Tres textos, el maravilloso y poético discurso de la victoria (1970) de Salvador Allende (el presidente poeta que tuvo Chile), un drama en formato de monólogo escrito por el gran dramaturgo social chileno Juan Radrigán y un poema sorprendente de un conocido sicoanalista. La cita en el Teatro de la Memoria, un gran lugar a pesar del terrible calor.
Es una obra compleja para cualquier público, casi no hay diálogos, siempre son superposiciones de monólogos inteligentemente entrelazados para asegurar una unidad temática, el dolor de la esperanza de un pueblo que creyó en la igualdad social, que vivió la carnicería de la dictadura y que sigue sufriendo la vivencia cotidiana de la marginalidad de muchos.
La diátriba como estilo no es lo habitual en un teatro que normalmente busca el humor o el drama como recurso. Sin embargo, sorprende profundamente por la contundencia de los textos y la actuación de las connotadas mujeres actrices.
La obra llega al paroxismo cuando es el público el increpado, definitivamente insultado por su contemplación e inacción ante el drama del desaparecido. Sospecho que hubo más de una persona incómoda ante esa afrenta, pero nadie se movió de su asiento. Dulce arte que hace que nos podamos decir muchas cosas que la cotidianeidad impide o quizás solo es esa acomodaticia inclinación chilena de hacerse el leso.
Un discurso ético potente, una obra llena del poderío de la palabra y de esas verdades que muchos quisieran desconocer.