Llenar un Teatro Caupolicán a la hora de un partido de futbol de la selección chilena puede parecer extraño, sin embargo, la hora de este recital coincidía con un famoso duelo futbolístico y la gran mayoría decidió entrar y ver el partido en las pantallas al interior del estadio.
La hora del concierto quedó desplazada a las 21 horas y a esa hora volví para ver y escuchar la música que me gusta. Con pocos minutos de atraso, partió un despliegue de energía y música gitana que prendió el teatro como pocas veces he visto. Lleno absoluto, no podía creer como a unos pocos acordes de distancia, todos estaban bailando y saltando desaforadamente, hipnotizados con los ritmos sencillos pero potentes de la banda de Kusturica.
Emir Kusturica toca la guitarra y en realidad ocupa un rol secundario en la banda, un acto muy humilde por cierto, quien la lleva es el solista y animador de la No Smoking Band, un epiléptico individuo que sin mayor estética, provoca el encanto y comienza a manejar a su antojo al público, haciéndoles bailar y cantar como un gran director de escena.
Casi dos horas de ritmos endemoniados que permitieron que se introdujera la banda nacional Mano Ajena para poder salir ellos del escenario, estaban todos tan prendidos que sin este cambio jamás podrían haberlo logrado.
Rock gitano sencillo y potente, una delicia para el cuerpo y como se dijo, las penas del fútbol se pasan con música.
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