada de palmitos mientras yo fui por uno de mis fetiches gastronómicos, Oda al amor, un filete de tiburón en salsa picante. Finalmente soy esclavo de los sabores rotundos que guarda mi alma.
Para acompañar esta delicia de cena, una botella de pinot noir Morandé, helado y mantenido en una cubeta de agua y cubos de hielo.
No me puedo quejar, este sitio de tantos años sigue teniendo encanto y sabor, puedo volver una y otra vez y los platos que me gustan siguen siendo deliciosos.